"Apenas reconozco a esta nueva generación de ciclistas"
El italiano del Katusha, que regresa esta temporada después de año y medio sancionado por dopaje en el Giro de Italia de 2009 con las clásicas y la Vuelta como objetivo prioritario, dialoga con este periódico horas antes de echar pie a tierra en la etapa de Murgia y volver a casa
Murgia. Danilo di Luca (Spoltore, 1976) es metropatrón italiano. Un día baja al vestíbulo del hotel con el cabello largo, rubio y húmedo y un secador de pelo blanco en la mano. Otro, con el traje planchado y brillante colgado de una percha. O con un bolso de diseño, grande, marrón y de cuero. En la distancia tiene la mirada seria y opaca de la desconfianza; cuando se acerca, una mesita, dos butacas, el café humeante, habla sin barreras de lo que quiere volver a ser y lo que fue antes de la sanción. Ganó un Giro, el de 2007. Y la Vuelta al País Vasco de 2005. En la de 2000 ya había sido segundo, tras Klöden.
De aquello hace ya once años.
El otro día miraba la hoja donde viene el palmarés de esta carrera, vi mi nombre, tan lejos, y pensé: Es mucho tiempo. Esto ha cambiado mucho.
¿En qué lo nota?
En todo. El modo de correr y claro, los ciclistas. A esta generación de jóvenes apenas la reconozco. Antes había más respeto por los veteranos.
¿Usted ha cambiado?
Sí, también. Es algo inevitable. Con los años las personas maduran, crecen y van aprendiendo de las experiencias. Los errores te hacen comprender por qué pasan las cosas. He aprendido de los pasajes de la vida: de mi etapa de amateur, de novato en profesionales, el periodo de sanción... Eso te cambia como persona y como ciclista. Un ciclista no corre toda la vida de la misma manera. Ahora yo, por ejemplo, si tengo piernas para ganar, es difícil que no lo haga.
Habla de la experiencia. Horner tiene 39 años, Klöden 35, Basso 34, Vinokourov... En el ciclismo actual, los viejos ciclistas perduran.
La experiencia en el ciclismo de ahora lo es todo. No importa la edad. 36, 37, 38... Se puede ser igual de fuerte con esa edad que con 28. Decir eso hace solo diez años era casi una obscenidad, cosa de locos. ¿Qué ha pasado? Que el ciclismo no es ajeno a los cambios del mundo. La esperanza de vida en la sociedad es cada vez más alta; y la de un ciclista, también.
Dicen que la longevidad deportiva es una cuestión de mentalidad, de ser capaz de mantener intacta la pasión.
Lo importante es la cabeza. Tengo 35 años, pero me siento como con 25.
Pero no anda igual -tras la entrevista, Di Luca se retira en la etapa-.
Sí, es cierto. Pero no es cosa de la edad, sino del año y medio que he estado parado. Ahora mismo no soy como hace dos o tres años.
¿Volverá a serlo?
No es fácil. Necesito un periodo de cinco o seis meses de adaptación. Para el final de temporada puede que recupere mi nivel. El verdadero Di Luca se verá en la Vuelta.
¿Tanto se pierde en año y medio?
Yo pensaba que no, pero ahora estoy viendo que estaba equivocado. Me falta el poquito ese que te da la diferencia para poder ganar.
¿Mentalmente se ha resentido?
No. El verdadero reto es recuperar la fortaleza física. De cabeza me siento fenomenal. El problema es que en este tiempo entrenas a diario como si fueses a correr mañana, pero no lo haces. El matiz es importante.
¿Entrenaba pensando en volver?
Sí, siempre. Jamás pensé en que esto se acababa porque me siento muy joven. Aún tengo 3-4 años buenos.
¿Su regreso fue una casualidad?
Lo que fue casual es el encuentro entre el padre Marco Pozza y mi abogado en el vagón de un tren.
Cuente, cuente...
Pozza le contó que era tifosi mío, que quería verme, que quería hablar conmigo, que quería que volviese. Quedamos, me llevó a un colegio y hablamos de la vida, los errores y el perdón delante de 500 niños. Allí mismo firmamos el contrato con Katusha. Pozza va a escribir un libro para la editorial Mondadori en el que habla de su vida, de la maratón de Nueva York que va a correr, de mí, de cómo tras un periodo malo vuelvo a correr. Charlaremos en el Giro y la Vuelta y luego empezará a escribir.
Firmó un contrato para correr gratis.
Sí, era la intención, pero no pudo ser porque la UCI exige un mínimo.
¿El dinero ya no es importante?
No, no, claro que es importante. Pero esta es una forma diferente de correr.
¿Usted podría vivir sin el ciclismo?
Sí. ¿Por qué no? Tengo más vida que el ciclismo. Este año y medio he hecho cosas distintas. Abrí una tienda de bicis y soy constructor de cuadros. Se llaman Kyklos, que en griego antiguo significa círculo. Vendemos en todo el mundo, con distribuidores en Australia, Alemania, Austria, Inglaterra, Japón... y en el País Vasco. Patrocinamos un equipo profesional italiano, D´Angelo Antonucci-Nippo, un equipo discreto.
¿Los negocios le funcionan?
Van poco a poco, pero creo que tendré trabajo cuando deje el ciclismo.