DONOSTIA

Aunque nació en Valencia, en 1934, y luego se trasladó a Barcelona "en pañales", Paco Ibáñez es uno de los mejores embajadores de Euskal Herria. El cantautor, que se dio a conocer en el Olimpia de París, ha tocado en Taiwán, sus canciones en euskera se han traducido al mandarín y recientemente hizo una gira latinoamericana. En sus viajes solo tiene buenas palabras sobre Euskadi y se muestra presto a interpretar varios temas en euskera. Lo hará nuevamente mañana, en el Kursaal (20.00 horas), cerca del caserío donde creció y aprendió euskera y a amar a esta, su tierra. "Es volver a casa. Aquí me siento siempre nire etxean", explica.

"Cuesta arriba siempre con el euskera". Así empieza la conversación, peleándonos con el idioma antes de pasar al erdera para rememorar los primeros años de vida de Ibáñez. "Nací en Valencia y en pañales me llevaron a Barcelona en la Guerra Civil, donde asesinaron a la madre de José Agustín Goytisolo en un bombardeo. Todo eso ha quedado impune", rememora con tristeza. "Mi padre, cuando los fachas entraron en Barcelona, huyó a Francia y acabó en los campos de concentración, haciendo trabajos forzados con los alemanes. En Francia estábamos ya mis hermanos y mi madre, y pasamos dos o tres años. Se sintió sola y decidió mandarnos al caserío de mis abuelos por parte de madre, los Ibáñez Gorostidi", prosigue.

Allí, en Aduna, cerca de Andoain, le cobijó Apakintza, el baserri familiar, entre los 5 y los 14 años. Y su vida, la de entonces y posterior, cambió para siempre, marcando su existencia. "Viví con mi abuelo, que se pasaba día y noche contando sus ahorros, y mi tío, que estaba despotricando contra todo siempre. Le preguntábamos zer moduz, osaba?. Gaizki, beti gaizki, respondía. Nunca le oí decir ondo. Era una postura vital", recuerda con sorna Ibáñez.

"¿Mi primera imagen al llegar a Euskal Herria? No recuerdo imagen ninguna porque llegué de noche. ¡Era de noche en todas partes partes, joder! Fue una noche que duró mucho tiempo", aclara en referencia a la dictadura de Franco.

En Apakintza descubrió el euskera, idioma que todavía habla con fluidez baserritarra más de 60 años después. "La primera palabra que aprendí en euskera fue zezena. Me impactó. Y recuerdo que un día fui a la fuente, dos años después, y unas beatas me felicitaron por hablar euskera corrido. Tardé poco, lo aprendí rápido. Eso sí, volví clandestinamente a Francia y solo podía hablarlo con mi madre. "Orain, Bar-tzelonan ere bai". Me mandan la revista Argia cada semana y allí estoy, con el diccionario. Bueno, cada vez lo uso menos", indica orgulloso.

A Paco Ibáñez se le alegra el verso al recordar sus inolvidables primeros años de vida en Euskal Herria, en comunión con la naturaleza. "Viví acompañado de montes, verde, energía, juventud y cielos azules. El recuerdo es muy grato", confiesa. "No era consciente de nada de lo que sucedía fuera. Recuerdo un día que yo iba con los bueyes, arando, y al llegar al final mi tío, rabioso, cogió el arado y le dio cuatro vueltas. ¡Menuda fuerza y mala leche tenía! Fue herido en el frente de Bizkaia, en el bando de los nacionales, y me enseñaba su mano herida y decía "mira lo que me ha hecho tu padre". Le preguntaba a mi ama qué quería decir pero nunca me dijo nada, me quiso mantener aparte siempre", apostilla el cantautor.

La pregunta resulta inevitable: ¿de qué manera influyó aquella niñez vasca en la forja del carácter de este cantautor nacido en Valencia? "Fue cosa del caserío, los bueyes, el astua, los viajes a San Sebastián a ver mi ama? La rebeldía siempre la llevé dentro", explica antes de relatar una anécdota esclarecedora. "A mi abuelo los carlistas le habían nombrado teniente honorario y a la hora de cenar, a veces se le cruzaban los cables y nos pedía que le saludáramos militarmente. Yo nunca lo hice, por rebeldía interior. Tenía 10 u 11 años y, claro, me iba a la cama sin cenar. Era cosa de la semilla de mi padre, que era republicano, como mi ama", explica.

Aquel recuerdo de su niñez sigue habitando, cálido, en el corazón de Ibáñez, saltando alegre por los entresijos de su discurso. "Siento que Euskal Herria está siempre ahí y que es algo mío. Hoy tengo la sensación de volver a casa. Aunque el caserío ya no sea lo mismo, ahí está el monte y esas cosas que confieren nuestro carácter. Me siento siempre nire etxean", indica el cantautor, que prefiere el término internacionalista que el de nacionalista para definirse. "Es que tengo tantas nacionalidades... Empiezo por ser vasco pero soy también catalán porque vivo allí. A veces me preguntan si soy español? y les digo que también. Y soy italiano, francés, argentino, colombiano? De todos los países que me hacen vibrar", ataja este gran embajador mundial de lo vasco. "Hasta en Taiwán he cantado en euskera, sí. Y la respuesta del público era mejor que cuando lo hacía en castellano. Tengo traducida al mandarín (gracias a un Festival de Poesía) mi canción Bihotza", asegura orgulloso.