- Ha sido uno de los incendios de mayores dimensiones de las últimas décadas en Gipuzkoa y durante casi 48 horas, alrededor de medio centenar de bomberos y técnicos forestales se afanaron por luchar, no solo contra las llamas, sino contra el fuerte viento y las altas temperaturas que agravaron la situación originada en Bera y que se expandió por Gipuzkoa e Iparralde.

"Como estamos en la era digital, en cada momento disponíamos de la previsión meteorológica. Estaba anunciado que el cambio de viento, que era lo primordial, se diera sobre el atardecer del domingo, pero esa es una amplia horquilla y te puedes poner nerviosillo esperando. Sabíamos que el cambio de viento y la tan deseada lluvia iban a llegar, pero las horas no avanzaban todo lo rápido que queríamos". Quien habla es Josu Idigoras, director foral de Extinción de Incendios y Salvamento, y uno de los máximos responsables del operativo de este fin de semana.

La intensa lluvia, que comenzó a última hora del domingo, y el cambio del viento de unas horas antes fueron los mejores aliados para acabar con un incendio que devoró 400 hectáreas en Gipuzkoa y llegó hasta las 900 en Navarra y 800 en Iparralde.

Pero hasta ese momento, la lucha contra las llamas fue voraz, viviéndose momentos de gran dificultad: "Hubo momentos críticos porque el fuego era vivo, había mucho viento, era una zona boscosa, había que trabajar de noche... Creo que el peor momento fue al principio, porque al no tener medios aéreos no teníamos mucha información del alcance que tenía", cuenta Idigoras, que suma otros instantes de tensión: "A lo largo del domingo, hubo momentos en los que las personas desalojadas solicitaban información, querían volver a sus casas, pero no les podíamos dejar pasar porque estábamos esperando al cambio de viento".

Las llamas se acercaron peligrosamente a una zona habitada del barrio de Bidasoa, donde fue necesario desalojar por precaución 38 caseríos, dos restaurantes y una empresa, ya que el viento hacía que el riesgo de que el incendio se descontrolase fuera muy alto. "En muchos casos, la afección ha sido solo de humo, pero teníamos que preservar primero las vidas y luego las infraestructuras. Tenemos que dar gracias a que no ha habido ni pérdidas humanas y que ninguna de esas infraestructuras se ha visto dañada", valora Idigoras, que agradece la paciencia y el civismo de los afectados durante las horas de angustia vividas.

Un operativo complejo

El director de Extinción de Incendios y Salvamento de la Diputación explica que el operativo fue "complejo", primero por las dificultades meteorológicas y las dificultades de accesibilidad del terreno que rodeaban al incendio, y después por las largas horas de trabajo requeridas para acabar con las llamas. "Han sido muchas horas de trabajo en las que ha habido que hacer relevos de personal y todo eso. Eso conlleva un esfuerzo físico importante, pero estamos acostumbrados. Habiendo habido una buena coordinación se ha facilitado mucho las cosas", celebra.

Expone que, a lo largo del fin de semana, se dieron "todas las circunstancias" para que se produjera un incendio a gran escala: "Primero la climatología, con días de mucho viento y alrededor de un 30% de humedad, luego que era una zona de difícil acceso, con zonas de mucha pendiente a las que no podían llegar ni los camiones autobomba ni los 4x4... Eran un cúmulo de circunstancias que hacían que el fuego se pudiera expandir más".

Con este contexto adverso, comenzaron su actuación: "Nuestra labor fue primero la de estabilizar y luego la de extinguir el fuego. Los técnicos forestales estaban haciendo cortafuegos y los retenes de bomberos estaban atacando donde se podía al fuego y en otros casos, salvaguardando, conteniendo".

Idigoras explica que, ante un incendio de esta magnitud, hay "mucho trabajo sin fuego". "Teniendo en cuenta que uno de los factores principales es el viento, que te puede llegar a sobrepasar, tienes que acotar zonas y en muchos casos hacer tareas de vigilancia". Para eso, es necesario preservar los cortafuegos y tirar líneas: "Cara a cara con el fuego se trabaja mucho con palas y luego tirando líneas, es decir, hacer llegar lo más cerca posible los vehículos teniendo en cuenta que estamos hablando de recursos muy potentes que tienen que trasladar muchos litros de agua al sitio".

En este caso, además, los bomberos carecían de un soporte aéreo que pudiera colaborar con ellos en la extinción, así como proporcionarles información sobre el alcance de las llamas y la dirección de los distintos focos.

Con todo, Idigoras insiste en que están "preparados" para afrontar este tipo de situaciones con todas las garantías. "Ahora quedan que los técnicos forestales hagan una valoración de los daños", remata.