Al grito de "Aupa Donostia!" dio inicio anoche Jamie Cullum al primero de los muchos conciertos estrella de esta edición del Jazzaldia, la número 48. Con su habitual arrojo, el músico británico saltó a la arena de la Zurriola pero de inmediato detuvo su carrera sin poder disimular un gesto de asombro ante el maravilloso lugar en el que iba a actuar. Abrió fuego ejerciendo de tamborilero en The Same Things, tema con el que comienza Momentum (2013), su último álbum, al que siguió uno de sus clásicos, Get Your Way. Es aquel durante el cual suele ejercer el primero de sus vertiginosos saltos desde lo alto del piano: cumplió, cómo no, con la tradición pero antes se permitió el lujo de inmortalizar con su teléfono la bella estampa playera.
Respaldado por su habitual y prodigiosa banda, tiró de falsete en I'm All Over It e incrementó los gritos de sus numerosas fans, todas agolpadas en primera línea, en el mismo instante en que estas reconocieron los acordes de Everything You Didn't Do, la canción que el año pasado ilustró un conocido anuncio de cerveza con nombre de santo. Después la emprendió con su piano, que golpeó cual instrumento de percusión y que tocó directamente desde sus entrañas mientras ofrecía una divertida sesión de beatboxing.
Era el prólogo A otra de sus nuevas versiones, Love for Sale, que en el disco incluye recitados de hip hop. La última vez que actuó en el Kursaal subrayamos la condición de Cullum como dinamitero de géneros musicales. Porque con cierto toque irreverente, este enano saltarín se atreve con todo, pierde el respeto a los clásicos y los reinterpreta a su manera, como en este clásico inmortal que derivó en una composición de reminiscencias electrónicas y que finalizó con el público meneando los brazos a un lado y a otro. Si el mítico Cole Porter levantara la cabeza, seguro que le encantaba la cover.
Era tiempo de soltar la retahíla de piropos. "Mis actuaciones en Donostia figuran entre las preferidas de mi carrera. Esta playa en la que intenté surfear sin éxito es uno de los sitios más maravillosos en los que he tocado", recordaba mientras el sol se ocultaba bajo el Cantábrico y se lanzaba con otra canción reciente, When I Get Famous que, según advirtió, "es una ficción absoluta". Nuevo salto desde las alturas del teclado y paso a una de las canciones más coreadas por el público, Don't Stop The Music, o cómo mejorar un tema de la mismísima Rihanna. Acto seguido enlazó These are The Days con la hermosa y calmada versión de Radiohead, High and Dry, y convirtió la Zurriola en un orfeón que le hizo los coros a distintas voces.
Acometieron entonces Twentysomething, la canción del álbum homónimo que hace una década lo cambió todo. Tras una carrera de varios lustros, se puede decir que Jamie Cullum se ha ganado a pulso el respeto de los puristas, que ya no ven al joven como un pianista sacrílego que desvirtúa la tradición jazzera. Con mucho esfuerzo y sudor -sobre todo sudor, porque hay que ver cómo dejó su camiseta- ha logrado concitar el favor del público mayoritario y también del más exigente, sobre todo por la virulencia y la fuerza de unos directos inflamables que no renuncian a la esencia del rock y del pop. Como muestra, el botón de la estupenda Mixtape, que revolucionó al enfervorecido público que llenaba más de la mitad de la Zurriola e introdujo el inevitable bis The Wind Cries Mary la correosa revisión del mítico tema de Jimi Hendrix. Poco importa que quienes le han visto en más de una ocasión sepan, más o menos, cómo va a desarrollarse el concierto: Jamie Cullum será bienvenido siempre que quiera y puede regresar incluso por quinta vez.
Superado ya el horario de cierre de este periódico, aún quedaban por catar las actuaciones de Robert Glasper Experiment, el trío Reijseger/Fraanje/Sylla y el de Ola Kvernberg, así como la performance lúdico-sonora de la incomparable Shibusa Shirazu Orchestra, que a buen seguro puso patas arriba la playa de la Zurriola atravesada ya la medianoche.
PORTER Y DOS TRÍOS
Tres propuestas interesantes
De ese modo terminaba un Jazz Ban Ball que había comenzado seis horas antes con tres propuestas bien diversas pero igualmente interesantes. Quizá la que más engatusó al público fue la del afroamericano Gregory Porter, cuya voz fue la primera en escucharse en esta 48ª edición del Festival de Jazz. Pasaban dos minutos de las ocho de la tarde cuando hizo su aparición en un espacio Frigo atestado de personas que, iluminadas por un sol aún sofocante, se agolpaban en las terrazas del Kursaal.
No sería de extrañar que en unos años veamos a Porter, ganador de un Grammy y saludado como uno de los más prometedores vocalistas del jazz, actuando en uno de los escenarios nobles del Jazzaldia. Ayer gustó, y mucho, con su mezcla de jazz y soul interpretados con el sentimiento de los viejos crooners. Flirteó también con estilos como el rhythm & blues, el gospel y el blues, que embellecieron una puesta de sol que él mismo tildó, en castellano, de "bonita". Comenzó con temas como On my way to Harlem, con citas expresas a Marvin Gaye, y reamtó con la comprometida 1960 What y con Someday We'll? All Be Free. En casi todos los temas dejó explayarse a sus músicos, especialmente al saxofonista, y en los solos no paró de chasquear sus dedos para seguir el ritmo. Solo se le pudo reprochar una cosa, por poner un pero: la pajarita verde y esa especie de gorro o pasamontañas con el que cubría media cabeza. Por lo demás, estuvo realmente formidable.
A escasos metros, en la terraza Heineken, llegaban ecos de jazz sazonado con especias del Magreb. Eran los integrantes de Gabacho Maroconnection, ampliación del proyecto liderado por el baterista francés Vincent Thomas, que ha reclutado a varios músicos marroquíes, dando así una nueva dimensión a su conocido combo Gabacho Connection, que ha actuado en el Jazzaldia en múltiples ocasiones. Su jazz gana ahora en riqueza y multiculturalidad gracias al concurso de varios percusionistas y vocalistas que, ataviados con sus trajes típicos, tocan y cantan evocadoras tonadas del norte de África.
La tercera actuación simultanea del arranque del Jazz Band Ball era la de Igelaren Banda, trío liderado por Bixente Martínez, ilustre guitarrista de Oskorri que ha refundado su grupo nacido a comienzos del siglo XXI con una sección rítmica de excepción: Hasier Oleaga, que el año pasado presentó su proyecto personal en la Trini, presta sus baquetas al proyecto, y los dedos de Amaiur Cajaraville recorren rauda y velozmente el contrabajo. Los tres combinan veteranía y juventud, y un amor por la tradición que no está reñido -todo lo contrario- con los ritmos actuales. Como no nos ha sido concedido el don de la ubicuidad, no pudimos disfrutar de todo el concierto para comprobar si interpretaron sus habituales versiones de Xabier Lete y Mikel Laboa, pero sí escuchamos un divertido Gure Aita San Jose -"dedicado a todos los padres formales"- y un zortziko republicano, Gora Errepublika, así titulado porque fue compuesto el 14 de abril.
Y mientras todo esto sucedía, un numeroso grupo de personas hacía caso omiso a las tres actuaciones. Preferían guardar sitio en las primeras filas del Escenario Verde para no perderse ni una de los saltos y carreras que Jamie Cullum estaba a punto de protagonizar.