donostia. Confiesa José Ramón Agirre, Márron, que su atención siempre se ha centrado en las altas cumbres pero que por el camino atravesaba lugares por los que se sentía atraído. "Cruzábamos pueblos y nos quedábamos con las ganas de introducirnos en esas casas, de saber qué hay en los corazones de quienes las habitan", explica el montañero.

El resultado de ese anhelo es un documental de casi 40 minutos que el deportista ataundarra presentó ayer en Donostia: Dolpo. En el límite de la vida.

El trabajo retrata la forma de vida y las costumbres de una de las regiones más hostiles y aisladas de Nepal, el Dolpo, situada en la alta cadena del Himalaya, que pertenece a Nepal aunque cultural y geográficamente está más cercana al Tíbet.

Con una superficie de entre 5.000 y 7.000 kilómetros cuadrados y poco más de 5.000 habitantes distribuidos en 35 aldeas, la zona estuvo cerrada hasta 1956 y el gobierno nepalí no permitió la entrada de occidentales hasta 1990 -durante medio año sigue siendo hoy inaccesible-.

El Dolpo, donde no hay caminos ni electricidad, y donde la mitad de los niños mueren antes de cumplir un año, está marcado por el Dhaulagiri (8.164 metros), la frontera sur de la región y la sexta cumbre más alta del mundo. "Son pueblos que viven a 4.000 metros de altura y tienen muchas dificultades y lo que hacen es tratar de subsistir. "Vosotros venís pero después siempre os vais y nosotros nos quedamos aquí", nos decían. Eso me partía el corazón. Tenía muchas ganas de hacer algo así, de posar la mirada en estos pueblos aunque se me ha hecho raro trabajar con algo que no esté ligado a la aventura o al alpinismo", aseguró Agirre.

sensibilización Ahora, de vuelta a casa, el objetivo del documental es la sensibilización. Para ello está prevista la proyección de Dolpo. En el límite de la vida en varias casas de cultura de toda Euskal Herria, así como en algunos centros de Cataluña. "No es un producto hecho para la televisión, aunque no lo descartamos, y tampoco está dirigido a los alpinistas -los trabajos anteriores se han visto en asociaciones de montañeros-, si bien tampoco lo desestimamos", afirma Márron.

Con el dinero que recauden y a través de la asociación Lurrean Gizalaguntza prevén suministrar electricidad y agua a dos pueblos, "algo vital para ellos", apunta el realizador.

"Allí tienen algunas cumbres prohibidas por motivos religiosos pero cada vez están más dispuestos a lograr sus propios medios para hacer alpinismo. Y no por razones profesionales -muchos viven de hacer de guías a los alpinistas occidentales- sino por disfrutar de una actividad que les reporta las mismas sensaciones que a nosotros", concluyó Márron.