Francia se ha colgado el bronce del Mundial tras derrotar a Portugal (35-34) este domingo en Oslo en la antesala de la gran final. In extremis, pero la selección gala ha recuperado en parte ese colmillo competitivo que hizo grande a Les Experts a comienzos de siglo y sin estar en la esperada final, salva un metal que se le había quedado lejos en sus Juegos al caer en cuartos ante Alemania.
La selección gala ha arrancado dominante con el doble objetivo de facturar un metal para volver a casa y evitar que se lo levantara la gran revelación del Campeonato. Portugal, en cambio, ha sabido generar y aprovechar sus momentos de partido, tanto en la primera como, sobre todo, en la segunda parte.
Los franceses querían jugar a la velocidad de la luz y castigar así los errores portugueses, aunque en la jugada para el 13-11, ha pagado el exceso de velocidad e Iturriza, muy bien coordinado con la inteligente primera línea, ha igualado en la vuelta.
Aun así, un parcial de 3-0 con el pequeño de los hermanos Costa en el banquillo ha obligado al seleccionador, Paulo Pereira, a devolver a su pequeño mago a la pista para contener daños camino al descanso (19-17).
Portugal y su momento
Portugal, una de las selecciones que mejor juego ha demostrado a lo largo de todo el Campeonato (ha derrotado a Noruega, a Alemania y a España, y empató contra Suecia), ha evidenciado que solo con la calidad y la magia no basta para un torneo con partido cada dos días.
Sin ella es imposible avanzar fases; solo con ella, en cambio, es una botella de champán a la que se le va la fuerza. Hace falta madurez y solvencia como las que demostraron los lusos en la inferioridad que atravesaron mediada la segunda parte.
Sin venirse abajo, dos paradas de Capdeville, MVP del partido y que visitará Artaleku en 10 días con el Benfica, y un gran gol llevado de manera inmejorable a los seis metros para Iturriza le devolvieron la delantera (24-25), ampliada poco después al 24-26.
Ha sido el momento de Portugal y se le ha ido. Un mayor oficio de Francia, que ha devuelto al choque la velocidad del comienzo, le ha permitido sobreponerse y demostrar que, pese a sus recientes fracasos, cuenta con una plantilla de muchísimos quilates. Incluso los que debedejar en casa.
Su principal debe está en la portería, lejos de la época memorable de Thierry Omeyer. Pero contra Portugal, Bolzinger ha sido decisivo con una última parada, la que quizá evite críticas más feroces en el Hexágono: faltaban pocos segundos y en el marcador ya lucía el que sería el definitivo 35-34. Alivio francés y, pese al amargo sabor de la derrota, Portugal ha llegado a la colina de los dioses.