Análisis | Menores y redes sociales: ¿confianza o abandono?
Al hablar sobre los riesgos que las redes sociales suponen para los menores, muchas familias se ven ante un dilema que en mi opinión está mal planteado: vigilar lo que los menores hacen en las redes sociales o ‘confiar’ en ellos y no hacerlo
Para usar las redes sociales de una forma segura y saludable hay unas recomendaciones básicas. La primera es esperar como mínimo hasta los 16, yo me inclino más a esperar hasta los 18. Una de las características del modelo de negocio de las redes sociales es que están diseñadas para generar adicción, es uno sus objetivos. Además, como el modelo de negocio está basado en la atención, da lo mismo lo que comencemos a ver, vamos a ser bombardeados con recomendaciones y sugerencias del contenido que más retiene nuestra atención: contenido que genere emociones negativas intensas (como las derivadas de la comparación social negativa y de la indignación), sexo, desinformación y violencia. Esto, entre otras consecuencias, tiene un impacto muy negativo en nuestra salud física, emocional y mental.
Otra de las recomendaciones básicas para usar las redes sociales de una forma segura y saludable es establecer un tiempo de uso muy limitado. En el caso de menores, además se recomienda que hagan un uso conjunto con la familia, por lo menos durante un tiempo para enseñarles a detectar riesgos, a poner contexto e interpretar correctamente lo que están viendo, para guiarles y enseñarles a hacer un uso seguro y saludable. La tercera recomendación básica es hablar constantemente del mundo digital, de sus riesgos y de su prevención.
Pero claro, es muy difícil que los adultos eduquen en un uso seguro y saludable de las redes sociales si la mayoría de adultos no sabe hacer un uso seguro y saludable de las redes sociales ni conoce realmente los efectos del uso excesivo de pantallas, de ver pornografía, de lo fácil que se puede desarrollar ludopatía con las apuestas deportivas, de los efectos de las redes sociales en la salud mental o cómo están diseñadas para generar adicción… Los adultos necesitamos formarnos urgentemente porque la mayoría las usamos a diario y cada día lo hacemos durante más tiempo.
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Privacidad
Hay muchas familias que eligen respetar la privacidad de sus menores y no entrometerse en lo que los menores hacen en sus redes sociales, ni en las comunicaciones que tienen con otras personas, conocidas o desconocidas. Dicen que confían en sus hijos e hijas, en su madurez, y en que harán un uso seguro y responsable de las redes sociales. ¿Un menor puede hacer un uso seguro y responsable de algo si nadie le ha enseñado a hacerlo?
Por otro lado yo podría confiar en que alguien está haciendo un uso seguro y positivo de las redes sociales, si esa persona tuviese el hábito de mostrarme de vez en cuando lo que hace, o de contarme habitualmente qué es lo que está viendo, cómo se siente con determinadas vivencias que tiene o qué cosas le llaman la atención, es decir, si tuviésemos una comunicación fluida y una confianza real entre los dos.
La realidad es que según la mayoría de investigaciones, como por ejemplo el último estudio que la Fundación ColaCao y La Universidad Complutense de Madrid hicieron sobre el ciberacoso en 2024, más del 80% de los menores no cuenta en casa nada de lo que vive o hace en Internet.
Si no hay una guía en el uso ni una comunicación fluida y si se permite que los menores usen las redes sociales sin ningún tipo de control ni limitaciones, lo que muchas familias llaman confianza es realmente abandono. Les están abandonando a su suerte en el mundo digital. Les permiten usarlas y rezan para que no les pase nada. No tienen ni idea de lo que los menores están haciendo o viviendo en las redes sociales.
En la adolescencia
El tema de los adolescentes y las redes sociales no es fácil de gestionar. Lo sabemos los que nos dedicamos a la educación digital y sobre todo lo saben todas las familias. Es complicado, requiere un trabajo continuo y mucho esfuerzo. Un trabajo que las familias en general no están dispuestas a hacer.
Prácticamente todos los adolescentes usan las redes sociales, la mayoría sin control, y solamente un ínfimo porcentaje de las familias acude a las formaciones y sesiones que desde muchos ámbitos se les ofrece para ayudarles con la educación digital. Exigen que los centros educativos formen a los menores pero no acuden a las formaciones cuando se les ofrecen a ellas. Escurren el bulto y miran para otro lado. No es falta de tiempo. Si supiesen lo que sus hijos e hijas ven y viven a diario en las redes sociales, estoy convencido de que muchos menores dejarían de usar redes sociales y de que las familias acudirían en masa a las sesiones que se les ofrece.
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