Su historia impactó y emocionó a partes iguales a la sociedad alavesa cuando, el 24 de marzo del pasado 2020, fue recibida con una enorme ovación por sus compañeros de Txagorritxu mientras era trasladada a planta todavía en camilla. Un vídeo grabado por uno de ellos, que no tardó en viralizarse y encabezar portadas, inmortalizó una escena inédita en la incipiente pandemia por coronavirus.

Ruipérez, que entonces tenía 52 años y ningún factor de riesgo, había pasado en la UCI del hospital 16 largos días, intubada y debatiéndose entre la vida y la muerte, pero logró salir adelante. Fueron jornadas tan largas que, cuando despertó, la vida en el exterior ya había cambiado por completo.

¿Cómo recuerda los días previos a su ingreso en el hospital?

Yo trabajé de tarde por última vez el domingo 1 de marzo. Acabé muy cansada y ya esa noche me levanté a las 6 de la mañana porque tenía algo de fiebre. Pero desde una semana antes o una cosa así, ya había estado con la garganta fastidiada. El 2 cogí la baja. Luego empecé con dolor de cuerpo y el jueves 5 fui a Urgencias porque mi médico de cabecera sospechaba que tenía una neumonía. Allí me negaron la prueba, y me vine a casa. A partir del viernes a la mañana ya casi se me ha olvidado todo, no sé si por la medicación que me dieron o por qué. Pero el sábado 7 ya debía estar súper ahogada. Volví a Urgencias y esa noche me ingresaron en planta. Estuve un día, pero empeoré mucho y fui directa a UCI. Desperté el 21 y estuve allí hasta el 24, y en planta hasta el 2 abril.

¿Cómo fue aquel despertar?

De esos días tengo bastantes sueños. Cuando desperté, estaba muy desorientada. Pensaba que no estaba en Vitoria. No sé por qué, se me metió en la cabeza que estaba en Basurto o Cruces. Todo eso y estar con el tubo fue muy agobiante. Tenía como muy mala leche. Pero el primer buen recuerdo que tengo fue ver a mi hija pequeña, que no había tenido contacto conmigo y pudo venir a verme el día que desperté.

Después vino ese gran recibimiento de sus compañeros...

?Madre mía... Me quedé muerta (ríe). Fue una sorpresa. Muy emotivo y muy bonito. Cada vez que lo veo todavía... Es de esas cosas que te dan fuerza. He estado muy arropada por ellos y por mi familia. A veces pienso que parece que tiene que pasar una cosa así para darte cuenta de que hay mucha gente alrededor apoyándote.

¿Qué tal se encuentra ahora? Porque le han quedado secuelas.

Bueno, tengo sobre todo el tema muscular y articular, con alguna tendinitis y el codo tenista en un brazo. Y ahora me van a dar también algo de rehabilitación en la zona de las caderas. Tengo más tocadilla sobre todo la zona izquierda del cuerpo. No sé si es por alguna postura de UCI, por el bicho, no lo sé... Pero lo mismo me duele eso, que la otra cadera me da pinchazos... Es una cosa un poco extraña. Porque también igual me voy a andar y paso de la hora, o estoy de pie en casa planchando, y se me pone ahí un dolor que... Ése es el miedo que tengo ahora, que se me quede algo de eso. Y me veo como estancada, con esa incertidumbre. He hecho rehabilitación puntualmente, he estado yendo a un fisio cuatro o cinco veces... El reumatólogo ya me dijo que no son lesiones graves, pero sí dan mucha guerra. Hombre, estoy contenta porque respiratoriamente estoy súper bien, desde el principio. Hago una vida más o menos normal, pero considerando normal sin el trabajo.

¿Qué le ayuda a seguir adelante?

Sobre todo, estas dos mocetas que hay por aquí (sus hijas). Tengo que vivir muchas cosas todavía.

Acaba de recibir la segunda dosis de la vacuna contra el covid. ¿Qué ha supuesto esto para usted?

Aunque al principio no era partidaria de ponérmela porque tengo anticuerpos, está visto que aquí hay que hacer algo. Porque es ya mucho tiempo con esto. Y ves que salen las nuevas cepas y el virus sigue dando mucho respeto.

¿Qué le viene a la cabeza cuando ve a gente que aún le resta importancia o actúa sin responsabilidad?

Jo... Que esto no es ningún juego y que yo estoy aquí de milagro. Que no es una gripe, que realmente algo hay ahí para que haya tanta gente en las UCI y tantas muertos. Y que todo esto no sólo les salpica a ellos, sino a toda la gente que tienen alrededor. Es una enfermedad muy solitaria.

¿Se ve trabajando de nuevo como celadora, más pronto que tarde?

A mí me gustaría, pero primero tengo que encontrarme físicamente bien. Estoy con tratamiento, ahora estoy mejor, pero psicológicamente... A ver. Espero recuperarme, pero sé que así no puedo trabajar. Físicamente, ¿como llevo una camilla? ¿Cómo estoy así siete u ocho horas?

La Inspección de Trabajo acaba de sentenciar que su contagio se produjo dentro del hospital y por ello le han reconocido su baja como enfermedad laboral. ¿Satisfecha?

Sí, muy contenta. Cuando estaba en la UCI, el sindicato con el que estoy (CCOO) inició una investigación sobre mi caso y, cuando salí, me llamaron de Inspección de Trabajo para saber cómo había pasado todo. Porque yo llamé tres veces a Salud Laboral, se me negaron las pruebas del virus... Y además yo me contagié antes del confinamiento, por lo que apenas teníamos preparación ni protección. Era una situación que no se conocía, está claro, pero es que en todo momento consideraron que los celadores no éramos personal de riesgo. Por eso, la sentencia me ha alegrado mogollón. No sólo por el tema económico, sino porque es un reconocimiento para el celador como personal de riesgo que es. No se nos puede negar eso.

¿Qué planes tiene para cuando todo esto pase?

Fíjate qué ingenua fui, porque cuando pasé a planta el 24 de marzo, dije que en septiembre haría una fiesta... Se lo dije a mucha gente, porque hago los años ese mes. Así que será en septiembre... pero a saber de qué año (ríe). A ver si va mejorando todo esto. Espero que pase pronto toda esta historia porque mucha gente lo está pasando mal. El plan es que se pase todo, y luego celebrarlo y vivir.