ETAPA
1º David Moncoutie (Cofidis)5h.14:32
2º Serafín Martínez (Xacobeo)a 54"
3º Johann Tschopp (Boygue)m.t.
GENERAL
1º Igor Anton (Euskaltel) 32h.28:49"
2º Joaquim Rodríguez (Katusha)m.t."
3º Vivcencos Nibali (Liquigasa)a 2"
XORRET DEL CATÍ (ALICANTE). La etapa empieza en Villena con un minuto de silencio, homenaje póstumo y sentidísimo a Txema Rodríguez, y acaba en Xorret del Catí con un alboroto mayúsculo por un segundo. Allí, un botxo, un agujero entre peñascos, ha gritado orgulloso y sudoroso, la piel parda y brillante, Joaquim Rodríguez que es líder de la Vuelta, o más bien, que vuelve a serlo, pues ya vistió de oro en 2003 cuando era chico de la Once. Uno metros más allá, en medio de una nube de gente, bajo un sol de justicia, Anton, transformado y sereno, habla en tono melódico, sin lagrimeos ni lamentos, todo lo contrario, de un segundo de bonificación que ha cogido Purito en algún lugar de la etapa y que le aparta del maillot rojo. "No pasa nada", dice. Estaban igualados en la general, segundo y tercero a 10 segundos de Gilbert, líder anclado en el muro de Xorret. Y llegaron pegados ayer, emparedando a Nibali, quinto y séptimo, lejos de Moncoutie, que ganó su tercera etapa en la Vuelta en tres ediciones consecutivas.
El segundo fantasma, del que nadie sabe nada, vuelca el peso del liderato, también su gozo, claro, sobre la espalda estrecha y mínima, la cadera de bailarina, de Purito, y permite a Anton bañarse en su discurso prudente del día a día. Van ocho y quedan tres veces más quiere recordar el chico. "Me hubiese gustado ser líder, de veras, pero es algo que no me obsesiona. Seguimos ahí, muy cerca, a un suspiro. Eso es lo importante. Queda muchísimo. Todo", razona el galdakoztarra, que habla de la felicidad que le embarga, de las buenas sensaciones que le recorren el cuerpo desde los pies a la cabeza, el puente de mando que capitanea una travesía espectacular e ilusionante por la Vuelta. "De todas maneras", matiza como prueba suprema de su serenidad, "no hay que emocionarse. Pienso en las tres semanas y en aprovechar las oportunidades".
la sorpresa Su discurso de segundo en la general y hombre fuerte de la Vuelta junto a Purito, Nibali o Tondo, que fueron, con Sastre, aunque éste racaneando, sufriendo el látigo de sus jóvenes y explosivos rivales, los más fuertes en Xorret, dura aproximadamente cinco minutos, que es el tiempo que tarda Egoi Martínez en acercarse y decirle sonriente y eufórico: "¡Zorionak!". "¿Eh? ¿Por qué?". "Porque eres líder. Lo acaban de decir". Y Anton, descolocado, pierde un instante la compostura, su pose serena, la tranquilidad, se desequilibra y se pone colorado, el color del maillot de líder de la Vuelta. "¿Parece que no lo quiere?", le cuestionan. Y Anton, que digiere con celeridad lo ocurrido, que sigue hablando del segundo fantasma, que lo repite cada vez que le dicen que es el nuevo líder, que parece resistirse, pudoroso, a correr hacia el podio, acaba gritando: "¡Claro que me apetece! ¡Me apetece la hostia ser líder!".
Lo es por un segundo que no existió. Por una bonificación que Joaquim Rodríguez cogió, es cierto, en un punto intermedio que los jueces anularon después porque instantes antes una caída había arrastrado por el suelo a medio pelotón. En ella se vieron involucrados, entre otros, Denis Menchov y David Arroyo, dos de los favoritos que más sufrieron en la pared de Xorret del Catí, donde golpeó el Liquigas desde abajo, con un Zaugg desbocado al que ni siquiera su patrón Nibali pudo seguir.
Era la primera rampa. Allí se calentó Anton. Aceleró, se fue a por Zaugg y en el camino recordó que ya no era visceral y precipitado, que para estar arriba en la Vuelta, para subir al podio, también para ganar, quién lo duda ahora, hay que ser frío como un témpano, metrónomo de los esfuerzos, ahorrador. Así que se echó a un lado y se escondió. "Hay que dejar hacer a los demás". A Purito, que es pura dinamita, que soltó una andanada aprovechando un ataque tibio de Sastre mediada la subida y puso el pelotón, lo que quedaba de él, en rompan filas. Pedaleaban trémulos Mosquera, Luis León, Frank Schleck y Arroyo. Se atornilló al asfalto Menchov.
Adelante quedaron cuatro cuerpitos danzarines. Cuatro moscas. Por alados. Por ligeros. Purito, Nibali, Tondo y Anton. Sastre, pundonor y oficio, se agarraba con los dientes. Aparecía y desaparecía. Guadiana. Otro misil de Joaquim le volvió a descolgar. Y enfiló a los cuatro. Antón iba siempre el último. Regulaba. "No he querido entrar al trapo". Lo hizo sólo una vez, muy avanzada la subida, casi en la cima. Fue un golpe seco que sacó de punto a Nibali y a Tondo. Pero tan corto que pasó desapercibido. "Ni me he dado cuenta de que se han quedado", reconocía luego, en meta, hacia donde bajaron los cinco, Sastre sufriendo como un perro para no perder el tren de los intrépidos escaladores, delgaditos, pequeños y descarados, que se volvieron a pegar en el repecho que conducía a meta. Luchaba Purito por rascar algo más que el segundo que había conquistado durante la etapa. Exigió a Anton pero no le desmontó.
El catalán, Nibali y Anton entraron en el mismo tiempo. A tres segundos lo hizo Tondo; a seis, Sastre; a 33, Mosquera; a 1:07, Luis León, Frank Schleck y Arroyo; a 2:15, mustio, fatigado, tocado, Menchov. Y más de cinco minutos después, Egoi Martínez, que felicitó a Anton, le puso colorado y, como si fuese premeditado, le dio el relevo al frente de la Vuelta.
El navarro fue el último vasco que vistió de líder, en 2008, en la ronda estatal; Gorospe, hace 20 años, en 1990, el último vizcaino. "Ahora tocará currar", le dijeron a Egoi, y éste, despreocupado y eufórico, dijo que no era algo que le quitase el sueño. "Ya defendí un liderato en 2007. El del Tour. El primero de Contador".