Las primeras etapas de la Itzulia han estado marcadas por las caídas, que amenazan con ser decisivas. Ayer se cayeron tres candidatos al triunfo: Roglic, Ayuso y Skjelmose. Roglic a falta de 40 kilómetros para Altsasu, y su caída nos brindó una imagen muy edificante del compañerismo, pues el resto del pelotón bloqueó la carrera hasta que el esloveno, que se había dejado dos minutos y medio revisando sus daños, se reincorporó al pelotón. Ayuso y Skjelmose, a falta de menos de dos kilómetros para la meta, en una montonera. Y anteayer, camino de Kanbo, fue Jay Vine el perjudicado al irse al suelo, perdiendo la tercera plaza, Veremos qué consecuencias tienen los golpes para estos ciclistas en las próximas etapas, pues en caliente no molestan ni duelen tanto.
Vine es un ciclista atípico, que encontró su hueco entre los profesionales sin haber competido en las categorías inferiores, sino tras haber ganado un concurso mundial de ciclismo por Internet, en rodillo, durante la pandemia. En mis tiempos el rodillo tenía un uso limitado. Se decía que sólo servía para mantener la forma, nunca para conseguirla. Pero ahora son aparatos más sofisticados, permiten simular recorridos reales programando resistencias equivalentes a las de los puertos de montaña. Podríamos decir que Vine es un prototipo de corredor “moderno”, seleccionado por su talento natural para desarrollar vatios, y minimizar la aparición de lactato en su cuerpo. No un corredor que llega desde la pasión, desde abajo, con todos los altibajos de la vida. Aunque la simulación más perfecta nunca podrá sustituir a la realidad, la experiencia de todo aquello que proporciona el ciclismo verdadero, ver los paisajes, percibir los olores del campo, sentir el sol sobre la piel, e incluso la lluvia, aquella que Vine no sufría en el rodillo.
Por lo visto hasta ahora en carrera, sólo podemos sacar conclusiones de la contrarreloj inicial, en la que dos corredores me parecieron los más fuertes: Roglic, ganador, aunque se confundiera de camino en los últimos metros y perdiera una decena de segundos; y Evenepoel, quien hizo una soberbia crono tras caerse. Ver cómo Remco doblaba a Kuus, el ganador de la Vuelta de 2023, era una imagen que recordaba aquellas del Indurain estratosférico doblando a Chiapucci, pasándole como un avión. Fue una pena la caída de Roglic que parecía tener el golpe de pedal que le faltó en la París-Niza. Espero que se recupere sin merma.
Evenepoel está ávido de venganza por el error cometido en aquella prueba, consintiendo una escapada que resultó definitiva en Niza. Vingegaard está agazapado pero, si se mantiene como en la Tirreno o en Galicia, es temible. La Itzulia es la primera carrera en la que se juntan estos tres mosqueteros y dará una medida de lo que será el año en las grandes vueltas.
Me resulta difícil, con el recorrido inicial de la Itzulia, que ha discurrido cerca de la frontera del Bidasoa, no hablar de nuestra memoria como pueblo; no traer al primer plano hechos relevantes, heroicos en muchos casos, sucedidos en esos lugares, y, sin embargo, poco conocidos. Hechos de los que yo, por el privilegio del entorno familiar y social en el que me he criado, más por mis propias elecciones y búsquedas de adulto, soy consciente. Siento lo que llaman los franceses el “deber de memoria”, es decir, el deber de contarlo. Si en Irun, en la estela del Tour de Flandes y del ciclista flamenco Evenepoel, recordaba a aquellos internacionalistas belgas que llegaron a esa ciudad para defender la libertad, la República; ahora, aprovechando que la etapa de anteayer finalizó en Kanbo, quiero recordar a los guerrilleros republicanos. Al maquis que en otoño de 1944 preparó la entrada en España para combatir a Franco. No con la idea ilusoria de derrotar al régimen fascista militarmente, sino con la de conectar la lucha por la democracia en España con la que los Aliados libraban contra el nazismo, contra Alemania e Italia, y que en esas fechas ya se sabía que iba a ser victoriosa.
Se trataba de que hubiera lucha armada en el interior para que se entendiera ese combate como una batalla más de la II Guerra Mundial. Y en Kanbo, Cambo les Bains, estaba uno de los centros de operaciones. Allí estaba instalada la X Brigada de guerrilleros, comandada por el lasartearra Victoriano Vicuña, Julio Oria, unidad integrante de la 102 División guerrillera con sede en Pau.
Desde Kanbo, zona ya liberada de los nazis en esas fechas y con la protección de las autoridades de la Francia libre y de la Resistencia, organizaban grupos que se preparaban para el paso de la frontera. Uno de los guías para encontrar los mejores y más seguros pasos de esos grupos armados futuros era el mugalari Marcelo Usabiaga, recién llegado tras fugarse dos meses antes de un cárcel española. Y muy cerca de Kanbo, en Salies-de-Béarn, estaba acantonada otra unidad de guerrilleros que se llamaba Batallón Vasco, comandado por el irunés Kepa Ordoki.
A pesar de los sacrificios en vidas que costó todo aquello, las incursiones guerrilleras fueron un fracaso, terminando con la mayoría de los guerrilleros detenidos o muertos, y sin que los Aliados, tras su victoria, quisieran saber nada de acabar con Franco, ni de ajustar cuentas con el fascismo en España.