En nuestra sociedad, el vínculo del ser humano y su mascota, especialmente con los perros, es un ejemplo de amor incondicional y que muestra una gran conexión emocional. Para muchos, un perro es mucho más que un perro, es un miembro más de la familia. Sin embargo, cuando llega el momento de la despedida, la sociedad no está aún preparada, no reconoce la magnitud de esta pérdida y no brinda el apoyo necesario.
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El duelo por un animal es un tema tabú e invisibilizado. Las personas que pasan por este dolor suelen hacerlo en silencio con el temor de ser juzgados por humanizar a su mascota. Todo esto se suma a que en el Estatuto de los Trabajadores no se contempla permisos para procesar los primeros días de esta pérdida, como sí ocurre con otras. Esta falta de empatía por parte de la sociedad y las instituciones no solo minimiza el sufrimiento, sino que también refuerza la falta de legitimidad del sufrimiento por un animal. Estudios demuestran que los animales de compañía ayudan al bienestar emocional y combaten la soledad, por lo que podríamos decir que negar el duelo es negar la conexión emocional. Incluir permisos laborales por la pérdida de mascotas y fomentar la empatía con estos duelos es dar un paso adelante como sociedad hacia una comunidad más respetuosa con todas las formas de amor.