guna egunezkoarentzat; gaua gauezkoarentzat (El día para los del día; la noche para los de la noche) es una antigua fórmula de nuestra tradición que encierra una forma de ver y entender el mundo que rodeaba a quienes nos precedieron.

El Día de Todos los Santos de un tiempo a esta parte ha ido cambiando su contenido, convirtiéndose en una festividad totalmente diferente a la que nuestros ancestros vivieron. Hoy se ha convertido en tradición celebrar Halloween, una festividad que, aunque creemos de origen estadounidense, realmente proviene de la tradición celta. En esta fecha se solía celebrar el conocido como Samhain, un momento en que el mundo de los vivos y el de los muertos estaban cuando más cerca. No debemos olvidar que en esta época los días se van haciendo más cortos y, por tanto, el mundo de la noche, de las sombras, de lo, de alguna forma desconocido, se va haciendo más largo. En esta fecha se creía que los difuntos regresaban a los lugares que habían habitado. Era una fiesta que celebraba igualmente el fin de la cosecha, en la cual se despedían del dios del sol, el dios Lugh. Samhain significa “el final del verano”. Esta tradición viajó con los emigrantes irlandeses a territorio americano, convirtiéndose allí en el mundialmente conocido como Halloween.

En esta fecha era costumbre en Irlanda encender hogueras en las colinas, e igualmente se dejaban alimentos o se encendían velas en los exteriores de las casas para alumbrar a las almas de los difuntos.

También en nuestro territorio era costumbre el uso de la luz en esta festividad. Quizás la manera más conocida es en forma de argizaiola. La argizaiola es una tablilla de madera en la que se enroscaba una finísima vela. La tabla era de diferentes tipologías, formas y decoraciones. Solía colocarse, no solo en la festividad de Todos los Santos, sobre la sepultura, que solía estar en el interior de las iglesias. Esta sepultura se llamaba yarleku y se consideraba una prolongación de la propia casa. Se enterraban los cadáveres bajo la losa del yarleku, y cada losa tenía el nombre de la casa grabado. Los cadáveres se colocaban con los pies en dirección al altar mayor del templo. Solían encenderse argizaiolas durante el funeral, sobre el propio féretro, y permanecían sobre la sepultura de la familia durante un año, encendiéndose en las celebraciones religiosas. Una vez transcurrido el año, se prendían en esta fecha de Todos los Santos. La luz de la argizaiola guiaba al alma del difunto en su viaje al otro mundo, pero también simbolizaba el fuego del hogar. Era una forma de traer a la sepultura algo tan importante como es este fuego del hogar. En ella se solían colocar ofrendas como monedas que eran recogidas por la serora para futuras oraciones, también alimentos como el pan, ya que se creía que los muertos tomaban los nutrientes de estas ofrendas en forma alimenticia durante el oficio fúnebre. Una de los alimentos directamente relacionado con la muerte y con este Día de Todos los Santos es la castaña. En esta fecha se celebraba y aún se celebra una fiesta en varios puntos de la Península Ibérica consistente en asar castañas en una enorme hoguera encendida en la plaza de pueblos y aldeas. Parte de estas castañas se dejaban en el hogar para los difuntos que visitan la casa esa noche. Era costumbre comer estas castañas con las primeras cosechas de sidra, vino o aguardiente. Entre nosotros se llama gaztainerre, y en otros lugares magosto, amagüestu, magosta o finaos, y se celebraba en el País Vasco, Asturias, Cantabria, Galicia, Cataluña, León, Zamora, Cáceres o Canarias.

En la casa se solía mantener una vela encendida durante los días de Todos los Santos y de Difuntos, es decir, el 1 y 2 de noviembre, en la casa donde moró algún difunto recientemente fallecido.

Entre nosotros era creencia que las ánimas del Purgatorio permanecían en este mundo entre el mediodía de Todos los Santos y el mediodía siguiente. Estas ánimas generalmente buscaban ayuda de los vivos para cumplir alguna promesa que le quedó pendiente en vida al difunto. Si un alma se presentaba ante uno, se debían recitar determinadas fórmulas, como la que dice: Parte onekoa bazara, zer guna dozun ezaizu; parte txarrekoa bazara, zoaz nigandik zazpi estatuan (Si eres de buena parte, di lo que deseas; si eres de mala parte, aléjate de mí siete estadios).

Una vieja leyenda nos cuenta cómo un navarro cambió de sitio para su beneficio un mojón fronterizo en el paraje de Irumugata, al morir, su alma vagó errante por allí mientras gritaba: Irumugatako mugarria / nere animaren galgarria / Nun sarr, nun sarr? (De Irumugata al mojón / de mi alma la perdición / ¿Dónde meterlo, dónde?)

Claro está que un elemento como la cera tomó una importancia incomparable en estos rituales de la muerte, y por lógica en la propia festividad de Todos los Santos. Las hacedoras de este producto son las abejas, unos animales de extrema importancia en el mundo rural vasco y, por otros motivos más, digamos, ecológicos, imprescindibles para las sociedades actuales. Era costumbre que cuando alguien moría en un caserío se acudiera a la colmena para pedir a las abejas que fabricaran más cera con el fin de poder alumbrar a su dueño. Para ello se empleaban diferentes fórmulas, como aquella que recogiera el imprescindible don José Miguel de Barandiaran y que dice: Iratzar zite, buruzagia hil zaizie (Despertad, que se os ha muerto el amo). O aquella otra que recogiera Julio Caro Baroja y que dice así: Erletxuak, erletxuak /egi zute argizaria/ Nagusia il da, ta / bear da elizan argia (Abejitas, abejitas / haced cera./ El amo ha muerto / y necesita luz en la iglesia).

Por último, decir que la vieja mitología de los vascos relacionó la muerte con una de sus principales deidades, como fue la luna. El nombre de la luna, en muchos casos lleva la raíz il. Por ejemplo, illargi, ilazki, iretargui... siendo considerada como la luz de los muertos. De hecho, la manera de aparecerse las almas de los muertos a los vivos, de lo que ya hemos hablado, es en forma de luz. La luna marca las mareas, los momentos de corta de madera, la poda de determinados árboles, la siembra e incluso el corte de pelo. De la importancia de este astro en la cultura tradicional nos da testigo el hecho de que en muchas zonas de nuestra tierra se utilizasen fórmulas para saludar a la luna, como la que dice: Illargi amandrea, zeruan ze berri? (Luna, abuela, ¿qué nuevas en el cielo?)

Presidente de la sociedad cultural Hojarasca