Barcelona. El Panathinaikos ganó al Maccabi Tel Aviv (70-78) en el Palau San Jordi y conquistó la sexta Euroliga de su historia, recuperando la corona que el año pasado se quedó el Regal Barcelona. Es el sexto título continental para el equipo verde, todos ellos logrados a partir de 1996, por lo que se confirma como el gran dominador del baloncesto moderno en Europa. El palmarés histórico lo sigue dominando el Real Madrid, con ocho entorchados, seguido del Panathinaikos y el CSKA, con seis. El Maccabi, perdedor ayer, se queda un escalón por debajo, con cinco.

También fue un día de gloria para Zeljko Obradovic, el técnico ganador por excelencia, que conquistó su octavo título europeo. Logró uno con el Partizan (1992), otro con el Joventut (1994), otro con el Real Madrid (1995) y cinco con el Panathinaikos, donde llegó en 1999 y al que ha encumbrado como la referencia en el Viejo Continente con cinco Euroligas: 2000, 2002, 2007, 2009 y la lograda ayer por la tarde.

La final se rompió en el tercer cuarto, cuando el PAO, gracias a su intensidad defensiva y una serie de aciertos en el tiro exterior, logró una renta de once puntos que supo administrar en el tramo final. Fue un encuentro intenso, en la pista y en las gradas, pues además de tratarse de dos de los mejores conjuntos del continente también son dos de los clubes con las aficiones más ruidosas y numerosas de Europa.

El Maccabi se mantuvo en el partido hasta que le aguantó su efectividad en los lanzamientos de tres. Eidson, la estrella en la semifinal contra el Real Madrid, y Pnini empezaron acertados desde los 6,75 y, gracias a eso, los israelíes no perdieron comba en el marcador durante la primer mitad. El Panathinaikos, por su parte, se movió desde el inicio al ritmo que marcaba Diamantidis, el mejor jugador de esta competición. El base griego, penetraba, dividía, y el resto ya era cosa de Batiste, Vougioukas y compañía.

Con Schortsanitis muy bien defendido por Aleks Maric (cero puntos del pívot griego en la primera mitad), al equipo de David Blatt solo le quedaba mover rápido el balón de dentro a fuera hasta encontrar una clara posición de tiro en uno de sus bombarderos. La jugada le salió bastante bien en los primeros veinte minutos, ya que al descanso el marcador era bastante ajustado: tres puntos (30-33) para los griegos.

Empezó mejor el Maccabi tras la reanudación, con un juego más equilibrado. Una penetración de Pargo y la primera canasta de Schortsanitis lo pusieron por segunda vez por delante en todo el encuentro (36-35, minuto 22). Pero sin juego interior es difícil sorprender a un equipo como el de Obradovic. El Panathinaikos volvió a responder con contundencia. Dos triples de Sato y una canasta de Nicholas firmaron un parcial de 8-0 que devolvía los siete puntos de ventaja a los griegos (36-43) y obligaba a Blatt a pedir un tiempo muerto.

La terrible defensa helena y tres triples casi consecutivos -dos de Sato y uno de Nicholas- dispararon definitivamente al conjunto ateniense, que al término del tercer cuarto tenía once puntos de ventaja. El último acto fue un quiero y no puedo del Maccabi. Pargo, Eliyahu y Eidson se echaron el equipo a la espalda hasta colocarse cinco abajo (64-69), a falta de 1:20 para el final. Pero entonces apareció la conexión Diamantidis-Batiste para acabar con las ilusiones hebreas, sellar la victoria helena y agrandar dos leyenda: la del Panathinaikos y la de su técnico, Zeljko Obradovic.

El Montepaschi, tercero En el encuentro por la tercera plaza, el único representante de la ACB en la cita, el Real Madrid, volvió a mostrar las limitaciones de su juego para perder ante el Montepaschi Siena por un contundente 62-80 que le hace salir muy tocado moralmente de la Final a Cuatro, a la que no acudía desde hace quince años.