os mejores. La Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP) revalida a Osakidetza a la cabeza de los mejores servicios sanitarios del Estado, al contar con el mayor presupuesto y menores listas de espera, quirúrgicas y de consultas. No han analizado otros parámetros. Nos felicitamos. Llevamos así cuatro años, salvo un ligero pinchazo en el 2019, que nos adelantó Navarra en el sprint final. Pero no importa, todo queda en casa. El 89,2% de los vascos consideramos que la sanidad funciona bien o bastante bien. Los mandamases no han activado a los palmeros, aduladores y apologistas en nómina, para que amplifiquen las loas. Saben que existe amplio margen de mejora y que ese primer puesto, que será cierto, sólo es una anécdota.

Dicen que no hay médicos. En Euskadi nos faltan unos 200, pero, deberían acabar la frase. No hay médicos para esta atención primaria y es un problema en todo el Estado. Por ejemplo, Madrid sólo ha conseguido cubrir un 16% de los contratos ofertados en atención primaria a los MIR que han finalizado ahora su formación. A pesar de las terrazas, las cañas y la libertad que se respira.

Acabamos de comprobar la tendencia en la elección de las especialidades médicas de los jóvenes que se incorporaron el pasado lunes a su etapa formativa. Las primeras en cubrirse han sido las que permiten trabajar, con más facilidad, en la clínica privada, sin depender, en nuestro caso de Osakidetza, Dermatología y Cirugía plástica, evidenciando de paso, el desprestigio general de la atención primaria, la del ambulatorio, para entendernos. Corresponde a las administraciones implicadas adoptar las medidas para atraer a esos jóvenes a los centros de salud que, en todo el Estado, deberían disponer de, al menos, 9.500 médicos especialistas y 28.217 de enfermería más que los existentes, para alcanzar ratios equiparables a los países de nuestro entorno y atender el relevo generacional previsto para los próximos años por las jubilaciones.

Nuestros gestores de Osakidetza deben esforzarse en esos detalles de trastienda que tan bien conocen, que la mayoría de los usuarios ignoran y algunos más observadores intuyen. Adoptar medidas para que los profesionales que ahora están en los centros de salud, continúen.

Un conocido y prestigioso jefe de servicio del hospital Donostia, se lamentaba recientemente que 8 médicos de su equipo, habían abandonado su puesto de trabajo en los últimos cinco años, sin que ningún gestor se hubiera extrañado, ni preguntado el motivo. Se contrata un sustituto o asumen sus tareas los que quedan. Y punto.

Alguien debe cuidar la salud y el bienestar del personal sanitario, que se siente abandonado, para que no enferme con estrés o ansiedad por las condiciones laborales, para que no pidan permisos sin sueldo y, a costa de sus ahorros, los empalmen con las vacaciones hasta alcanzar finalmente, su fecha de jubilación. Para tratar de hacer más atractivo su trabajo y que no se "escapen" a la privada o a otros servicios, al extranjero y, en última instancia, cambien su actividad profesional por otras ajenas a la medicina, como está ocurriendo. En las empresas punteras, son competencias de recursos humanos. Hay que cuidar el talento, dicen algunos políticos. Incluso en la Madrid de Ayuso estudian la posibilidad de eliminar las guardias médicas de 24 horas.

Todo eso sin olvidar la conducta de los usuarios. No abogo por el trato reverencial para con el galeno y la prepotencia en sus ademanes, de hace sólo unas pocas décadas, pero no son admisibles la falta de respeto, las agresiones físicas o verbales que comienzan a ser habituales, especialmente si de una mujer se trata y las exigencias de pruebas exploratorias, analíticas, fármacos o determinados documentos (bajas), aunque el médico no los considere necesarios.

Decía D. Gregorio Marañón, que la mejor herramienta del médico es una silla para escuchar al paciente. Ese es el secreto. Y la ventaja de los médicos respecto a los veterinarios. Sus pacientes pueden hablar, aunque se enrollen. Los veterinarios sólo escuchar el relato enrollado del propietario y las manifestaciones mudas del paciente.

De reloj. Tiempo para los pacientes y para los profesionales sanitarios. Tiempo para la prevención, que también es atención primaria. Tiempo para atender las urgencias a domicilio con decoro y profesionalidad. Tiempo para los crónicos, que también tienen lo suyo. Tiempo para que el médico desarrolle bien su trabajo. Tiempo para que no se descompensen los pluripatológicos y evitar, en lo posible, que ingresen en el hospital. Tiempo para escuchar al jubileta con los achaques propios de su edad, pero ahora de bajón por el reciente fallecimiento de su vecino que, a lo mejor, sin necesidad de recetarle un somnífero, con unas palabras de ánimo, puede ser suficiente. Tiempo que no llega con agendas de 35-50 pacientes en un día.

Bajan las ratios de alumnos-profesor en nuestras aulas, de 17 a 11 alumnos y eso, dicen, se traducirá en mejora de la calidad de la enseñanza. Y tendrán razón. En mi época éramos entre 40 y 50. Tampoco salimos tan mal, bastante zurrados, eso sí. Lo que proponen tiene mejor pinta.

Quizás la atención primaria deba seguir esa misma senda. Y si bajamos los cupos de pacientes por médico, necesitaremos más médicos y más infraestructuras. Se disparará el gasto, hasta un 25% más, pero permitiría realizar medicina preventiva, educación para la salud, se atenderían patologías agudas y urgencias y se controlaría mejor a los crónicos y pluripatológicos, porque escuchar a un depresivo en consulta de 10 minutos o valorar una insuficiencia cardíaca descompensada y ponerle tratamiento en ese mismo tiempo, no es plan. O sea, se mejorará la calidad de la atención al paciente, un parámetro que no contemplan los de la FADSP.

Alubias blancas parrocas de Cintruénigo. Txipirones rellenos, en su tinta. Cerezas. Crianza Beronia y agua del Añarbe. Café. l

Nuestros gestores de Osakidetza deben esfor- zarse en esos detalles de trastienda que bien conocen