Donostia. Cuando hace 100 años, en 1911, a Henri Desgrange se le ocurrió ampliar el recorrido del Tour de Francia hacia nuevos territorios, hacia los Alpes, pocos o muy pocos podrían imaginar que, cumplido un centenario, las carreteras de gravilla por las que ascendían los heroicos ciclistas, iban a seguir siendo parte importante de la ronda gala. Un lugar decisivo que puede ser, junto a los Pirineos, el juez de la carrera, el punto que decida quién va a ser el que luzca el maillot amarillo por las calles de París.
Tres días, tres jornadas durísimas. Ilusiones por bandera y agonías varias serán las protagonistas en las duras rampas de los Alpes. La edición de este año, además, llevará a los corredores hacia la cordillera después de haber atravesado solo cuatro días antes los Pirineos, lo que otorgará un plus de dureza a los ya de por sí complicados puertos. La diferencia de altitud con la cordillera pireinaica será un hándicap a añadir, ya que los corredores notarán mayores dificultades para respirar.
La primera etapa, que se disputará entre Gap y Pinerolo, supondrá la única incursión de la ronda gala en otro país, en Italia. La jornada servirá como toma de contacto con la cordillera alpina y los ciclistas deberán superar el puerto de Sestrières, de primera categoría, y la Cote de Pramartino, de segunda. El puerto italiano, corto, de solo 8 km., está situado a únicamente 8 km. de meta, adonde llegarán tras un rápido descenso. Además de estas dos ascensiones, el pelotón tendrá que superar otros tres pasos de montaña puntuables antes de llegar a la línea de meta.
La primera etapa en los Alpes se disputará el miércoles 20 de julio sobre un total de 179 km., y será la antesala de la etapa reina, la más dura de la presente edición. Los ciclistas solo deberán ascender tres puertos, tres infiernos de categoría especial. El primero, el techo del Tour, será el col de Agnel, un gigante de 2.744 metros.
No habrá descanso para los corredores, que una vez que coronen y, tras un largo descenso, encararán la subida al col de Izoard, también a más de 2.000 metros de altitud. De nuevo, tras llegar a la cima, el pelotón enfilará el descenso hacia la localidad de Briançon.
En la localidad francesa, iniciarán el ascenso al puerto centenario, al Galibier. Lo harán por Lautaret, por la cara más amable para acabar a 2.645 metros. A falta de una etapa de montaña, esta parece que se va a convertir en la decisiva para conocer al vencedor final, ya que cualquier síntoma de agotamiento pasará especial factura a los corredores.
ALPE D’HUEZ La última etapa alpina, que será también la última de montaña, unirá Modane con Alpe d’Huez en una jornada de solo 109,5 km. El primer puerto puntuable será el Télégraphe, de primera categoría y de donde enfilarán hacia el segundo paso por el Galibier, que 100 años después de que se coronase por primera vez, tendrá el mismo honor que el Tourmalet en 2010, de forma que en esta edición el pelotón pasará en dos ocasiones por su cima.
Una vez que terminen el descenso y tras encarar varios repechos, llegará el último puerto del Tour, donde las posiciones quedarán todavía más claras a falta de la última contrarreloj.
Por lo tanto, Alpe d’Huez, donde ganaron Fede Etxabe e Iban Mayo, volverá a ser uno de los jueces de la carrera, un lugar decisivo para ver quién acaba luciendo el maillot amarillo en lo alto del podio de los Campos Elíseos.