El Rubio (Hugo Welzel) y Chimo (Christian Checa) son víctima y verdugo, acosado y acosador, que han crecido siendo enemigos irreconciliables. Un día, Chimo tiene la oportunidad de vengarse y decide llevar a cabo su plan, sin imaginar las consecuencias que esto tendrá en las vidas de ambos. Con este argumento arranca la película Enemigos.
Con 14 años se matriculó en una escuela de teatro en Sevilla. ¿Tenía ya claro a esa edad que lo suyo era la interpretación?
Cuando decidí entrar en la escuela de teatro lo hice porque quería probar. Llevaba tiempo viendo mucha televisión, más que cine, sobre todo series, que era lo que tenía más a mano en esa época en la que Netflix y las plataformas empezaron a crecer. Ahí, en esas historias, había encontrado un lugar seguro, diferente, casi mágico. Y quería ver si yo también podía formar parte de eso. Sentía que no podía quedarme solo como espectador.
Hace tres años consiguió su primer papel en la serie La chica invisible (Disney+). ¿Cómo fue aquella primera experiencia?
Increíble. Llevaba dos años y medio chocándome contra una pared constantemente. Era difícil imaginar en qué momento, de repente, llegaría un sí. Así que cuando por fin ocurrió, no me lo podía creer. Sentí que tenía que disfrutarlo como si fuera lo último que iba a hacer. Tenía la sensación de que me estaban dando un regalo que podrían quitarme de las manos en cualquier momento. Por eso lo viví con muchísima intensidad, tratando de exprimir cada momento al 100%.
"En las historias televisivas encontré un lugar seguro, mágico”
Fue nominado a Mejor Intérprete Masculino en el Festival Internacional de Cine de Almería 2023 gracias a la serie El hijo zurdo (Movistar+). ¿Cómo lo vivió?
Fue algo un poco extraño. Ya te digo, hicimos la serie y todo empezó muy bien: triunfamos en Cannes, ganamos el premio a Mejor Miniserie… Parecía que iba a despegar. Pero luego, en la plataforma, no funcionó tanto. Eso te deja una sensación rara, porque sabes que has hecho algo valioso, algo que tiene calidad, pero no está llegando al público. Y entonces, de repente, apareció esta nominación; fue como revivir El hijo zurdo, como una segunda oportunidad.
En Enemigos da vida a El Rubio, un joven de barrio con problemas por resolver. ¿Cómo trabajó el personaje?
Tuve la suerte de que nos dieron mucho espacio para crear, y eso no suele pasar. Porque el espacio significa tiempo, y el tiempo significa dinero… Y no suele haber dinero. Es algo muy inusual, al menos por lo que yo me he encontrado, y creo que en España esto pasa poco. Así que, de verdad, fue un regalo.
El argumento se centra en el acoso en la calle. ¿Le gustaría que los jóvenes viesen la película?
Creo que es necesario, que esta película llegue a quienes más la necesitan. Es una historia que, sinceramente, creo que puede cambiar actitudes, tanto en quien ha vivido situaciones de abuso como a quien, quizá sin darse cuenta, ha estado en el rol del abusador. Ojalá llegue a los institutos, a los colegios, a esos espacios donde de verdad puede haber la diferencia. Porque esta película puede cambiar vidas, y eso es algo muy importante.
También se habla de muchas otras cosas: la familia, el amor, pedir perdón, venganza. ¿Cree que la venganza puede llegar a justificarse en algún momento?
Yo no trato de juzgar las acciones como buenas o malas. Al final, justificar algo es decidir si está bien o mal, y yo no creo que sea tan simple. Gracias al trabajo que tengo, la vida me ha enseñado que no hay buenos y malos en términos absolutos. Todo viene de algún lugar. Al final, todos somos personas. Creo que todo el mundo lo hace lo mejor que puede con lo que tiene. Y si alguien hace algo mal, probablemente es porque no tuvo a tiempo nada ni a nadie que lo salvara de hacerlo. Es cierto que también existe quien toma decisiones conscientes y dañinas, pero incluso en esos casos no me posiciono desde un lugar de superioridad.
La banda sonora está a cargo de artistas urbanos como Steve Lean, Remate o Bnet. ¿Cree que la música ayuda a reflejar mejor las emociones y conflictos?
Sí, la música urbana en esta película juega un papel muy importante. Representa mucho más que solo música: simboliza el arte en sí mismo, lo que significa el arte para el ser humano. Creo que en Enemigos se hace una fotografía muy bonita de lo que representa el arte, de dónde nace, de esa necesidad de expresarse. En este caso, se trata del rap urbano, que es la herramienta que tienen más a mano las personas que viven en contextos más precarios o humildes. El rap no necesita dinero, no necesitas que alguien te enseñe a llegar a una nota. Solo necesitas una voz y algo que decir.
Ha escrito, producido, dirigido e interpretado un cortometraje titulado Frágiles como rosas. ¿Cómo surgió la idea de crearlo?
El cine, con el tiempo, se ha convertido en algo más que un lugar mágico donde refugiarme. Ya no era solo ese sitio que me salvaba de la vida, de lo que todos llevamos encima, sino que se había vuelto algo más cercano, más mío. El cine ya me conectaba con mi creatividad, con esa necesidad interna de crear. Recuerdo que tenía tres meses libres entre un proyecto y otro, y sentí esa urgencia de hacer algo. Era muy poco tiempo para escribir y rodar, porque desarrollar un proyecto completo desde cero en tres meses es casi imposible. Pero decidí lanzarme. Tengo un amigo que me animó y me dijo: “Hugo, yo te ayudo. No tengas miedo. Vamos a lanzarnos a la piscina y a disfrutar”. Y así fue. Todo fue muy intenso, asumiendo muchos roles al mismo tiempo, pero lo viví como un máster de cinematografía, pero con el corazón puesto en cada segundo.