La ciudadanía vasca vive momentos de confusión aceptable, dudas razonables, reconversiones políticas varias, y empieza a vislumbrar algo más que intentos de normalización, intentos de pacificación e integración al amparo democrático, de exdesertores del voto.

La fuerza representativa de Bildu ha modificado la obcecación en visiones borrosas de país, etno-apocalípticas o de índole violenta sobre el futuro de este vilipendiado y maravilloso (como superviviente) pueblo vasco.

Los optimistas vemos el vaso medio lleno (como otras decepcionantes veces) y deseamos que la vida política que se le ha otorgado en las urnas a un partido recién nacido como Alternativa, como a otro a punto de fallecer como EA, y a esos miles de independientes (que buscan la independencia) que han recobrado el aliento, con el puente de plata que les ha puesto la sociedad vasca, comprometida como compensadora por el bien común de la paz y la reconciliación, nos lleve a buen puerto y pelillos a la mar.

No quiero obviar el esfuerzo titánico de los demás partidos democráticos para amoldarse a la normalidad "anormal" de la situación y dejar pelos en la gatera, donde se antepone el bien social a la búsqueda y captura de votos errantes -algunos se resisten pero no con la intensidad pretérita-.

Y por supuesto un reconocimiento a todos los nanopartidos -soy partícipe de uno- que son el verdadero acento de la diversidad y pluralidad que necesita este pueblo sabio y no caer en la previsible como triste polarización de varios partidos, que empobrece la democracia como la convivencia.

Y, por último, a ETA decirle que es el momento de desarmarse de violencia y armarse de valor para afrontar un proceso de paz y reconciliación. La goma de las oportunidades se ha estirado al límite, ya no da para más, ésta es la vencida. Sin duda, la sociedad lo sabrá valorar en su justa medida.