l hijo de Regina está en la cárcel. Tiene claro que no es donde debe estar para poder avanzar. No sabe a dónde irá cuando salga y pide que pueda recibir el tratamiento que necesita. No es la primera vez que el camino de este joven es de ida y vuelta al punto de partida, de intentarlo y no lograrlo. Una mañana de Navidad salió del centro terapéutico para por la noche ser reclamado por la Ertzaintza en su casa. Pocos meses de tratamiento, pocas oportunidades.

Mari Luz no duerme hace un mes, el tiempo que ha pasado desde que su hijo desapareció. No sabe dónde está pero lo que tiene claro es que seguirá luchando por él, aunque le cueste la salud. Lo hizo por su marido que cayó en la heroína hace más de 30 años y acabó poniendo fin a su vida. Para su hijo exige las oportunidades que su padre no tuvo, que solo un traje a medida de su patología pueden darle.

El sobrino de María Luisa se quedó sin madre cuando era niño y años después quedó huérfano de padre. Su tía monja pasó a hacerse cargo de él. Insultos, miedo e impotencia para atenderle. Tiene esquizofrenia, derivada del consumo de drogas desde una edad muy temprana, y la adicción a los estupefacientes sigue guiando su vida. Es mayor de edad, cobra una pensión, la droga "le nubla el juicio" y no quiere ingresar en un centro. "¿Qué se puede hacer?, se pregunta.

Son tres casos, tres familias que viven "un infierno" porque sus seres más queridos, hijos y sobrino, no encuentran las ayudas necesarias para hacer frente a la "patología dual" que sufren estos jóvenes, una combinación terrible de patología mental y adicción a las drogas.

Al enorme sufrimiento de estas familias hay que sumar el rechazo social, el que se les señale con el dedo cuando, lo tienen muy claro, lo que necesitan es ayuda para salir de un abismo que dura ya demasiados años.

Demasiado tiempo de salidas y entradas a psiquiátricos y centros terapéuticos sin continuidad, sin que se les trate con las terapias adecuadas y sin que dicho tratamiento se prolongue en el tiempo lo necesario para que tengan una nueva oportunidad.

Sus madres lo exigen y para poder hacer más fuerza crearon hace casi un año Katearen Loturak, una asociación de familiares de personas con problemas de adicción y patología dual que echó a andar en Debagoiena, más en concreto en Arrasate.

Las representantes de este colectivo acudieron ayer a las Juntas Generales de Gipuzkoa a reivindicar, una vez más, "que se tomen cartas en el asunto" y se actúe de forma coordinada, con la participación de todas las administraciones con competencia en la materia, en la activación de un programa específico para dicha patología que incluiría, entre otras muchas acciones, la puesta en marcha de un centro especializado liderado por profesionales que conozcan el terreno que pisan.

La orientadora familiar de la Diócesis de Donostia, Gabriela Michel, ofició en las Juntas Generales como introductora de Katearen Loturak, una asociación que no recibe ayudas económicas a la que ponen cara unas pocas personas pero que da apoyo a muchas más.

Michel se dirigió a los grupos junteros para reclamar "coordinación entre las administraciones competentes" para poder brindar una actuación integral y evitar "la cronificación" de la situación de unos jóvenes que sufren, hacen sufrir, llegan a delinquir y no encuentran las ayudas profesionales necesarias.

Katearen Loturak ha mantenido reuniones previas a distintos niveles y pidió ayer a los grupos junteros ayuda para poder ir poniendo en marcha programas "transversales" que activen recursos a nivel terapéutico, social y judicial.

No hay en Euskadi, como sí existe en otras comunidades como Madrid o Cataluña, una línea de intervención oficial para la patología dual. El centro Aregia, en Araba, es el único y prioriza los casos alaveses. La lista de espera es inmensa. Los centros privados tienen un coste de entre 4.000 y 11.000 euros al mes, inasumible para cualquier familia trabajadora.

Estas madres, que incluso han llegado a llamar a la Ertzaintza "para avisar de lo que iba a pasar" cuando veían a sus hijos descontrolados, reclaman a la clase política ayuda para "sensibilizar para que se entienda qué pasa, contribuir a la coordinación entre administraciones, apoyar el avance en la aplicación de tratamientos específicos, disposición de especialistas en patología dual, puesta en marcha de tratamientos a largo plazo y ayuda a la familia" para lo que, señalan, sería fundamental contar con la figura de un coordinador o coordinadora a la que puedan acudir y las acompañe en un camino lleno de espinas.

No pueden esperar más, ya no se conforman "con palabras bonitas", necesitan soluciones para sus hijos e hijas. El proceso no tomaba velocidad y el COVID lo ha frenado.

Los grupos junteros, que se habían reunido previamente con Katearen Loturak, reconocieron la importancia de la coordinación, del inicio de un camino conjunto, les brindaron su apoyo pero, de momento, no hay un proyecto concreto al que aferrarse. Esperan confiadas que lo haya en breve y que desde Gipuzkoa les ayuden a contactar y llamar a la puerta del Gobierno Vasco para empezar a actuar con celeridad.

"Estos jóvenes dentro de unos años tendrán 50 y tendrán que estar ingresados en un centro. ¿No es mejor actuar desde ya?, se preguntaba Regina y Mari Luz, desde la bancada, apostillaba, "este es un proyecto humano, de ayuda a estos jóvenes, a sus familias. Si hay dinero para cemento, ¿no puede haberlo para esto?". La pregunta quedó en el aire.