- El Nobel de Física reconoció ayer al británico Roger Penrose, el alemán Reinhard Genzel y la estadounidense Andrea Ghez por sus descubrimientos relacionados con los agujeros negros, el “secreto más oscuro del universo”, según la Real Academia de las Ciencias sueca, institución que otorga cada año el galardón.

A Penrose se le distingue por mostrar que la Teoría General de la Relatividad, formulada por Einstein, implica la formación de estos “exóticos” fenómenos, mientras que a los otros dos se les premia por el hallazgo de un objeto compacto y supermasivo en el centro de la galaxia.

La demostración de Penrose es considerada una de las principales contribuciones a la Teoría de la Relatividad, además de servir de guía para una nueva teoría de la gravedad cuántica; el trabajo pionero de Genzel y Ghez ha abierto el camino a nuevas generaciones de test más precisos de las formulaciones de Einstein y sus predicciones, resalta la Real Academia sueca.

Aunque la idea de la existencia de “estrellas oscuras” se remonta a finales del siglo XVIII, la primera descripción teórica de lo que ahora se conoce como agujero negro apareció pocas semanas después de que Einstein publicara su teoría en 1915 y los primeros cálculos del colapso de una estrella masiva los hizo Robert Oppenheimer en la década de 1930.

La cuestión de la existencia de los agujeros negros resurgió en los años sesenta con el descubrimiento de los cuásares, los objetos más brillantes del universo, algunos de los cuales emitieron ya sus radiaciones en los inicios del universo, lo que planteaba dudas sobre el origen de este y apuntaba como única posibilidad a la materia absorbida por un agujero negro.

Obsesionado por la formación de esos fenómenos, Penrose recurrió a métodos matemáticos ingeniosos como las superficies atrapadas, que fuerzan a todos los rayos a apuntar a un centro, independientemente de si la superficie se dobla hacia afuera o hacia adentro. Usando esta herramienta matemática el científico británico pudo probar que un agujero negro siempre oculta una singularidad, un límite donde tiempo y espacio terminan.

Tres décadas después, Genzel y Ghez confirmaron las sospechas sobre la existencia de un agujero negro en el centro de la Vía Láctea, en la región conocida como Sagitario A, liderando dos proyectos paralelos con supertelescopios. Genzel y su equipo lo hicieron desde Chile; el de Ghez, desde el observatorio Keck, en la montaña hawaiana de Mauna Kea.

Las mediciones de ambos grupos coincidieron en probar la existencia de un objeto extremadamente pesado e invisible que arrastraba las estrellas y las hacía moverse a velocidades de vértigo y proporcionaron “la evidencia más convincente” de que hay un agujero negro “supermasivo” en el centro de nuestra galaxia.

Los hallazgos de Penrose, Genzel y Ghez han revolucionado el estudio de objetos compactos y masivos, pero estos plantean todavía muchas preguntas sobre su estructura interna y sobre cómo probar la teoría de la gravedad en condiciones extremas en la proximidad de un agujero negro, señaló el presidente del Comité Nobel de Física, David Haviland.

Andrea Ghez (Nueva York, 1965) es catedrática de Astronomía en la Universidad de California, donde ejerce la docencia. La científica estadounidense se ha convertido en la cuarta mujer en ganar el Nobel de Física, algo que recibió con “emoción”, asumiendo la “responsabilidad” que conlleva y esperando que sirva para “inspirar” a más mujeres jóvenes para que se interesen por este campo de la ciencia, según reveló en conversación telefónica durante la rueda de prensa de presentación en Estocolmo.