Adolfo López de Munáin, neurólogo del Hospital Donostia y responsable del Área de Neurociencias del IIS Biodonostia, fue elegido por el Consejo Científico Externo de Biodonostia para estrenar el I Premio Máximo Goikoetxea.

Con una dilatada trayectoria en el ámbito clínico y de investigación en enfermedades neurológicas, López de Munáin comparte una pequeña parte de su experiencia con este periódico.

I Premio Máximo Goikoetxea. Profeta en su tierra.

-Cuando agradecí el premio ya dije que los premios no se buscan pero siempre se agradecen. Eso es válido para todos los reconocimientos, pero este es especialmente querido y sentido, porque lleva el nombre de una persona que ha sido determinante para la gestación de Biodonostia y que por sus habilidades y su anterior paso por la política conocía algo muy importante: la estrategia para saber cómo se gestan las cosas. En ese aspecto, Máximo era muy ducho y fue clave para poner en marcha algo tan complejo como este instituto.

A los profanos nos da la impresión de que en materia de enfermedades neurodegenerativas la investigación no va pareja con la obtención de logros en forma de tratamientos.

-El problema de las enfermedades neurodegenerativas asociadas a la vejez, como el parkinson o el alzhérimer, es que cuando emerge la clínica y aparecen los síntomas, (temblor, pérdida de memoria...) ya han pasado muchos años de evolución, de combustión lenta. Algo ha estado sucediendo en el cerebro sin reflejo clínico. Probablemente, aunque comprendamos bien lo que ocurre, no somos capaces de restaurar una situación ya pasada.

Por ejemplo...

-Es como cuando contemplamos la luz de una estrella que está a tanta distancia que, probablemente, en el momento en el que vemos dicha luz la estrella puede que ya se haya apagado. El reto de las enfermedades neurodegenerativas es, por un lado, entender bien cuándo empiezan las cosas, obteniendo marcadores precoces cuando la persona todavía no tiene síntomas. Como eso es complicado, cuando la enfermedad ya emerge se han activado muchos problemas de forma simultánea y las terapias deben abordar todos de forma conjunta.

Algo que resultará muy complicado o imposible.

-A veces queremos resolver un problema con una solución sencilla y única, cuando el problema se ha diversificado y ha afectado a muchas cosas. Es como si tienes una gotera en casa. Si detectas el punto de goteo cuando aparece, actúas y ya está. Pero si dejas que siga, aparecerán humedades en distintos sitios y es absurdo pretender que, quitando la humedad en un punto, se vaya a arreglar el problema en su conjunto. Con las enfermedades degenerativas pasa un poco esto.

Hay factores sobre los que no se podrá intervenir, ¿no es así?

-No hay que olvidar que las enfermedades neurodegenerativas están asociadas a la edad, no a la cronológica sino a la biológica. En la medida que seamos capaces de comprender mejor los fenómenos del envejecimiento y consigamos retrasarlo, esto tendrá un impacto en las enfermedades neurodegenerativas. Se conseguiría envejecer mejor, que significa envejecer sin tanta enfermedad neurodegenerativa y acercar la esperanza de vida a la esperanza de vida en condiciones de salud buenas.

¿Una utopía o una realidad próxima?

-En Biodonostia hemos empezado una línea de trabajo relacionada con el envejecimiento saludable. Estoy hablando de nonagenarios sanos, porque creemos que ellos encierran las claves de por qué llegan a edades avanzadas en condiciones físicas y mentales buenas. Tenemos que aprender cómo preservar esa condición, que es lo que deseamos. Creemos que es posible. En vez de centrarnos tanto en la enfermedad, que a veces es como el paisaje tras la batalla, tratar de entender qué hace que unas personas estén fantásticamente bien a edades muy avanzadas. Estas personas creemos que encierran algunos de los secretos para saber por qué ese cerebro ha envejecido así. Sabemos que ese fenómeno tiene raíces genéticas, pero también de estilo de vida. Tenemos que intentar desentrañar los secretos de esas personas para trasladarlos al resto de la población.

En patologías neurológicas hay un amplio abanico y no siempre son muy conocidas.

-En el área de la neurociencia tenemos un mix de enfermedades neurodegenerativas asociadas a la edad que son frecuentes (alzhéimer, parkinson, ELA...), pero también nos dedicamos a enfermedades muy raras, como las distrofias musculares o las retinosis pigmentarias. En Biodonostia siempre hemos tenido la idea de dedicarnos a aquellas patologías que estaban presentes en el territorio guipuzcoano. Algunas son frecuentes en todo el mundo y otras, por diferentes motivos, son relativamente más frecuentes en Gipuzkoa. De alguna forma lo hemos logrado, estamos trabajando en algunas enfermedades que son muy raras y otras muy frecuentes aquí.

