l jueves pasado, la cuadrilla del txakoli de Kañoietan (ahora fraternalmente acogidos en Gaztelupe por las obras), utilizando la red de Lurraldebus, nos desplazamos al Museo de Ferrocarril, ubicado en la antigua estación de Azpeitia y sus anejos. Gipuzkoa tuvo una de las redes ferroviarias más tupidas de Europa y, por diferentes motivos, se fue al garete. Con lo bien que nos vendría ahora. No es el único aliciente para el viajero curioso que esconde la taurina villa ignaciana. Ya volveremos. España se aisló de Europa por ferrocarril en 1846, cuando optó por un ancho de vía de 16,68 centímetros cuando la europea era y es de 14,35 centímetros. Seguramente, los miembros de la comisión de ingenieros que informó al respecto en noviembre de 1844 no habían visto nunca un tren. Las consecuencias de su atrevida ignorancia ferroviaria las soportamos en la actualidad porque el 96% de las mercancías en España viajan por carretera. Sólo el tren puede transportar más carga que toda la red vial, pero aquí no se ha hecho nunca esa apuesta y carecemos de infraestructuras al efecto. Otra cosa será en Euskadi cuando tengamos el tren de alta velocidad.

Tras el hamaiketako en el bar Ertz, fuimos a explorar la no menos taurina Zestoa, otra joya del Urola Medio, recordando la fugaz estancia de Pío Baroja como médico y la tragedia del bus arrastrado por la riada del 15 de octubre de 1953 en la que perecieron una veintena de personas, entre ellas, el veterinario de la villa, D. José Sanjuan Lafita. Tras comer en el Agustín, visitamos la réplica de la cueva de Ekain de Deba.

No se ha acabado el covid-19, en contra de lo que queramos creer. Los indicadores lo ponen de manifiesto. Estamos vacunados un alto porcentaje, todos menos los enteraos, que caen a diario en el hospital. Menos que antes, porque han descendido las posibilidades de que les toque la fatal lotería, pero el bombo sigue girando y, de vez en cuando, da premio. Igual nos precipitamos con el levantamiento de las medidas, pero ya no tiene remedio. Tampoco la inmunidad que ofrece la vacuna es absoluta. Y los vacunados debemos mantenernos alerta. Mascarilla, que tanto nos molesta a algunos, lavado frecuente de manos y ventilación adecuada en locales cerrados y viviendas. Y ahora atentos a la vacuna de la gripe. Nuevamente falla la comunicación del Departamento de Sanidad y, con su habitual torpeza, alborotan a la ciudadanía, que se lía con las edades, la tercera dosis y la vacuna de la gripe. Parece que no tiene remedio. Hace unos días, en nuestro grupo de reflexión Xagu, recordábamos la primera pandemia del siglo XXI, aquella zoonosis que se denominó SARS(severe acute respiratory syndrome), originada en la región de Guangdong, al sur de la China, en noviembre de 2002 y controlada a finales de junio de 2003, que produjo 8.422 casos y se cobró 916 vidas en 29 países de los cinco continentes. Participé en el grupo técnico que el Departamento de Sanidad, con el consejero Dr. Inclán, dispuso para el seguimiento de la pandemia y la adopción de medidas en Euskadi, llegado el caso y, tras varias sesiones de trabajo, elaboramos un cuerpo de doctrina con varios supuestos tácticos. En algún sitio estará.

Durante los casi nueve meses de pandemia, la información procedente de China fue escasa y de baja calidad. Dos meses tardaron las autoridades chinas en alertar a la OMS sobre la aparición del nuevo patógeno y tampoco fueron especialmente transparentes con las cifras de contagios, muertos y propagación del nuevo virus que, para el 1 de marzo de 2003, ya se había hecho presente en Hong Kong, Vietnam, Canadá y Singapur. Se achacaba entonces al hermetismo que caracteriza al país y su partido único. La realidad parece estar relacionada con la desastrosa gestión del problema y la falta de medios. Algunos purgarían su ineptitud reeducándose oportunamente.

Pero los dirigentes chinos no estaban dispuestos a volver a sufrir el oprobio mundial y optaron por invertir en sus universidades, incrementando en capacidad de investigación científica, técnica y médica, formando a numerosos investigadores en universidades occidentales, para luego regresar a su país atraídos por los incentivos de laboratorios bien dotados, ascensos, financiación de investigaciones y buenos salarios.

El cambio cultural y científico que se ha producido en China es gigantesco y no exento de polémica dentro de sus fronteras, según relata el Dr. Richard Horton, director de The Lancet y lo han venido demostrando desde el inicio de la actual pandemia. La ciencia china se ha incorporado e integrado en la iniciativa científica internacional. El 24 de enero de 2020, el equipo dirigido por el Dr. Bin Cao, del Hospital de la Amistad China-Japón en Pekín, notificó los primeros 41 casos, describiendo síntomas y amplia información clínica en inglés y sin ningún tipo de censura, dando a conocer a los médicos de todo el mundo esta desconocida neumonía.

Otra cosa es lo que decían Donald Trump y sus palmeros a través de la prensa internacional.

Tampoco tiene nada que ver con toda la mercancía averiada que los chinos vendieron a Occidente como coadyuvante de la pandemia. Un juzgado madrileño abre diligencias contra quien fuera ministro de Sanidad, Salvador Illa, por un presunto delito contra la salud de los trabajadores, por la importación de mascarillas y equipos de protección sin homologar, adquiridos a través de una empresa conseguidora, me imagino que cercana a su partido, a la firma china Garry Galaxi y que se distribuyeron durante los cinco primeros días de la pandemia entre los profesionales sanitarios, que no impidieron que algunos se contagiaran en sus puestos de trabajo. Les engañaron como a chinos.

¿Qué pasa en Onkologikoa? La confusa nota que leyó la consejera embarulla más que aclara. Igual se trataba de eso.

Hoy, hongos salteados y merluza en salsa verde con almejas. Higos frescos al horno con reducción de Pedro Ximénez. Txakoli Urruzola. Un plátano de Canarias. Con el café, palmeritas de Gaztelo de Urnieta.

El cambio cultural y científico

que se ha producido

en China es gigantesco y no exento de polémica