"¿Ves? Ya te he dicho que el cuarto de hora de retraso no se lo iba a quitar nadie". Marko Banic, el croata anfitrión en Bilbao, se levanta como un resorte cuando ve entrar por la puerta de la cafetería a Javi Salgado, santutxuarra que esta vez ejerce de visitante. Ambos se funden en un sentido abrazo. Tenían ganas de volver a verse, por lo que accedieron encantados, dando todo tipo de facilidades, al encuentro que les propuso este medio. En primera instancia son ellos mismos los que se interrogan y las primeras vaciladas no tardan en aparecer. "¿Cuántas multas has pagado ya por llegar tarde a los entrenamientos?", cuestiona, pícaro, Marko. "Ninguna", contesta Javi antes de coger el rebote y salir al contraataque dialéctico. "Escuché hace días a Germán Gabriel decir que eres el tío más duro de la ACB. ¿Está loco o qué?". El de Zadar estalla en una carcajada y replica entre risas que "será que juega pocos partidos cada curso y que no se encuentra con demasiados pívots delante, porque si yo soy el tipo más duro es que la Liga es muy blanda". Así, entre constantes recaditos, que van desde los entrenamientos -"yo hay días que tengo que estar a las 9.00 de la mañana en el pabellón, pero he oído que vosotros vivís como reyes", lanza el bilbaino- hasta las preguntas del croata, orgulloso padre de una preciosa niña llamada Noelia, sobre cuándo se decidirá el de Santutxu a dar el paso definitivo hacia la paternidad, con éste último echando balones fuera, Salgado y Banic hablan de su pasado como hombres de negro, de su amistad y del encuentro de hoy en el que por primera vez en un partido oficial se verán las caras como rivales.

¿Cómo es la sensación de jugar contra un equipo en el que uno ha militado durante muchos años?

MARKO BANIC: Yo la viví hace dos años, cuando jugué contra el Zadar, y puedo decir que fue muy duro.

JAVI SALGADO: Yo tuve esa experiencia en pretemporada. Fue un partido muy raro. Jugar en Bilbao, en un pabellón en el que nunca había estado, contra un rival cuya camiseta vestí durante nueve años, contra mis ex compañeros... Fue todo muy extraño. Probablemente me ayudará el hecho de que este partido sea en Donostia, ya que en casa siempre te haces más fuerte. Será más raro cuando llegue el duelo liguero en Bilbao. Han pasado ya tres meses desde que cambié de equipo y quieras que no la situación se va llevando y me voy haciendo a todo. Al principio todo es diferente. Llegas al vestuario y no sabes ni dónde están las toallas...

M.B.: Tampoco te creas que nosotros tenemos eso muy controlado en el nuevo pabellón (risas). También nos estamos aclimatando. Después de tantos años en La Casilla...

J.S.: Es que yo en La Casilla conocía hasta a las señoras de la limpieza. Me conocía el pabellón al dedillo.

M.B.: Ver a Javi con otros colores es una situación muy extraña, sobre todo después de tenerle tantos años a mi lado en el vestuario.

J.S.: Sí, ahora delante de la grabadora dice eso, pero en el amistoso que jugamos en septiembre el cabrón se me quedó defendiendo en una jugada y me empezó en plan provocación: "¡Venga, ahora tú y yo!".

M.B.: Me conozco bien su variedad de fintas porque siempre nos quedábamos después de los entrenamientos jugando uno contra uno. Pero Javi siempre te engaña. Tiene muchos recursos y te puede tirar un triple, penetrar, pasar... Será interesante volver a tenerle delante.

J.S.: Lo de esa jugada en el amistoso me hizo mucha gracia.

M.B.: Esta vez intentaremos no encontrarnos.

J.S.: Mejor, mejor. Tú quédate por ahí dentro y a mí déjame tranquilo por fuera.

M.B.: ¡Hecho! Ahora, en serio. Mentalizarte para jugar contra tu ex equipo, sobre todo cuando has jugado muchos años en él, no es fácil. Hace dos años, contra el Zadar, yo ya pensaba en ese enfrentamiento desde meses antes. La forma de afrontarlo, de dejar las emociones a un lado...

¿Cómo se vive el paso de ser capitán y un referente en Bilbao a un jugador más en Donostia?

