Escribir puede ser un fantástico vehículo de introversión, una manera de bucear hacia nuestro interior y espantar aquellos fantasmas que nos habitan. Pero también puede ser una maravillosa forma de dar rienda suelta a nuestra imaginación. Escribir puede convertirse así en una afición gratificante, que además tiene una serie de ventajas como que no hay límite de edad, apenas supone gasto y no hay que partir de unas condiciones físicas determinadas.

Ana Merino, donostiarra y apasionada de la literatura, lleva años “contagiando” su afición por la lectura y la escritura e impartiendo talleres de escritura creativa y tertulias literarias. Sobre cómo hacer aflorar el escritor que llevamos dentro, Ana lo tiene claro: “A escribir se aprende escribiendo, pero también leyendo bien y, sobre todo, bueno. Cuantos mejores libros buenos leas, mejores maestros tendrás y mejor escritor serás”, afirma categórica.

La clave antes de lanzarnos a escribir, aclara Ana, es observar cómo lo hacen los escritores consagrados. “En mis clases tiendo a utilizar textos de autores consagradísimos porque son sus técnicas y su forma de crear las que se utilizan en la narrativa de hoy en día. ¿Los imprescindibles? Los cuentos de Ignacio Aldecoa, los relatos del noruego Kjell Askildsen, las descarnadas historias de Eider Rodríguez, las realistas y tiernas de Chéjov... Partiendo de esos ejemplos, trabajamos el estilo narrativo, las técnicas para describir un personaje, etc.”. No es casualidad que Ana recomiende la lectura de relatos cortos, un género denostado hasta hace unos años. A partir de la lectura y comentario de la misma, Ana plantea ejercicios de escritura a sus alumnos, partiendo de la idea de que lo mejor es intentar salir de la zona de confort: “Utilizar una técnica que nunca hayan utilizado, abordar un determinado tema o describir un personaje que no hubieran elegido”.

Otra de las máximas de esta profesora de creación literaria es dejar reposar el escrito. “Siempre aconsejo dejar reposar el texto al menos durante quince días; es realmente importante tomar una distancia desde que lo escribes hasta que lo vuelves a leer, porque ahí es donde aprecias si se entiende bien el mensaje, si hay repeticiones, etc. A partir de ahí es cuando pules el texto”.

Finalmente, el proceso se completa mediante la exposición pública del texto. “Una vez pulidos los textos, los leemos en voz alta para después comentarlos. “Esta parte resulta bastante dura, sobre todo para quienes no comparten habitualmente lo que escriben. El momento en el que tus compañeros opinan sobre lo que les ha transmitido tu texto es muy bonito, pero también muy duro porque no siempre te van a decir lo que esperabas. En cualquier caso, es así como mejor se aprende, ya que el objetivo es que los demás entiendan lo que quieres contar”, concluye.