Entre estas se halla la distrofia muscular de cintura, que tiene en Gipuzkoa una prevalencia superior a la de otras partes del mundo.

-Hay varias distrofias musculares que son más frecuentes en Gipuzkoa, pero la explicación depende del mecanismo genético. Por ejemplo, si hacemos referencia a la enfermedad de Steinert, se debe a que esta se transmite de forma dominante y el riesgo de que el hijo de una persona afectada lo padezca es del 50%. En Gipuzkoa tenemos una base poblacional en la que, aunque se ha contraído mucho por la disminución de la natalidad, no era tan infrecuente hace 70 años que hubiera familias con muchos hijos, lo que aumentaba las posibilidades de aparición de la enfermedad. Hay otro tipo de distrofia de cintura por déficit de calpaina, que es una distrofia en la que la aparición de los casos depende que exista una relación, aunque sea lejana, de consanguinidad entre los progenitores. En este caso, aunque no tanto como en la otra enfermedad, tenemos una tasa más elevada que en otras partes del mundo, debido que en Gipuzkoa era muy frecuente hasta hace relativamente poco tiempo que los matrimonios de un pueblo fueran entre personas del mismo pueblo y sus padres también se casaran en su municipio. No era raro que se encontrara un ancestro común y las posibilidades de coincidir dos personas portadoras era más alta.

¿Qué peso tiene la genética en las enfermedades neurológicas?

-En las que llamamos mendelianas o hereditarias, todo. En las patologías que llamamos esporádicas, en las que no existe una relación familiar de casos, la genética actúa de forma más sutil, como un factor de predisposición que interacciona con factores ambientales o con factores desconocidos, que es el caso del alzhéimer, el parkinson o la ELA. En estas existe un grupo de pacientes, entre el 5 y el 10%, en el que la enfermedad es hereditaria pero en el resto la genética, como ocurre en otras enfermedades como el cáncer, actúa como factor de predisposición. Una de nuestras tareas es establecer el peso de cada factor: de la edad, de la genética, el factor ambiental...

Las patologías degenerativas son muy crueles. ¿Se puede ralentizar esta degeneración?

- En las enfermedades neurodegenerativas, en la medida en que actuemos precozmente, podemos limitar los efectos del daño producido. Otro ejemplo: si una habitación empieza a arder por una cortina y nos damos cuenta nada más empezar, el fuego, lo apagamos y los daños son mínimos. Si el incendio es de noche y pasa tiempo sin que nos demos cuenta, es posible que la habitación se queme entera. Aquí igual. Si identificamos precozmente que empieza un fenómeno que va a derivar en una degeneración, posiblemente lo podamos abortar o compensar los déficits. Es importante detectar los marcadores precoces de la degeneración. Algunos los conocemos, los que son protectores de la neurodegernación, que son básicamente la dieta y el ejercicio.

Una receta universal.

-Como para casi todo, son elementos que nos permiten tener bien dispuesta la maquinaria celular para eliminar los detritus que comprometen el funcionamiento celular. Lo ideal sería saber por qué camino la dieta hipocalórica, pasar hambre, y el ejercicio se traducen en cambios moleculares que seamos capaces de modular farmacológicamente para gente que no está dispuesta a hacer una dieta o mucho deporte y encontrar elementos que puedan compensar de la misma forma los sistemas moleculares implicados en el envejecimiento. Podría ser una alternativa para, a su vez, frenar el desarrollo de enfermedades degenerativas asociadas al envejecimiento.

¿Una pastilla mágica?

-Esto ya lo hacemos con algunas cuestiones. En la medida que comprendemos mejor cuáles son los mecanismos, somos capaces de compensar determinados estilos de vida que a veces no son fáciles de llevar con apoyos farmacológicos. Obviamente tiene efectos más saludables seguir pautas de vida protectoras que pensar que eso nos lo va a resolver una pastilla mágica que vale para todo. Pero es cierto que esto nos permitirá actuar en algunas circunstancias concretas. No es lo mismo tener 30 años y hacer una política preventiva de factores de riesgo de envejecimiento, que plantearse esto con una persona que tiene 60 años y una trayectoria de vida detrás. Es posible que algunas cuestiones no sean factibles de hacer.

Son estas unas patologías que requieren un gran esfuerzo de cuidados que tiene un coste alto, ¿se invierte lo suficiente?

- Tenemos una Ley de Dependencia y dotaciones presupuestarias crecientes en esta materia. Pero siempre vamos por detrás, porque tenemos una esperanza de vida muy alta en Euskadi y un diferencial de 6-7 años entre la esperanza de vida y la esperanza de vida libre de enfermedades. Tenemos que dedicar recursos asistenciales y tecnológicos porque aspectos ligados al envejecimiento se podrán resolver parcialmente con tecnología. La inversión es alta, pero siempre iremos por detrás porque tratamos de aumentar la esperanza de vida y generamos así un mayor número de personas susceptibles de sufrir estas enfermedades. Se trata de prolongar la vida de forma racional, con años de vida en plenitud.

