Dante escribió de Tagliacozzo en el canto XXVIII del Infierno. Narró la derrota de Conradino de Suabia por Carlos de Anjou, que ordenó su decapitación.
El relato del Giro puede contar que Juan Ayuso pudo en el mismo lugar, siglos después, con Primoz Roglic, sorprendido con la aceleración del alicantino en los estertores de la montaña.
Hasta Ayuso no creyó del todo que el esloveno no estuviera prensado a su rueda cuando se agitó a escasos palmos de la cumbre en el primer final picudo del Giro.
Tuvo que mirar dos veces por el retrovisor Ayuso para certificar la ausencia del esloveno, que remontó después para ser cuarto, a cuatro segundos de la victoria de Ayuso, que la celebró con autoridad y entusiasmo. Embistió el cielo con los dedos índices y después se golpeó la pechera de general. Bautismo en el Giro. Un puño de autoridad.
“Ganar mi primera etapa de una grande en el Giro es súper especial. Sabía que tenía una sola bala, así que fui a fondo. Era importante salir de aquí con buenas sensaciones y recuperar el tiempo perdido en la contrarreloj”, dijo tras su eclosión. Ayuso confirmó su estatus.
Roglic, aunque perdió un ramo de segundos, prácticamente los que acumuló en la crono de Tirana por el influjo de las bonificaciones, cerró el plano con una medio sonrisa.
Sin Hindley, su principal alfil en el tablero, el esloveno parece feliz en el ajedrez. Como si el pellizco de Ayuso no le doliera demasiado en un final muy apretado, más pendientes los dorsales púrpuras de la defensa que de la ofensiva.
Los favoritos, unidos
Al rebufó de Ayuso entraron Del Toro, su compañero, y Bernal, que se asemejó al ciclista que fue antes de su brutal accidente. Cohabitaron los favoritos en la misma estancia. Tiberi y Carapaz estuvieron presentes en ese manojo, en un pueblo que fue fundado entre dos rocas. Feudo de las familias Orsini y Colonna, dos de las dinastías más poderosas de Italia.
Esa lucha de poder la representan Ayuso y Roglic. De momento, el esloveno manda en la general con cuatro segundos de renta sobre el alicantino. El Giro aún es un asunto claustrofóbico, pegados Del Toro, Tiberi o Bernal en menos de un menos de un minuto.
Giro de Italia
Séptima etapa
1. Juan Ayuso (UAE) 4h20:25
2. Isaac del Toro (UAE) a 4’’
3. Egan Bernal (Ineos) m.t.
4. Primoz Roglic (Astana) m.t.
49. Jonathan Castroviejo (Ineos) a 4:36
60. Jonathan Lastra (Cofidis) a 5:09
63. Igor Arrieta (UAE) a 5:17
70. Pello Bilbao (Bahrain) a 7:02
91. Xabier Mikel Azparren (Q 36.5) a 11:00
124. Jon Barrenetxea (Movistar) a 14:34
General
1. Primoz Roglic (Red Bull) 24h32:30
2. Juan Ayuso (UAE) a 4’’
3. Isaac del Toro (UAE) a 9’’
4. Antonio Tiberi (Bahrain) a 27’’
54. Jonathan Lastra (Cofidis) a 12:51
65. Igor Arrieta (UAE) a 16:42
73. Pello Bilbao (Bahrain) a 21:08
77. Jonathan Castroviejo (Ineos) a 22:04
120. Jon Barrenetxea (Movistar) a 44:16
128. Xabier Mikel Azparren (Q 36.5) a 51:31
Chi se en frega! En una traducción libre se puede entender como ¡a quién le importa! Es uno de los lemas no oficiales de la sociedad italiana y un vehículo para la felicidad.
También lo es Giro, al que los pueblos olvidados y ajados por el tiempo, descuidados por el mastodonte de la burocracia, agradecen el paso de la carrera porque los sucesivos gobiernos no se acuerdan de ellos.
El pelotón es una bendición que trae asfalto nuevo bajo el brazo y tal vez por ello el rosa decora los pueblos y las bandas de música tocan al paso del pandemónium de coloristas maillots.
Agradecidos, algunos habitantes cuelgan sábanas pintadas con frases que muestran ese reconocimiento y que también sirven como crítica y protesta ingeniosa. “Grazie Giro d'Italia per l'asfalto nuovo”.
El recuerdo de las caídas
En el mensaje va impregnada la ironía y la queja ante el abandono de las autoridades. En Italia siempre es aconsejable tener una vía de escapa alternativa al sistema. Un callejón adyacente al callejón sin salida del papeleo oficial. Jai Hindley no pudo observar esas sábanas.
A él le tocaron las del hospital tras la caída de la víspera, que le provocó la fractura de una vértebra y pasar la noche en observación porque sufrió una conmoción cerebral. No recordaba del accidente.
Hollman no tuvo problemas de memoria, pero estaba roto. Una doble fractura en el antebrazo derecho y una fractura complicada en la cadera derecha le recordaban el maldito día anterior.
Los costaleros de Roglic embaldosaron la ruta hacia Tagliacozzo, en los Abruzos. En esa región de Italia, en L’Aquila, Pello Bilbao abrió su amor infinito por el Giro. Anidó en la gloria el 17 de mayo de 2019.
Desde entonces se quedó prendado de Italia. La carrera se adentró entre montañas, al fin reconocible el rostro de la Corsa rosa, sus aristas, su personalidad arrebatadora, su orgullo, su arrogancia y su exigencia.
El día invocaba a las cumbres de Roccaraso, Monte Urano, Vado della Forcella y el descollar de Tagliacozzo, formidables sus rampas en la trama definitiva del puerto.
Prendió una fuga con Prodhomme, Garofoli, Doublé, Leemreize, Tonelli, Tarozzi y Scaroni que se tuvo que rendir en la ascensión definitiva, la que miraba a los ojos de los opositores a Roma. Era el primer escalón. Ondeó el estandarte de Ayuso.
Pedersen pierde el rosa
El puerto, largo pero tendido, invitaba al claqué, al zapateo veloz hasta que se erguía pendenciero y bravucón. A esas alturas, con el Giro sobre la vertical, el poderoso Mads Pedersen, lo mejor de la primera semana de la Corsa rosa, era un exlíder. El rosa se subastaba en la cima.
Pello Bilbao, sherpa de Tiberi, fijó la pauta después del paso del Ineos, con Castroviejo al mando, por la sala de máquinas. Se subía rápido, enfilados los rostros por un asfalto que era una moqueta sin pelusas bordado por la fertilidad de los árboles, festoneado por los ribetes verdes de la naturaleza exaltada y promiscua de la primavera.
Se agitó la montaña. El oleaje de las rampas duras, de dos dígitos, lanzó un directo. Majka, guía de montaña de Ayuso, pastoreó el grupo, cada vez más magro. Doblados los cuerpos, los rostros envejeciendo a cada palmo. El Giro cobrando facturas. Ciccone desenfundó. Le atajó Bernal.
La desconfianza se concentró. Miradas afiladas entre el bamboleo de los hombros. La danza entre las herraduras de la suerte. En ese final, pendientes los unos de los otros Ayuso, liberado, activó su reprís de esprinter de las montañas para someter al resto en el estreno montañero. Así tomó Tagliacozzo. Ayuso se destapa.