Donostia. Una nueva publicación ha recuperado un episodio prácticamente desconocido en la trayectoria de Jorge Oteiza, un proyecto sobre Felipe IV que no se materializó y que fue el primero que el escultor afrontó tras su regreso de Latinoamérica.
El profesor de la Universidad de Navarra José Javier Azanza López es el autor de este libro, Crónica de un fracaso: Jorge Oteiza, Felipe IV y el VIII Centenario de San Sebastián (1950), que descubre fotos y documentos inéditos y ayuda a comprender la evolución de la obra y el pensamiento estético del artista de Orio.
El Museo Oteiza de Alzuza y San Telmo de Donostia han editado este libro que sitúa la obra fallida en su contexto, un concurso que en agosto de 1949 convocó el Ayuntamiento de Donostia en homenaje al rey que le otorgó el título de ciudad y seis meses después se declaró desierto.
Oteiza (1908-2003) se presentó a ese concurso para la realización de una estatua de Felipe IV destinada a la plaza de la Constitución, entonces llamada 18 de Julio, que exigía la colaboración con un arquitecto. El escultor contó con la de José María Ruiz Aizpiri, pero después lo calificó de "insospechado calvario", pues más de una treintena de arquitectos rechazaron la colaboración.
Aunque el proyecto de Oteiza y Aizpiri fue evaluado "muy positivamente" por el tribunal calificador entre los tres presentados, finalmente se declaró desierto, una circunstancia a la que el autor del libro atribuye "el aparente desinterés" que ha despertado esta parte de la biografía del escultor.
"Sin embargo -destacó José Javier Azanza- este episodio contiene claves que permiten profundizar en las preocupaciones personales y artísticas del autor tras su retorno de América, como su firme propósito de triunfar en París frente a Henry Moore, al que consideraba el gran escultor de la época, o la sensación de abandono cultural que experimentó en el País Vasco a su regreso".
Las páginas de esta publicación, que forma parte de la colección Cuadernos del Museo Oteiza y es fruto de dos años de investigaciones, permiten acercarse al "complejo cálculo matemático y espacial que se oculta detrás del proyecto" y a la "admiración incondicional" que Oteiza sentía por Velázquez, en cuyo Retrato de Felipe IV de castaño y plata basó su escultura. Azanza explicó que, aunque las bases del concurso limitaban a la recreación figurativa la escultura del monarca, Oteiza reflexiona sobre el concepto de espacio a través de los cálculos para la colocación del monumento, de la que descarta el centro de la plaza. El autor considera que en este breve periodo se produjo una "transformación personal" en Oteiza, quien "tras las dudas iniciales acabará convencido de la victoria final", de ahí que "fracaso" sea entendido "en el sentido oteiziano de la 'estimulación del fracaso".