El neerlandés Mathieu Van der Poel, campeón del mundo en ruta y reciente ganador del Tour de Flandes, será de nuevo el gran favorito en la 121ª edición de la París-Roubaix, tercer monumento de la temporada de clásicas, que se disputa hoy entre Compiègne y el velódromo de Roubaix, con un recorrido de 259,9 kilómetros, de los cuales 57,7 serán en tramos adoquinados.

En ausencia de los grandes rivales, como Pogacar, Van der Poel está llamado a lograr dos dobletes: ganar dos años de forma consecutiva en el Infierno del Norte –esta vez con la cantidad de kilómetros de pavés más alto de los últimos 30 años– y ganar en el mismo año el Tour de Flandes y la París-Roubaix, una carrera en la que la supervivencia y los imprevistos hacen que sea muchas veces impredecible.

Sobre el papel, y visto su estado de forma en Flandes, Van der Poel lleva las papeletas ganadoras, pero rivales no le van a faltar en la lucha por el adoquín que se lleva como trofeo el vencedor, un título que justifica la carrera profesional de cualquier ciclista.

Van der Poel contará en el Alpecin con Jasper Philipsen, nada menos que el ganador de la San Remo. En oposición entrará el Visma de Christophe Laporte y Dylan Van Baarle, quien se impuso en Roubaix en 2022. Dos bazas de un equipo que lamenta las lesiones de sus dos estandartes, Jonas Vingegaard y Wout Van Aert, ambos con una clavícula rota.

También entrarán al desafío de la madre de todas las clásicas el Soudal Quick Step, con un trío interesante formado por los belgas Lampaert y Merlier y el danés Kasper Asgreen, así como el UAE Emirates con dos corredores en buen estado de forma, el alemán Nils Politt, tercero en Flandes, y el belga Tim Wellens.

En otra franja de candidatos conviene apuntar los nombres del danés Mads Pedersen (Lidl), en momento dulce, del italiano Bettiol (EF Education), y, por qué no, del alavés Oier Lazkano y del asturiano Iván García Cortina, combativos en Flandes hasta que Van der Poel decidió solucionar la carrera por la vía rápida.

Lazkano y Cortina compartirán los galones del Movistar en la batalla de los adoquines, esta vez con alguna chicane para, según los organizadores, disminuir la velocidad del pelotón en la entrada de algún sector adoquinado y velar por la seguridad de los ciclistas.

El dúo que componen el alavés y el asturiano tendrá el apoyo de una formación que completan Mathias Norsgaard, Remi Cavagna, Johan Jacobs, Vinicius Rangel y Manlio Moro.

Recorrido

La clásica de las clásicas, tal vez la más épica, la que ofrece todos los años fotografías de hombres rebozados en barro, tendrá además este año la mayor cantidad de tramos adoquinados de los últimos 30 años. La recuperación de los sectores de Briastre (km 111,3) y la aldea de Buat (km 128,5) supone un total de 55,7 km de adoquines, frente a los 54,5 km de 2023.

Los primeros 100 kilómetros de carrera se desarrollan por asfalto, un calentamiento para la pelea en las piedras que empieza a la salida del pueblo de Troisvilles (Km 96,3) y sigue el traqueteo en Quievy, uno de los dos sectores más largos con 3,8 km, seguido en esta edición por otro duro sector de tres kilómetros (Viesly- Briastre), que no ha sido utilizado desde la edición de 2019.

Un poco más lejos, se regresa al sector cuesta arriba de la aldea de Buat (Capelle-Ruesnes), lo que constituye el segundo cambio realizado este año.

De inmediato se presentarán tramos exigentes, antes del Bosque de Arenberg (2.300 metros, ya a 95 de meta).

Quedarán aún 18 sectores hasta meta, entre ellos los más legendarios, de cinco estrellas: Mons-en-Pèvèle (1.800 metros, a 48,6 de meta) y el Carrefour de l’Arbre (2.100 metros, a solo 17,2 de meta), donde Mathieu Van der Poel se marchó directo en 2023 hacia la victoria tras un pinchazo de Van Aert.