PAUILLAC. Alberto Contador entra en la sala de prensa de Pauillac, una cancha multiusos cubierta y suelo gris de brea, y lo que más ansía es una silla para poder sentarse y calmar el dolor de piernas que le atormenta. "Me duelen como si aún estuviese sobre la bicicleta", dice el madrileño tras exhalar un suspiro enorme que describe mejor que ninguna palabra la enorme liberación que siente al ganar su tercer Tour, tras una crono en la que "he sufrido más que nunca". Cuando empieza a hablar, aún le late la voz.

¿Se esperaba un Tour así, tan justo, tan sufrido?

Todos los Tours son difíciles por unas cosas o por otras. Ahora mismo tengo en la mente éste, que ha sido muy duro y complicado, pero el año pasado, por ejemplo, también hubo momentos muy difíciles. Este año ha habido días en los que no me he encontrado muy bien. Esta última crono es un ejemplo. No sabría decir cuál ha sido el peor día de todos, pero sí que ganar este Tour no ha sido nada fácil.

Pero ha ganado, que era su objetivo.

El año ha sido inmejorable, pero las victorias no llegan de la nada. Detrás de cada una de ellas hay mucho trabajo. Hay quien dice que soy un corredor que compito poco, pero nadie sabe que paso el doble o el triple de tiempo fuera de casa en concentraciones para prepararme lo mejor posible. Eso desgasta.

Ha ganado el Tour por 39 segundos, que es el tiempo exacto que le sacó a Andy Schleck en la etapa en la que a él se le salió la cadena y usted siguió adelante. ¿Qué le dice eso?

Lo que me dice es que he sufrido mucho en la crono y he ganado el Tour.

Dice que ha sufrido, ¿pero llegó a pensar que el Tour se le escapaba?

¿Miedo? Creo que la peor referencia que me han dado es la de que Andy me sacaba cinco segundos. Estaba sufriendo, pero confiaba en mantener el ritmo. Me he concentrado en el pedaleo, en seguir dándolo todo pese a estar pasándolo realmente mal. Hasta el último momento no me he quitado las dudas.

En este Tour ha tenido días malos. ¿Tiene alguna explicación para ello?

Nunca sabes por qué suceden esas cosas. Para preparar una gran vuelta, más aún el Tour, entran muchísimo factores en juego. El ciclismo no son matemáticas. La preparación a veces te sale perfecta y otras, en cambio, no. En esta ocasión quizás no he conseguido llegar en mi mejor momento. He tenido días buenos y otros en los que no me he encontrado bien, pero he aguantado. Hoy -por ayer-, por ejemplo, ha sido uno de los días malos que quizás tenga que ver con el hecho de que pasé una mala noche por culpa del estómago.

¿Cuáles fueron esos días malos?

Los días malos no los comento. Es donde he ganado el Tour, no lo voy a decir.

En el Tourmalet le comentó usted a Indurain lo mucho que le había afectado la alergia este año. ¿Ha podido influir en su rendimiento en este Tour?

No lo sé, sólo sé que el invierno pasado fue muy lluvioso en toda Europa y eso ha provocado que mis problemas de alergia se multiplicasen. He tenido problemas durante gran parte del año, y antes del Tour estuve con antibióticos por un resfriado. Eso ha influido. Pero he ganado el Tour, que es lo que quería. ¿Que no lo he hecho con tanto margen como el año pasado? Ya, pero es que la preparación es ya de por sí lo bastante complicada como para andar midiendo las diferencias que uno va a sacar. Lo he ganado y es lo que cuenta. Todas las carreras se deciden por muy poco tiempo. Realmente, sabes que cualquier segundo es importante porque las diferencias son mínimas en todas las carreras, ya que la igualdad es enorme.

Andy ha vuelto a ser segundo.

Andy ha mejorado mucho. Es un grandísimo corredor. He compartido mucho tiempo con él, conozco su mentalidad y me identifico con ella. Si todo va bien, vamos a estar luchando el uno contra el otro durante mucho tiempo.

El año pasado le sacó usted más de cuatro minutos; éste, sólo 39 segundos.

Creo que él ha mantenido un enorme nivel, pero el que quizás no lo haya hecho he sido yo.

¿Qué siente ahora?

Una liberación grandísima. El sueño de cualquier corredor chico que coge la bicicleta y se monta por primera vez en ella es ganar algún día el Tour de Francia. El Tour es la mejor carrera y no se puede comparar con otras. Pero, a la par que un sueño, supone también una enorme presión tratar de ganarlo. Ahora mismo, nadie se puede imaginar el alivio que siento. Es por la presión externa y la que yo mismo me meto. Así que la liberación es enorme cuando se consigue.

Ha sido un Tour extraño por las polémicas, las caídas, las discusiones por si había que parar o no, cuándo hacerlo, cuándo no...

Hay muchas interpretaciones al respecto y no hay un guión predeterminado que indique como actuar en ese tipo de situaciones. Son normas no escritas que cada uno interpreta de una forma diferente.

Éste es su tercer Tour, ¿podría compararlo con el primero?

La de 2007 fue una victoria especial, pero no me la esperaba. No iba con esa idea al Tour y me sorprendió ganar cuando sólo iba a por el maillot blanco. Ahora mismo tengo un dolor de piernas increíble, pero, tras la crono de Angouleme en la que gané mi primer Tour, a las cuatro o cinco horas estaba tirado en la cama del hotel y las piernas me dolían como si aún estuviese andando en bicicleta. Ambos triunfos son diferentes.

¿Y usted es diferente, ha cambiado?

He cambiado mucho a la hora de tomar decisiones, tengo más experiencia. Pero soy el mismo corredor, tengo las mismas ideas.