donostia - Como el fútbol todo lo trasciende, hasta lo intrascendente, es capaz de colarse en el Giro. La celebración de Elia Viviani, que conquistó su tercera victoria, tuvo ese aire de coreografía futbolística, cada vez más planificada, menos instintiva, con cierto deje artificial. Hat-trick para el italiano que luce la maglia ciclamino, ese color tan de la Corsa rosa. Viviani pidió calma a toda velocidad después de resolver el esprint con autoridad. La victoria le arrancó el ingenio para garabatear una celebración de campo de fútbol. Nada de abrir los brazos y mandarlos al cielo. El italiano, al que Sam Bennett rastrea de cerca para llevarse la regularidad, gesticuló pidiendo calma al personal, un modo de decir: aquí estoy yo. Después dibujó algo parecido a un ovillo con sus brazos. Su firma antes de lanzar el puño al cielo, a modo de punto. Gol. El tercero. Capocannoniere del Giro. Con esa mímica, Viviani apagó el debate de las volatas. Al menos, ayer. Fue en Nervesa della Battaglia donde rompió el empate logrado por el irlandés el día anterior en Imola, cuando Viviani no encontró el circuito para mostrar su aceleración.

En vísperas del Zoncolan, cuando la carrera sea una disputa entre caracoles, Viviani se apresuró en mantener la calma de un modo muy teatral. Si la celebración de Viviani tuvo ese tic proveniente del fútbol, el saludo de Markel Irizar (Trek) a la conclusión de la aventura compartida con Andrea Vendrame (Androni), Alessandro Tonelli (Bardiani), Marco Marcato (Emirates) y Eugert Zhupa (Wilier) fue el de un tipo agradecido. Bizipoz y su alegría se contagiaron en una escapada a través del Véneto. Irizar, que se reencuentra con el Giro tras varios años de barbecho, disfruta con sus excursiones por la bella Italia. Entre Ferrara y Nervesa della Battaglia, Irizar enganchó su cuarta fuga en lo que va de carrera. El oñatiarra se entendió de fábula con sus colegas, pero ante una orografía plana, con apenas una chepa de cuarta en el último tramo, la suerte estaba echada.

El pelotón atravesó el paisaje jugueteando con el destino de Irizar y el resto. Aun así, el orgullo y los relevos solidarios les mantuvieron por delante hasta que a falta de cinco kilómetros el gran grupo les bajó la persiana a cualquier esperanza. Markel Irizar, alguien agradecido con la vida aunque esta le haya zarandeado con saña, se despidió de sus camaradas con un adiós generoso. Sonó a un hasta la próxima.

El de Esteban Chaves tuvo eco de derrota. El colombiano se extravió. Fue último. Otra vez perdido, a más de quince minutos en meta. Viviani no pierde el norte. Con la velocidad de nuevo como aliada tras unos días sin demasiado feeling con los asuntos de aceleración, también lanzó su saludo. El confeti de la victoria tras un periodo nublado. “Tuvimos dos o tres días realmente malos, pero estamos realmente decididos a mantener esta camiseta hasta Roma, y realmente queríamos ganar después del hermoso comienzo”, dijo el italiano tras pedir calma.