- Desde Zas! buscan no solo prevenir las discriminaciones, también poner en valor la diversidad cultural.

-Sí. El objetivo más inmediato es deshacer los estereotipos con la ciudadanía hasta dinamitarlos insertando la duda. Tratar de convencer a lo bestia no lleva a ningún lado, por lo que, con una pedagogía de otro tipo tratamos de hacer dudar a la gente acerca de aquello que seguramente lleva pensando toda su vida. Einstein decía que es más fácil deshacer un átomo que un estereotipo porque es el sentido común que te ha acompañado toda tu vida. A la larga, una vez conseguido, pretendemos que se generen actitudes de corte menos discriminatorio, pero también sacar a la luz el potencial de la diversidad cultural. Siempre que aparece desde el mundo político o desde los medios de comunicación está ligado al conflicto y se trata de hacer ver que es un hecho empírico, que está ahí y que probablemente vaya a más, pero tiene todo un potencial y una riqueza que raras veces se ponen en valor.

Para ello trabajan en tres ejes: divulgación, discurso y formación.

-No tienen ningún orden, pero el eje discursivo es el que más trabajo nos da porque no se trata de reaccionar frente a determinados discursos, sino poder ofrecer a la ciudadanía discursos alternativos. Muchas veces, ante un discurso xenófobo entramos directamente a discutirlo y aceptamos los marcos del relato que ha creado la otra persona. Por ello, cada vez que se elabora un material, un cuaderno o una infografía lo tenemos en cuenta. Todo eso luego tiene que tener un carácter divulgativo y, en ese sentido, los creamos de una manera mucho más atractiva y sencilla sin perder el rigor y la complejidad que conlleva. En ello también entran las redes sociales, que hoy en día son fundamentales. Estamos en Facebook y Twitter, pero quizás debamos empezar a pensar en Instagram o TikTok. Por último, el eje informativo surgió de una serie de seminarios con personas que querían ser lo que llamamos agentes antirrumores. A estas personas tratamos de darles trucos sobre cómo reaccionar ante determinados momentos como, por ejemplo, cuando, en la cena de Navidad, alguien, con el que estás vinculado emocionalmente, suelta una barbaridad sobre las personas de origen extranjero. Sacar el cuchillo no te lleva a ningún lado, así que tramamos otras habilidades comunicativas.

Ha comentado las redes sociales, ¿notan que cada vez más los rumores surgen de ellas?

-Sí. El ámbito de las redes sociales es como otra realidad en la que se están difundiendo una cantidad enorme de bulos, fake news, etc... Es un espacio de trabajo pero a la vez de interrogante, porque ¿qué haces en Twitter si te cruzas con una noticia que sabes que es mentira y que hay una intencionalidad de hacer daño obvia? ¿Te metes y contestas? Estas cuestiones las trabajamos. Es algo complicado porque además esa persona puede ser alguien conocido.

¿Están los jóvenes más expuestos que nunca a ellos?

-Sí están expuestos pero no diría que mucho más de lo que estuvimos las generaciones que no nacimos con redes sociales. Creo que ellos son muy hábiles y saben distinguir. Obviamente, el público juvenil nos interesa mucho y es al que quizás nos sea más difícil acceder, pero para ello también trabajamos desde el ámbito escolar. Ellos son los primeros conscientes de lo que se mueve y tienen más criterio de lo que pensamos. Un criterio de su edad pero que no es diferente al que tuvimos nosotros con sus años. Hay que educar, hay que estar ahí, pero también hay que confiar.

¿Tienen miedo de que con la pandemia se produzcan mayores desigualdades que arrastren más prejuicios?

-Aunque en un principio la lógica te lleva a pensar que en una situación así van a aumentar los rumores de carácter racista, lo cierto es que los datos estadísticos te dicen que no. A nivel estatal, la preocupación sobre la migración en plena pandemia es casi 0. Esto demuestra que no siempre ocurre. Con la crisis económica de 2008 también pensamos que se aumentaría el discurso racista en la medida que se buscaba un chivo expiatorio, pero no fue así. Hay que estar atentos siempre pero, en este caso, no en los prejuicios, que no se han alterado de antes de la pandemia, sino en las consecuencias específicas sobre una población que ya de por sí es vulnerable.

En general, ¿la sociedad vasca sigue teniendo muchos prejuicios?

-Hay de todo y lo más interesante es analizar qué factores juegan que determinada sociedad tenga mayores o menores prejuicios sobre la población extranjera. El nivel socioeconómico es uno de ellos, por supuesto, pero también el cultural. Yo diría que, en general, en Euskadi no hay una percepción negativa. Eso no quita para que haya momentos puntuales. Tenemos una percepción sobre nosotros mismos peor de la que realmente es. También es verdad que según qué tipo de colectivos estemos hablando. No todos generan la misma percepción en la sociedad vasca. No es lo mismo alguien de Chile o Argentina que alguien de Ecuador o Bolivia. Pero eso tampoco es lo mismo que alguien del Magreb.