Donostia. No importa que el Tour no se decida en sus rampas, da igual. Los Pirineos tienen una magia especial capaz de atraer a miles de personas, muchas de ellas llegadas desde distintos puntos de Euskadi. Todo por un instante, un momento en el que los corredores ascienden entre los ánimos y el griterío de la gente. Quienes han ascendido entre las filas de personas que se van creando a medida que llegan los ciclistas dicen que esa imagen queda grabada en la mente. Lo mismo sucede con los que recorren un puñado de kilómetros para ver a sus ídolos sufrir, agonizar en unas subidas no aptas para cualquiera. La marea naranja, siempre presente en la ronda gala, no faltará a su cita y acudirá en masa a los diez puertos que en tres jornadas tendrán que superar los ciclistas.
Carreras por el arcén, pancartas, banderas y pintadas en las carreteras acompañan a los corredores mientras se retuercen de dolor, mientras tratan de encontrar con la mirada el final del puerto, de la agonía. Muchos de los ciclistas ya saben lo que es animar -ellos han vivido esa situación desde fuera- y es por ello que conocen la importancia de percibir esos ánimos, de sentir que el público les empuja en los momentos de debilidad.
Muchos de esos gritos y apoyos llegan por parte de los miles de seguidores vascos que, ikurriñas en mano y luciendo camisetas naranjas en apoyo a Euskaltel, acuden año tras año en masa a los Pirineos para apoyar no solo a los suyos, sino a todo el pelotón. No existen diferencias, el apoyo es el mismo para todos.
Este año, con motivo de la celebración del centenario de la primera ascensión a los Alpes, los Pirineos no jugarán un papel tan importante como en la edición pasada. De esta manera, tres serán las etapas que se disputarán en la cordillera, en la que los corredores vascos estarán como en casa debido a la gran cantidad de aficionados que, sin duda, se desplazarán a apoyarles.
Tourmalet y Luz Ardiden La primera jornada pirenaica se disputará el jueves día 14, y será la segunda llegada en alto de esta edición. Tres serán los pasos montañosos que deberán superar en los 211 km. que separan Cugnaux de Luz Ardiden, donde en 2001 Roberto Laiseka sumó la primera victoria de Euskaltel, donde se hizo realidad su sueño. Del mismo modo que hace diez años, la ascensión anterior a la de Luz Ardiden será otro coloso, el Tourmalet, todo un rompepiernas de categoría especial al que los ciclistas llegarán tras superar la Hourquette d’Ancizan, de primera categoría.
Aunque la carrera quedará rota tras la subida al Tourmalet, será en el último puerto donde se decida al ganador. Los 14,7 km. de subida, con rampas de hasta el 10% de desnivel, harán retorcerse a los ciclistas, como ya lo hicieran en su día Lance Armstrong, Richard Virenque o Miguel Indurain, ilustres vencedores en Luz Ardiden, donde solo se contabilizan siete finales de etapa.
Tras la primera toma de contacto con la alta montaña, la segunda etapa dará comienzo en Pau y finalizará en Lourdes, cerca del santuario. Será una jornada propicia para las fugas, para los aventureros, ya que solo tendrán que superar una dificultad montañosa, el col del Aubisque, puerto que coronarán a falta de 42,5 km. para llegar a Lourdes.
Por este motivo, parece que las diferencias en la línea de meta entre los mejores no vayan a ser decisivas. Aunque el Tour, la mejor carrera del mundo, siempre depara alguna sorpresa.
JORNADA ROMPEPIERNAS Tras un día casi transitorio, la tercera y última etapa será la más dura. Seis puertos en 168,5 km., entre Saint-Gaudens y Plateau de Beille, una etapa rompepiernas en la que cualquier fallo supondrá perder una gran cantidad de minutos en la línea de meta y en la que los corredores deberán controlar muy bien sus fuerzas. La parte más dura será la del final, donde los ciclistas afrontarán de manera casi seguida las subidas al col de Agnes, de primera categoría, al Port de Lers, de tercera, y la última y la más exigente, a Plateau de Beille, donde finalizará la etapa.
La última etapa pirenaica se decidirá en un puerto que solo ha sido final de etapa en cuatro ocasiones, pero que cuenta con tres vencedores de altos vuelo, tres de los grandes, los que dejaron su huella en París. Marco Pantani fue el primero en 1998, y a él le siguieron Lance Armstrong en dos ocasiones (2002 y 2004) y Alberto Contador en la última edición en la que se llegó, en 2007.