Bilbao. Kepa Junkera presenta Herria, el último disco de la trilogía que inició con Etxea y a la que siguió Kalea, con el objetivo de dar a conocer internacionalmente el cancionero euskaldun gracias a cantantes y músicos estatales e internacionales. Lo ha logrado tras colaborar con 130 artistas de casi una treintena de países diferentes, de Estrella Morente a Teresa Salgueiro, Juanes, Aute, Calamaro, Lila Downs o León Gieco. En Herria, el álbum más exótico en cuanto a participaciones y sonido, se acompaña de músicos como Glen Vélez, Eleftheria Arvanitaki, Juntin Valli o Dave Douglas, músicos reputados a los que añade coros de Boise, de gospel o de indios americanos, para revisar canciones como Boga boga, Hator hator, Egun da Santi Mamiña, Ene izar maitea, Eperrak o Agur Xiberua.

¿Satisfecho o extenuado?

Estoy tranquilo, con sensación de relax. Recuerdo cuando diseñaba el proyecto en alguna libreta y la energía que tenía entonces. Ahora ya no es la misma, claro.

Para "Herria" ha visitado Nueva York, Casablanca, Atenas, Boise, París, Los Ángeles, San Antonio, Estambul... ¿Le da tiempo a vivir las ciudades o se tiene que centrar en el trabajo?

Bueno, en la parte americana más. También en Estambul y Atenas. He dispuesto de más tiempo que cuando voy a tocar. Hemos ido con más margen, grabando entre semana y haciendo el calendario a tu gusto, encajando las piezas.

El disco y toda la trilogía desbordan ambición.

Tienes razón, soy un músico ambicioso cuando se trata de crear. No he tenido nunca miedo a los proyectos, sí respeto a mostrarlos y compartirlos. Eso sí, me ha ayudado estar rodeado de un buen equipo que me ha apoyado siempre. Me he sentido fuerte. También es cierto que hay varios tipos de ambición. Al principio, por ejemplo, es como una necesidad, un ansia de aprender y sentir. Después, piensas en crear, en ir más allá de ser un mero músico, de la composición y la interpretación, y ser productor, idear nuevos estadios y construirlos. Eso es una suerte.

¿Se siente más que un trikitilari?

Me gusta que me llamen trikitilari, significa que por fin me han admitido en el club de la triki (risas).

¿Ha costado?

Siempre hay de todo. Yo estoy orgullosísimo de haber conocido ese mundo tradicional y ser parte de él. No puedo más que darles las gracias porque sigo admirando a Fasio, Laja, Sakabi, Tapia... Luego, sentí la necesidad de hacer otras cosas al conocer otra dimensión de la música. Ahora, hay gente que me relaciona con lo tradicional, otros con mis trabajos más globales... Yo tengo la sensación de no poder mostrar todo lo que soy, que siempre se queda algo.

¿Qué papel juega "Herria" en la trilogía?

Es la última pata, la que la cierra. Me gustan mucho los tres títulos: Etxea, Kalea y Herria. Casa, calle, pueblo... Se eligieron con los diseñadores que trabajo en Madrid a partir de los bocetos que les presenté. Me gusta meterme en el mundo del diseño y la estética de los discos y en los vídeos. Siempre intento aportar porque ellos saben más pero tú tienes una visión complementaria que puede servir.

En "Etxea" hablaba de invitar a su casa -una metáfora de Euskadi, de su cancionero y cultura- a gente de fuera.

Sí, pero la idea es más sencilla que todo eso. Era grabar las canciones euskaldunes que me gustan compartiéndolas con gente que admiro de otros países y lugares. Especialmente, buscaba que la gente de la diáspora vasca escuche esas canciones que aprendieron en su día interpretadas por gente de su país de adopción. Luego, se le puede poner literatura, como hizo antes Saramago y ahora, en Herria, hace Bernardo Atxaga. En su texto habla de mi música como de unas ventanas que se abren y que cada vez son más panorámicas.

En este último disco hay curiosidades tremendas, como la participación de los indios americanos.

Sí, son de varias tribus: cherokees, navajos y cheyenes. Les he hecho cantar juntos con los descendientes de los pastores vascos, la gente de California, Nevada e Idaho.

¿Cómo eligió entre tanto colaborador y tanta ciudad?

