Soy Claudio, hijo de Rafael Munoa, recientemente fallecido. Escribo esta carta en nombre de mi madre y esposa de Rafael, Maite Fagoaga, y en nombre de mis hermanos Elena, Clara y Enrique.
Con estas líneas deseamos agradecer muy sinceramente todas las numerosas muestras de cariño que hemos recibido de un gran número de donostiarras y de muchas otras personas del resto de España y también del extranjero. Deseamos expresarles el amor, orgullo y satisfacción con que ustedes han llenado nuestros entristecidos corazones.
Rafael se ha ido y ahora está junto al Señor, llenando el Paraíso con dulces y voluptuosas pastoras, traviesos diablillos, angelotes cantores, marineros tatuados fumando pipa y generosas mujeres, Pierrot, Colombina y Arlequín, una luna que guiña al sol, gente alegre y sonriente atareados todos en sus faenas cotidianas.
Y estará rebuscando en los rincones por si ha quedado alguna pieza de plata española olvidada en algún lugar, con una marca interesante que no haya sido catalogada todavía.
Amamos a nuestro aita porque él nos amó con todo su corazón. Dios depositó en él una diminuta parte de su Luz, que brilló con humildad y generosidad, y nosotros tuvimos el privilegio de compartirla y disfrutarla.
A todos ustedes, gracias de todo corazón de parte de Maite Fagoaga de Munoa, Elena, Clara, Enrique y Claudio Munoa.