J.S.: He notado que los compañeros, el club y los técnicos me respetan bastante por mi trayectoria, por el trabajo realizado en el Bilbao Basket. En Bilbao también me sentía respetado, pero cuando llegué a Donostia me encontré con gente que decía: "Hemos fichado a Javi Salgado". Como si fuese yo... Es cierto que te tienes que ganar la confianza de los compañeros, del entrenador, aprender cómo funciona todo, el club, los entrenamientos, los desplazamientos, las rutinas... Todo es diferente y te tienes que hacer a ello. Eso sí, a nivel de respeto me he sentido integrado desde el principio. Conocía a Andy (Panko), a Ritxi (Uriz), a David (Doblas)... Además, el club se ha portado muy bien. En pretemporada me aportaron mucha calma con el tema de la lesión. En ningún momento me presionaron y me dejaron claro que lo primordial era recuperarme...

M.B.: ¿Y te encuentras bien ahora?

J. S.: La verdad es que sí. Estoy mucho mejor, en gran parte porque nunca me presionaron.

Ahora que sus caminos se han separado, ¿cómo recuerda Salgado al Banic que llegó en 2005?

M.B.: Seguro que me recordará como a un bebé.

J.S. Lo que ha progresado desde el día que llegó a Bilbao hasta ahora es increíble. Entonces se veía que era un jugador de gran talento, con unas manos increíbles para coger balones y para tirar, pero quizás le faltaba coger el ritmo, la intensidad de la Liga ACB. Txus le picaba y trabajó muy bien con él. En su primera temporada jugaba un partido bueno, uno no tanto, otro regular... En estos dos o tres últimos años ya hemos conocido al Marko que todos los días está bien, lo raro es cuando no lo está. Es un jugador de referencia, no sólo en la ACB sino en toda Europa.

M.B.: Yo no sabía muy bien qué esperar cuando llegué a Bilbao. Era mi primera gran experiencia fuera de mi país, donde me cuidaban mucho, estaba en casa y me trataban como si fuera de la familia. Yo creía que iba a ser llegar aquí, que iba a ser la estrella y que todo iba a ser de color de rosa. Poco a poco fui aprendiendo cómo había que funcionar. Con 21 años me hacía falta mucha experiencia. Pasé por momentos complicados, pero tuve el apoyo de mi mujer, mi familia, mi club, mis compañeros y mis técnicos. A estos últimos les debo mucho, ya que, por ejemplo, Txus Vidorreta fue el que me enseñó a competir en esta Liga, a estar a tope todos los días, a jugar duro, a ser un ganador. ¿Quién sabe dónde estaría yo ahora si hubiese tenido otro entrenador?

¿Y mandaba mucho Salgado en aquel vestuario?

M.B.: ¡Qué va! Javi es un tío tranquilo y correcto. A veces podía ser duro, pero siempre hacía las cosas de buena manera.

J. S.: Yo nunca he sido de imponerme en el vestuario. Es más, siempre me apoyaba en Savo, en Fred Weis, en Richard Scott los primeros años, en Marko los últimos...

M.B.: También en Paco (Vázquez).

J.S.: Por supuesto. Yo siempre contaba con ellos para tomar cualquier tipo de decisión porque me parecía lo correcto. Yo era el capitán, pero Paco me sacaba 300 partidos en ACB, Marko llevaba ya aquí muchos años y tenía experiencia internacional... El respeto te lo tienes que ir ganando y trabajando, no imponiendo.

M.B.: Es increíble que ahora sea yo el capitán. ¡Cómo ha pasado el tiempo! Ha sido todo muy rápido, me di cuenta de ello hace poco cuando vi una foto del día que aterricé en Bilbao (risas). En Javi he tenido un buen ejemplo a seguir. Es una gran responsabilidad, pero es un placer tener ese papel en un equipo que me lo ha dado todo. Llevar ese brazalete es muy grande.

J.S.: ¡Y hacer la ofrenda a la Amatxu de Begoña, que ya te vi hacerla con Paco!

M.B.: Sí, pero fue Paco el que se encargó de hablar.

J.S.: En un par de años te veo a ti dando el discurso en euskera. Yo te veo ya en plan Savo.

M.B.: Desde el primer día que llegué sentí una conexión especial. Estoy muy agradecido por el cariño que me tiene la gente y ojalá que este amor dure mucho. Yo aquí me siento como en casa. Incluso puedo decir que, exceptuando obviamente a la familia, en Bilbao me siento más querido incluso que en mi propia casa. Soy un tío nostálgico, pero éste es el único sitio en el que podría vivir exceptuando Zadar.

Tras el último partido del pasado curso ustedes se abrazaron en el Bizkaia Arena en una foto que dio mucho que hablar. Parecía que el que estaba próximo a marcharse del club era Banic, pero...

