- Han sido cuatro años duros para la víctima, una joven donostiarra que el 5 de octubre de 2016, tras conocer la difusión de su vídeo, tuvo, a pesar de todo, el arrojo suficiente para ir a la comisaría de la Ertzaintza de El Antiguo, en Donostia, y denunciar los hechos. La psiquiatra Mariasun Landa Lizarralde, que testificó en la pericial ayer ante la jueza, explicó que cuando llegó a su consulta, la joven “cumplía todos los requisitos para un suicidio”.

La atendió de urgencia tras recibir una llamada el mismo 6 de octubre. Y en esa primera atención, explicó, ya vio que su “estado mental era una situación de pánico”. Mostraba “palidez extrema, temblaba… No estaba convulsa, estaba coherente, pero no tenía confianza; la vi muy agarrotada, con miedo y temblor. Experimentaba un fenómeno de despersonalización: esto no me está pasando a mí”.

El diagnóstico fue claro. “Esa mujer no tenía ningún trastorno, era una mujer sana, pero tenía un cuadro de pánico, con una crisis de angustia muy importante y tras la situación de estrés por el hecho. Fue repentino. Irrumpió en ella ese estado”, relató a preguntas de la acusación particular y la Fiscalía. Lo primero que le recomendó fue “acompañamiento. Esta chica no puede estar sola; le puse una medicación general para descansar; estaba muy asustada, tenía miedo”.

También le quitó el móvil. “Se lo retiré dos meses y medio” para protegerla de los “insultos y humillaciones” que recibía en el propio móvil, “imposible” de consultar de tantos mensajes, llamadas y notificaciones. Le dispensó, “medicación en mano”, antidepresivos y antipsicóticos, dijo: “El miedo era un intento de suicidio. Decía: quiero desaparecer. Cumplía todos los requisitos para un suicidio. Los insultos que le entraban, la descreencia en los chicos, el escrutinio social que ella sentía… Es algo tan íntimo. Ella nunca se sintió culpable, solo sentía culpa por si su familia podía sufrir”, explicó Landa.