Donostia. Reunidos en la plaza de la Constitución de la capital guipuzcoana, la conversación es fluida y agradable. La entrevista se encamina hacia la obra de Aita Donostia (1886-1956), objeto de investigación de Okiñena y figura también admirada por Piter Ansorena.
Además de la labor artística, les une a los dos el aprecio por el compositor donostiarra.
Josu Okiñena: Cuando comencé la investigación acerca de la obra para voz y piano de Aita Donostia, uno de los referentes fue la biografía que había escrito el tío de Piter (José Luis Ansorena). Fue el que más profundizó y el que más se acercó a su figura, sobre todo a raíz del contacto personal que tuvieron. Pero sí es verdad que no ha habido una difusión a muchos niveles. He visto que en Madrid, por ejemplo, no se le conocía, aunque en su época sí tuvo su reconocimiento. Tengo entre manos un proyecto para hacer un CD con Warner Music, con el objeto de difundir su obra a nivel mundial.
J.I. Ansorena: ¿No fue Joaquín Larregla quien empezó a tocar sus preludios? En Madrid fue muy conocido en aquella época. Más tarde, por muchas circunstancias, la guerra y su carácter retraído, no tuvo más difusión.
J.O.: Además, Aita Donostia era muy afrancesado, siempre miró más a Francia que a España, por razones de estética. Encaja mucho más en los paradigmas de estética franceses.
¿Al txistu también le ha costado alcanzar ese reconocimiento?
J.I.A.: Es una cuestión que ni me la planteo. Cuando uno tiene la suerte de trabajar en lo que le gusta, el reconocimiento se lo da esa labor. Lo mismo Josu, Aita Donostia y yo, trabajamos en la comunicación, una de las cosas más difíciles en la vida. Comunicarse consigo mismo y con los demás, esa es la mayor satisfacción. Hay emociones que no se pueden canalizar si no es a través del arte.
Ambos son admiradores de la obra de Aita Donostia. ¿Qué rasgo hace de él una figura tan especial?
J.O.: Es diferente e importante por las múltiples facetas que cultivó en su vida. Aita Donostia es un genial compositor, de la altura de Maurice Ravel, Manuel de Falla o los grandes de la época. No solo eso, sino que fue el mejor folklorista de la época, uno de los mejores de Europa. Gracias a él se han recopilado gran parte de las melodías vascas, en un cancionero inmenso, que se publicó enteramente en su día. Además, fue un hombre muy avanzado para su tiempo. Hay que ponerse en su lugar e imaginar a un capuchino ligado a la música en los años 20 en París y en Madrid.
J.I.A.: Se suele contar que, una vez, iba a dirigir una orquesta en Madrid y, cuando levantó los brazos al inicio del concierto, una voz gritó desde el público: "¡Mañana buen tiempo!", por aquello del capuchino que indicaba el tiempo. A lo dicho por Josu, añadiría un matiz. En la cuestión musicológica, etnográfica y folklorista es una figura inmensa. A la hora de componer, es capaz de aunar todos esos factores. A veces compuso unos trabajos absolutamente originales, con la sensibilidad y la sabiduría que tenía sobre la música moderna, pero también se basó en un conocimiento muy profundo de la música popular.
¿Cómo le atrapó la figura de Aita Donostia a Josu Okiñena?
J.O.: Llegué a su música a través de mi profesor de piano, Félix Lavilla, que tocó con él en los 40 toda su obra a cuatro manos. Se formó mucho con él, no solo en la música sino en el folklore vasco. Y él me metió la droga de profundizar en toda su obra. En aquella época estaba trabajando mucho repertorio para voz y piano y me di cuenta de que teníamos entre manos la obra más importante de este tipo escrita en aquella época en Europa. Se han grabado 172 temas, de una diversidad y de una genialidad... Canciones folclóricas elaboradas, con los lenguajes más avanzados de la época... Canciones de concierto que ni Debussy ni Ravel escriben a ese nivel
J.I.A.: Y tenía un interés por todas las culturas. Canciones sefardíes...
J.O.: ...gasconas, francesas por supuesto, catalanas -más de diez conciertos-...
¿En cada uno de sus ámbitos de trabajo queda mucho por investigar?
J.O.: Muchísimo. Infinito. En cuanto a Aita Donostia, esto no ha hecho más que empezar. Hay cantidad de obra genial donde profundizar y abrir nuevas líneas de investigación.
J.I.A.: Con el txistu también, siempre hay trabajo por hacer. Pero también es verdad que nosotros somos tamborileros, ttunttuneros. Nuestra música, fundamentalmente, es la música de la calle. Un txistu, al igual que un martillo, es un instrumento. Un instrumento se utiliza para lo que se necesite, para lo que se quiera. Pero el txistu, por tradición, por escuela y por sus características, es en la calle donde encuentra su mejor eco, donde más vibra. Pero luego hay muchos terrenos que explorar porque, una vez que uno se introduce en el lío, intentamos sacarle partido.
Usted ha investigado mucho sobre las potencialidades de este instrumento. ¿Era una necesidad?
J.I.A.: Efectivamente, porque el txistu se encontraba en crisis. Estaba afinado como Dios lo daba a entender, casi no había repertorio, y en mis años más jóvenes me tocó investigar su afinación y su construcción, para mejorarlo. En la pedagogía también hubo que escribir métodos, obras y animar a otros para que escribieran música. Me tocó hacer de todo. Tuve suerte porque en los años en los que estuve en el conservatorio surgió gran cantidad de alumnos y muchos andan por ahí.
¿Y el desarrollo ha sido grande?
J.I.A.: Sin duda. En esos aspectos que comentaba ha habido un salto muy grande en todos estos años.
Okiñena defiende que investigación e interpretación son ámbitos indisociables. ¿Por qué?
J.O.: Porque si no, uno se convierte en un repetidor, no en un intérprete. Si voy a interpretar una obra, eso significa vincularse personalmente. Para vincularme, tengo que buscar posibilidades; y, para ello, es necesario investigar. Si no busco, investigo, sistematizo y comunico, no estoy interpretando. Así que, para interpretar, tengo que investigar. Otra cosa es que yo coja una partitura y me limite a descifrar lo que está escrito. Entonces sería un reproductor, no un intérprete. Es lo mismo que ha hecho Piter, teniendo que buscar la afinación apropiada, el repertorio necesario, ajustarlo, probarlo, saber dónde suena mejor... Todo ello es fruto de una búsqueda y de una sistematización.
¿Alguna vez han tocado juntos?
J.O.: Sí, una vez, en una boda, te acompañé en el órgano. Aquella unión entre órgano y txistu fue preciosa. Hace ya unos años.
J.I.: A mí la Banda de Txistularis de Donostia (es el director) me tiene absorbido, aunque haga otras cosas de vez en cuando. La banda de txistularis trabaja muchísimo y en muy diferentes terrenos. Además de tocar la diana de todos los domingos, colaboramos con coros, grupos de danza... No paramos.