Fecha y lugar. 22/07/10. Teatro Victoria Eugenia. Donostia. Intérpretes. Arturo Sandoval (trompeta), Philbert Armenteros (percusión), Ed Calle (saxo), Manuel Valera (piano), Dennis Marks (bajo).

Había un interés especial por parte de la organización en que en esta edición hubiera una buena representación de trompetistas en el Jazzaldia. El empeño dio sus frutos y la lista de trompetas es este año a priori realmente sólida. Si ya en la jornada inaugural disfrutamos con el trompeta noruego Ole Joern Myklebust acompañando con brillantez a Mari Boine o con su homólogo en la asombrosa banda japonesa Shibusa Shirazu Orchestra, el primer gran nombre del mundo de la trompeta en jazz, el cubano Arturo Sandoval, desplegó ayer toda su magia en el cálido escenario del Teatro Victoria Eugenia. El que fuera miembro del grupo Irakere, junto a Chucho Valdés y compañía, se presentó en formato quinteto y ofreció una generosa sesión llena de contrastes donde pudimos disfrutar de momentos álgidos realmente sobresalientes mezclados con otros donde la desorientación era casi molesta. Sorprende hoy en día asistir a un concierto en el que, al finalizar, la gente se levanta de sus asientos sin apenas pedir un bis, algo que parece casi obligatorio sea cual sea el resultado. El caso es que ayer dio la sensación de que el público tenía más que de sobra con lo que había visto y oído y tras dos horas decidió que ya era suficiente.

Era la primera vez que el músico cubano visitaba el Jazzaldia y con cierta ironía no exenta de buen humor agradeció el que por fin pudiera tocar por aquí. "Mas vale tarde que nunca", afirmó. Algunos esperábamos que el concierto se basara en su último trabajo, el excesivamente tierno y romántico A time for love. No fue así. A lo largo de la noche los guiños a otros artistas u otros estilos fueron una constante. Sobrevolaron el be bop, los boleros, los pasodobles, Dizzy Gillespie, Schoenberg, John Lennon?

Sandoval es un hombre prolífico sobre el escenario. En todo momento está ocupado con algo. Esto no quiere decir que no deje libertad a sus músicos para expresarse, pero la sensación es que quiere demostrar en dos horas toda su gama de habilidades, que son muchas por supuesto.

Los ritmos latinos empezaron a caldear el ambiente en una pieza en la que cada uno de los componentes presenta sus credenciales con vistosos y nerviosos solos. La sincronización entre trompeta y saxo se antojó desde el inicio efectiva. Los dos instrumentos de viento colorearon la tarde con duelos espectaculares. Cuando no tocaba la trompeta, Sandoval se dedicaba a juguetear, con la percusión o con un teclado eléctrico. Los temas eran larguísimos y estaban surcados de todo tipo de variaciones rítmicas y estilísticas. La primera sorpresa negativa llegó cuando se puso a cantar un tema en español que no venía a cuento de nada y que resultó casi sonrojante.

Parece un hombre que quiere ver resueltos sus caprichos musicales sobre el escenario. Se sienta al piano y viaja por la música contemporánea o los standars de jazz. Se comporta como un consumado especialista. Se gusta a sí mismo en una dulce balada a dúo con el pianista. El concierto transcurrió de manera irregular. Su trompeta sonaba a gloria, los músicos también. El saxofonista Ed Calle que, según dijo, vivió de niño en San Sebastián, consiguió elevar el nivel con sus asombrosos relevos a la trompeta pero las piezas se caían por momentos , de la brillantez se pasaba a la vulgaridad. Una última larga pieza que comenzó con ritmos funkys e incluso detalles de hip hop derivó en una especie de resumen de lo que ha sido la noche. Ecos de pasodobles, el concierto de Aranjuez, prácticamente de todo y al final un solo de batería con unas bases pregrabadas totalmente fuera de lugar. Dos horas de concierto y prácticamente nadie pidió más. ¡Qué raro!