Donostia
dESDE hace tres décadas la obra de Juan Gabriel Vich (Donostia, 1960) viene caminando y transitando, unas veces de manera más figurativa y, últimamente, más abstracta, por parámetros de sobriedad, síntesis y concepto. Pertenece por decisión propia al club de los independientes, sin adherencia a grupos o tendencias. Reflexión, orden y plasmación de su mundo interno es todo lo que le preocupa. Pocas pero bien preparadas exposiciones componen su curriculum. Desde la primera en 1980, con lenguaje figurativo, casi pop, hasta la reciente y cuidada muestra de Tutera, Fugaz siempre en la que reflexiona sobre la pintura y sus quiebros. Manchas, cristales rotos? componen su repertorio ideológico. El autor llega a la actual exposición con una búsqueda de la serenidad, la calma y el equilibrio, con el dolor tamizado como contenido: Canto sereno.
Serenidad que plasma en tintas, blancas telas y pequeñas esculturas, envueltas en capas suaves de no color, en sugerencias sutiles, y hasta cierto punto, melancólicas: la pérdida de los seres queridos y el fondo interno de madura aceptación.
Para la presente exposición en el Palacio Aranburu de Tolosa, el autor ha trabajado estos dos últimos años en varias series: a) Tintas con formas a punto de explotar, formas rotas, abstracción gestual contenida. b) Tintas sobre ovoides, a manera de tondos, sobre los que describe rasgos y trazos negros. c) Formas arquitectónicas más construidas, más geométricas. Simbolismo sutil incorporado como homenaje al pintor Luis Fernández. d) Manchas más expresivas trazadas con barniz, negro sobre negro, de gran rotundidad y contundencia. e) Piedra de corazón. Geometría, orden y equlibrio. Neoconstructivismo y neoconcretismo abstracto. f) Descendimientos de formas geométricas y orgánicas. Horizontales en blanco y negro, y otras más sutiles que caen.
Y llegamos a las grandes telas blancas, a las telas mayores, cargadas de silencio, de blancos rotos y de agujeros. Formas geométricas rectas y curvas sobre tela cruda. Forma-casa con tres agujeros blancos. Embudo con sol y arco iris. Raya y punto blanco y formas amebóides. Intensa emoción-recuerdo, en negro sobre fondo negro al amigo fallecido. Desdoblamiento de casa en blanco y negro. Casa blanca en crudo y negro, homenaje a William Congdon.
Y por último, dos esculturas de pequeñas dimensiones y alto grado centrífugo, expansivo y comunicativo: Una, disco en ángulo recto. Chapas de cinc sobre paño blanco, y la segunda, maderas con chapa de cinc que acogen a plato y cristal semitransparente. Encontrismo, art povera, dadaismo y neoconstructivismo en la línea de Kurt Schwitters. Y otras dos, una de carácter más neoconcreto: Mármol y plástico negro, sobriedad y pureza formal, casi de lápida funeraria.
Todo un conjunto de gran serenidad y austeridad, al servicio de sentimientos propios y comunitarios, puntos expansivos de reflexión y concierto. La obra de Juan Gabriel Vich, va profundizando y radicalizándose más. En palabras del propio autor: "trato de llegar a la esencia de lo que quiero expresar" . Y lo que Vich quiere expresar es mucho. Fuertes cargas de sentimiento y de dolor sereno y contenido.