En el caso de las enfermedades llamadas raras, ¿la investigación se dificulta?

-En la investigación, sea con financiación pública como privada, un elemento fundamental es la importancia social de las enfermedades. En Biodonostia siempre hemos dedicado un espacio importante a la investigación y asistencia de las enfermedades raras, porque creemos que a veces las enfermedades raras encierran aspectos trasladables a otras enfermedades. Investigamos las enfermedades raras porque están ahí y se lo debemos a las familias que viven una doble sensación de desamparo: el que provoca la propia enfermedad y el que produce saber que tu enfermedad no es muy frecuente. Agradecen enormemente que existan equipos dedicados a ello o que se les conecte con otras familias o centros para que no se pierda nada de información.

¿Y cómo se plantea?

-Primero hay que conocer bien la realidad, establecer una hipótesis sobre lo que se cree que está ocurriendo y a partir de ahí plantear una estrategia para verificar si la hipótesis es correcta o no. En Biodonostia estamos tratando de ir más allá y tener presente desde el principio las posibilidades de modificar esas enfermedades. Colaboramos con la Facultad de Químicas, donde un grupo dirigido por el profesor Aizpurua está diseñando nuevas moléculas para tratar de intervenir. No solo queremos saber lo que ocurre, sino tratar de crear simultáneamente los fármacos que modifican lo que ocurre. No solo describir, sino intentar entender y modificar.

¿Las familias o personas afectadas de enfermedades raras se acercan a ustedes?

-El primer paso para investigar una enfermedad es identificarla y en las enfermedades raras tenemos un problema, que son tan raras que la experiencia acumulada ayuda poco para saber si una persona tiene esa enfermedad. Por lo tanto, una parte importante de los esfuerzos en estas enfermedades ha sido diagnosticarlas. No es posible establecer un tratamiento si no sabes a qué te enfrentas. A partir del diagnóstico, esa persona cierra una etapa, ya sabe lo que tiene. Podemos entonces decir a la familia si hay riesgo de que otros miembros padezcan el trastorno o lo tendrán generaciones futuras y podemos concentrarnos en una investigación específica. Desarrollamos modelos en distintos animales (ratas y un tipo concreto de mosca) para modelizar en estos animales o en células la enfermedad en cuestión y saber a qué nos enfrentamos.

¿Cuáles son las principales virtudes de Biodonostia?

- Biodonostia surge como una iniciativa del Instituto Carlos III, que agrupa la investigación biomédica del Estado, para dotar a los hospitales de herramientas con personalidad jurídica independiente que asuman las tareas de investigación y sean también un banderín de enganche para investigadores. El que Biodonostia esté a 15 metros del Hospital acerca enormemente la investigación a la realidad y eso es fundamental para desarrollar una investigación totalmente comprometida con las necesidades del paciente. Trabajar en red también es importante. Desde noviembre dirijo Ciberned, 56 grupos que trabajan en neurociencias. Tratamos de crear sinergias entre los grupos y evitar algo que desgraciadamente sucede: que dos grupos trabajen en lo mismo sin saberlo. En ciencia es fundamental trabajar en red y el ejemplo lo tenemos en la vacuna del COVID. Hubiera sido impensable desarrollar una vacuna en tan poco tiempo si no hubiese habido una voluntad decidida de poner a disposición de la comunidad científica la estructura del gen y coordinar esfuerzos para lograr la vacuna en menos de un año.

¿A las administraciones les cuesta destinar un esfuerzo inversor a la investigación?

-Creo que es importante para ello que se conviertan las ideas en empresas que generen oportunidades de trabajo para el personal altamente cualificado. No tiene sentido que los jóvenes culminen largos procesos de investigación para acabar en nada. Necesitamos generar un tejido industrial capaz de materializar las investigaciones en productos para la gente. Pongo de nuevo el ejemplo de la vacuna del COVID. No solamente hay que saber cómo funciona el virus, hay que tener una fábrica de vacunas. Si no la tienes, eres dependiente tecnológicamente. Por eso, a nosotros nos van a llegar las vacunas que nos quieran vender. Tenemos que aspirar a que el conocimiento que ha financiado la sociedad revierta a la sociedad no solo también en forma tangible. Es muy importante en investigadores jóvenes impulsar, no solo el amor por desarrollo de conocimiento, sino cierto espíritu emprendedor. Gipuzkoa tiene una trayectoria en ese sentido que debería tratar de aplicar a este sector. La formación del investigador debería contemplar también este aspecto.