Elegí a gente que admiro, conocida como Glen Velez, la griega Eleftheria Arvanitaki, Justin Valli, el trompetista Dave Douglas... y otros desconocidos. Y me fijé en ciudades que yo veo como puertas que se abren. Por ejemplo, Casablanca hacia Africa o Estambul hacia Oriente. También elegí París y Nueva York, donde te puedes encontrar a todo tipo de músicos, de Hawai, de Filipinas, de Pakistán, de Armenia, Irán... Con todos ellos hemos grabado.

Una vez dijo que sentía miedo a colaborar con cantantes al ser su música instrumental.

Era una cuestión de respeto y de desconocimiento, al principio. Yo soy el productor, junto a otros músicos, y estoy con ellos cuando cantan. Al final, decido yo y la voz me daba mucho respeto. Todos me han ayudado mucho y lo han dado todo, sin divismos. La voz es un instrumento increíble.

Por su sonido, ¿diría que "Herria" es el disco más exótico de los tres?

Sí, hay cosas muy curiosas. Hay blues, jazz, gospel, folk de distintas latitudes... Con los indios opté por la opción de dejarlo muy tribal. Con Douglas opté por la improvisación, por dar vía libre a los músicos. Busco que aporten su visión a mis ideas previas. Yo había ya oído estas canciones antes de grabarlas.

¿El resultado final se acerca a eso que escuchó en su imaginación?

En algunos casos me ha sorprendido. Como el Hator hator que ha grabado un coro gospel de Lousiana. Es difícil hablar de las canciones, hay que oírlas. Lo curioso del proyecto es que siento que existe un hilo conductor muy fuerte entre los discos a pesar de ser tan diferentes los intérpretes.

Se habló de que la trilogía se había aceptado mejor fuera que en Euskadi.

¡Uf, no lo sé! Estoy acostumbrado a gente que me ha animado y otra que me ha criticado. Yo escucho a todo el mundo, pero sigo mi camino tratando de ser humilde y tolerante. Intento entender la crítica porque no es bueno pensar que lo de uno es lo mejor.

Imagino que aquella polémica con la subvención millonaria que recibió del Gobierno Vasco marca el peor momento de este proyecto, ¿no?

Es una parte de él. Al final, quedan las cosas buenas aunque sí fue una circunstancia difícil. Lo asumo y lo acepto. No sé si ahora se va a entender el proyecto, al estar concluido. Habrá gente que no lo escuchará, seguro, pero soy optimista por naturaleza. Los malos momentos también son parte de uno.

Y curten.

Así es. Eso lo sé bien porque no lo he tenido fácil nunca. Soy autodidacta y me metí en un mundo, el de la triki, en el que no daba el estereotipo al ser de ciudad, lo que me acarreó muchas críticas y detractores. Y con este proyecto, lo mismo, busco aportar y compartir este legado nuestro con la mayor gente posible. Quería abrirlo al mundo. Y me he sentido con mucha fuerza, lo que me ha demostrado a mí mismo que soy de Rekalde. Es un orgullo ser de barrio. Y todo lo que me han enseñado mis aitas me ha ayudado mucho para afrontar las situaciones adversas. Hay que tener la valentía de enfrentarse a los retos.

¿Cree que la trilogía ha contribuido a conocer más la música vasca fuera de nuestras fronteras?

Sí, claro, aunque no es algo novedoso. No puedo olvidarme de otros artistas como Benito Lertxundi, Mikel Laboa y Oskorri, entre otros muchos. La apuesta ya estaba ahí, antes de llegar yo. Luego la proyección llega más o menos. Lo que es cierto es que si miras mi discografía ves múltiples colaboraciones con otros artistas.

¿Se ha sentido embajador de la música vasca?

Bueno... Lo que sí siento es mucho orgullo de transmitir una forma nueva de entender la música vasca. Pero no es algo mío, exclusivamente, ni siquiera he sido el primero. No quiero usurpar el sitio a nadie, no es algo que pretenda.

Concluida la trilogía ¿qué le depara el futuro más inmediato?

Cuando me preguntan, digo con ironía que voy a volver a hacer un disco desnudo, de triki y pandereta. A veces, lo más sencillo formalmente es lo más complicado. Pero no, en serio, estoy ya metido en cositas. Después de este trabajo, lo que me apetece ahora es hacer un disco con mi grupo, sin colaboraciones y con el sonido con el que he trabajado en los últimos años, ese que mezcla la txalaparta y la batería, el bajo, el piano y la triki. Tengo ya repertorio nuevo para hacer varios discos, aunque selecciono mucho.