J.S.: Marko venía de pasar una semana muy mala con aquellas declaraciones sobre su posible marcha y yo con aquel abrazo quería demostrarle mi apoyo. Yo le dije en su momento que lo que hizo no estaba bien, que no eran las formas adecuadas, pero también le dejé claro que estaba con él. Entendía lo que sentía, lo que le pasaba por dentro, porque lo hablamos entre nosotros. En Gasteiz, después de caer en semifinales ante el Alba, estuvimos hasta las 6.00 de la mañana hablando en la habitación. Al acabar el partido, por lo que pudiera pasar, que nunca se sabe, yo le di un abrazo para hacer saber a la gente que Marko se podía haber equivocado o no, pero que había dado mucho por nuestro equipo.

Ustedes han sido durante años un ejemplo de fidelidad dentro del cambiante mundo de la canasta.

M.B.: Hemos tenido la suerte de estar mucho tiempo en Bilbao. Por aquí han pasado excelentes compañeros como Ronnie Seibutis, Salva Guardia...

J.S.: Gente que hacía mucho vestuario.

M.B.: Así es. Hemos sido un grupo muy especial, pero ahora hay muchos que no están ya con nosotros. El deporte muchas veces no respeta los sentimientos.

J. S.: Ya te digo yo que no lo hace.

M.B.: Al menos este curso tenemos la suerte de volver a tener un buen vestuario, con jugadores talentosos y buena gente.

J.S.: El de Marcelinho (Huertas) fue el mejor año.

M.B.: Aquel año fue impresionante. Lo disfrutamos mucho.

J.S.: Es que fue una locura. Yo les decía a mis amigos que tenía una panda de locos en el vestuario. Pero era una locura muy sana. Acababa el entrenamiento y Drago (Pasalic) se ponía a hacer el tonto en el vestuario, Savo le seguía el juego...

M.B.: ¿Y Luke?

J.S.: Luke estaba chalado. Se ponían a bailar cada vez que ganábamos un partido y aquello parecía una competición para ver quién hacía más el gamba. Yo miraba luego las imágenes en internet y flipaba.

M.B.: Recuerdo a Lucas practicando bailes y coreografías después de entrenar. ¡Qué tiempos más buenos!

Ambos ensalzan la importancia de Txus Vidorreta en sus carreras.

M.B.: Yo no habría llegado hasta donde estoy ni con otro técnico ni con otro club. Probablemente en otro equipo no hubiesen tenido tanta paciencia conmigo, no hubiesen creído tanto en mí. No es fácil trabajar para Txus, ya que es un técnico muy exigente, pero congenié con él y aprendí muchas cosas importantes.

J.S.: ¡Qué voy a decir yo! Para mí Txus ha significado muchísimo. Me fichó de León, viví dos ascensos con él, muchos años en ACB... Con 15 años tuve la gran suerte de que se cruzara en mi camino y me entrenase medio curso en Maristas, ya que luego pensó en mí cuando llegó al Bilbao Basket. Txus saca lo mejor de cada jugador y, como Marko dice, no es fácil trabajar para él porque para eso te tiene que tirar, exigir, pinchar... No es un técnico que si no haces algo te mande al banquillo, sino que te obliga a hacerlo al día siguiente; si no, pasado... Te exige y a veces eso conlleva a algún rifirrafe, pero los resultados están ahí.

Salvo el bache del curso pasado el club siempre ha ido creciendo. ¿Se nota en las exigencias?

M.B.: Sí. Por ejemplo, ahora tenemos un nuevo pabellón, lo que implica que el proyecto ha alcanzado una nueva dimensión. Ahora sentimos que todo es distinto a como era antes, ya que otras temporadas teníamos que cambiar de cancha para entrenar. Sí que es cierto que cada vez hay más presión, pero es normal porque este club avanza paso a paso.

Y a veces ese crecimiento choca con los aspectos sentimentales.

J. S.: A medida que el club va creciendo lo hacen también los objetivos y las exigencias. Cada uno hace lo que cree que es mejor para su equipo. Desde fuera la sensación que tengo con el pabellón nuevo es que en La Casilla éramos como una familia. Hablábamos con las mujeres de la limpieza, Drago les daba besos, Txipi les vacilaba... Era todo más cercano. Se ha perdido eso que se tenía con vistas a intentar que el equipo sea más grande. Ahora bien, ¿que se vaya a conseguir y en cuánto tiempo? No lo sé. Es difícil llegar al nivel de Baskonia o Unicaja. El Bizkaia BB está en ese camino. ¿Si es la fórmula correcta? No lo sé y tampoco soy quién para decirlo. El tiempo será el que lo diga.