Donostia. La prensa italiana tenía razón. Alberto Contador no está bien. Está súper. Como en los buenos tiempos. Como siempre. La víspera le bastaron los 600 metros de Tropea para dar rienda suelta a su instinto y dar un golpe de efecto. Lo de ayer en el Etna fue un puñetazo sobre la moral de la tropa rival. Falta aún mucha carrera, más bien toda, pero, tras su triunfo de ayer en el primer puerto de cierta consideración de este Giro de Italia que ya lidera, el pinteño es aún un poco más favorito que cuando partió de Turín. El volcán siciliano no era el más apropiado para que el molinillo del madrileño se pusiera a mil revoluciones. Por sus rampas tendidas que obligaban a mover el plato de 53 dientes, y por el viento de frontolateral que invitaba a ir agazapado a rueda, el Etna no parecía el mejor escenario para hacer diferencias. Pero las hizo.
Si en el simple repecho de la Rocca Nettune amasó el sábado 17 segundos en su haber, ayer, con un ataque a 7 kilómetros de meta, sumó 1:10 a su cuenta: 20 de bonificación y 50 de ventaja sobre Nibali, Garzelli, Arroyo -al que el fervor de un tifosi había roto el casco de un manotazo- y dos campeones del mundo en Verona 2004, Siutsou (sub'23) y Kreuziger (junior). Además de los 20 segundos bonificados, Antón cedió otros 59; Scarponi, Le Mével y Serpa, 1:07; Sella, Menchov, Joaquim Rodríguez y Sastre, más de dos minutos; Pozzovivo, Pinotti y Machado, más de cuatro; y Weening entregó una factura de 6:35 y con ella la maglia rosa.
Contador entró en erupción a falta de 7 kilómetros. Fue un ataque seco, continuado y a plato. Un estruendo del que solo Scarponi se hizo eco. Acto seguido, al resto le empezaron a caer segundos de ceniza a partir de las chispas que sacaban las bielas de Contador. "Tenía buenas piernas", reconocería después. Tan buenas, que Scarponi solo le aguantó mil metros, para verse arrastrado después por el río de lava que iba dejando el de Pinto a su estela. "Ha sido como una cronoescalada de siete kilómetros", calificó Alberto, al que nadie hizo los coros en su monólogo.
Pronto, echó mano a Rujano, que había atacado dos kilómetros antes, sin que un valiente Nieve pudiera cogerle rueda. A 5,5 de la pancarta, el madrileño y el diminuto venezolano, que parecía un ciclista de juguete colgado de un hilo del bolsillo de Contador, rebasaron a Bakelandts, último superviviente de una fuga de nueve desde el km. 40 -Popovych, Frank, Horrach, Lastras, Visconti...-.
Entonces, el capo de este Giro se volvió a Rujano y con un gesto con la mano le sugirió que pasara al relevo. Pero el sudamericano, tercero en la edición de 2005, bastante tenía con seguir agarrado al dorsal 181. Por detrás, unos veinte ciclistas trataban de salir indemnes del volcán, parapetados en un abanico tras un Niemiec agonizante. El polaco estaba exhausto tras su ardua labor previa para endurecer la subida para su líder, Scarponi. Pero era el único que tiraba, y es que el viento, y las escasas fuerzas, convidaban a no dar la cara. Pero eso es algo que no va con Contador, que a falta de 3 kilómetros logró su máxima renta: 58 segundos, que menguaron ligeramente por la marcheta de Niemiec -se apartó a falta de 2.200 metros- y los ataques sin fuste de Kreuziger y Nibali.
Contador no tenía nada que agradecer a Rujano y ganó la etapa. La primera de su palmarés. Aún está lejos de las cifras de los grandes del Giro: las 41 de Binda, las 25 de Merckx, las 22 de Coppi o, incluso, las seis de Hinault. "Ya cambiaba esta etapa por el triunfo en Milán", apuntaba el pinteño, que en 2008 se llevó la general pero ninguna etapa.
McEwen-Brown, fuera de control La doble subida al Etna dejó fuera de control a los australianos Robbie McEwen (RadioShack) y Graeme Brown (Rabobank), que acabaron a 59:35 de Contador. Tuvieron la dignidad de alcanzar la meta. Mark Cavendish, último a 26:35, se salvó del cierre por medio minuto.