La violencia obstétrica aún se ejerce en hospitales de todo el Estado. Y el motivo, es claro: "Venimos de una atención hegemónica, patriarcal y paternalista". Así lo defiende la enfermera y autora del estudio Violencia obstétrica en España, que concluye que casi un 40% de las mujeres siente haber sufrido algún tipo de maltrato relacionado con este tipo de violencia.

Desde la violencia física, a la psicológica o verbal, la violencia obstétrica toma muchas formas. Según Mena-Tudela, las más habituales de la violencia obstétrica son las diferentes formas de incapacitar a una mujer, no tomar en cuenta su opinión a lo largo de todo el proceso del embarazo, o el parto.

Para la experta, la forma de prevenirla y visualizarla es que deje de ser un tabú. "Hay que abordar este problema con concienciación, visibilización y formación", defiende. Asimismo, recalca la importancia de tratar los partos "como un proceso fisiológico que ocurre en el cuerpo, no como una patología".

¿Qué se considera violencia obstétrica?

—Cuando hablo de la definición de violencia obstétrica me gusta hablar del informe que la ONU publicó en 2019, que expone que reconoce la falta de consenso a la hora de definir la violencia obstétrica, pero a pesar de esta falta de consenso existen múltiples definiciones. Una es la de la ley del derecho de las mujeres a erradicar la violencia machista, es una forma de violencia contra la mujer y consiste en impedir o dificultar el acceso a una información veraz necesaria para la toma de decisiones autónomas e informadas y que puede afectar a la salud física incluyendo la salud sexual y reproductiva de la mujer. Pero siempre hay dos denominadores comunes.

¿Cuáles?

—La perdida de autonomía de la mujer y la otra es que causa un daño, sea físico, emocional, de vinculo con el bebé...

¿Qué consecuencias tiene en madre y bebé?

—Hay consecuencias en mujeres y bebés, pero también en las profesionales de la salud. Se han descrito la rabia y desconfianza hacia los profesionales sanitarios, problemas con la lactancia, incontinencia urinaria... Y sobre profesionales, estrés traumático, fatiga.. por experimentar traumas vividos por las mujeres.

Según su informe, casi el 40% de las mujeres declara haber sentido sufrir violencia obstétrica.

—Sí, es un dato terrible. Se acerca a la mitad de las mujeres que nos sentimos violentadas en nuestros procesos reproductivos. Es un dato que habla por sí solo sobre cómo es la atención en los sistemas sanitarios.

¿Cuáles son los casos más habituales?

—Incapacitar a las mujeres. Y esto en el proyecto de ley se nos desproveía de la autonomía en los partos, y es habitual actuar creyendo que hacen bien, sustituir su capacidad de decisión, decidir por ella... eso es de un paternalismo extremo a nivel sanitario. Te hago una intervención sin pedir permiso, sin obtener tu consentimiento, sin informarte de ningún modo... es muy habitual. Y la violencia verbal: "aquí los protocolos son estos", infantilizar a la mujer tratándola de Cielo, mamဠo meterle prisa para que de a luz.

¿Está normalizado?

—Totalmente. Venimos de una atención tradicional, de un modelo médico hegemónico muy jerarquizado, patriarcal y paternalista en el que los médicos, bueno la medicina, tiene una especie de poder de creer que los demás quedan desprovistos de sus conocimientos por encima de cualquier profesional e incluso de la mujer. Se actúa mucho en base a los protocolos, que no son evidencias científicas.

Explíquese.

—Son una serie de normas de orden para actuar de ciertas formas en los centros, pero no es algo a atenerse sí o sí. Debe prevalecer la individualización del cuidado.

En España se realiza un porcentaje muy superior de cesáreas a las recomendadas por la OMS.

—Sí, la OMS habla de que no hay que superar un 10 o 15% y en España estamos en un 24%. De hecho, en la sanidad pública es un poco menor, pero en la sanidad privada alcanza casi el triple de lo recomendado, con un 34,18%.

¿A qué se debe?

—A intereses económicos, porque al ser intervenciones mayores se cobra más a nivel de seguro privado y además permite arreglar agendas. Pero los partos no se deben atender así, no se puede ver como una enfermedad ni patología, es un proceso fisiológico que ocurre en el cuerpo de las mujeres y debería ser tratado como tal.

La violencia obstétrica ha quedado finalmente fuera de la reforma de la ley del aborto, tras la repulsa por parte del Colegio de médicos. ¿A qué cree que se debe esa reticencia?

—Yo me pregunto qué privilegios tienen miedo de perder. Es muy difícil negarlo tan tajantemente. y me sorprende el poder que tienen para que bajo su presión el concepto haya quedado fuera de la ley. Es necesario bajar este nivel de hostilidad, dejar de enfrentarse entre profesionales sanitarios. Y hay que dar un paso al frente para reconocer esta realidad que es muy grave para las mujeres y los profesionales de la salud para conseguir una atención de salud global, humanista feminista y que contemple la posibilidad de construir una atención de un futuro mejor de cara a la vida reproductiva de las mujeres en España.

¿Cómo se podría acabar con esta situación?

—Lo primero es la formación. Visibilizar este problema que sigue siendo un tabú, porque el colectivo médico se siente ofendido. Que podamos hablar y establecer un diálogo serio y la formación a todos los niveles, y formar a las mujeres, a las madres, en estas sesiones preparto, cuando les hablamos de sus procesos reproductivos y hablarles de no idealizar los partos. Pero también a los futuros profesionales, a meter el sesgo de género hasta la médula.

¿Cómo?

—Enseñarles que esto pasa y que no hace falta escribir cartas y cartas de quejas. Hay evidencias científicas que lo avalan: es un problema global, no puede ser que una mujer en Brasil, en Alemania y otra en España cuenten que sintieron los mismo al dar a luz. Hay que abordar este problema con concienciación, visibilización y formación. l