Se trata de uno de los sistemas agrícolas más sostenibles del mundo a juicio de José Manuel Escobar, experto en agronomía de invernaderos y perteneciente a la cuarta generación familiar de productores y exportadores de esa zona.

Este sistema de agricultura intensiva, que en estos momentos está dando un paso más implantando la producción orgánica en algunos proyectos, como los que lidera Escobar, también contribuye a reducir el calentamiento global, reflejando la luz solar.

El riego localizado que se emplea en estos centros productivos agrícolas consume veinte veces menos agua que un cultivo en campo abierto, destaca Escobar, quien subraya que este sistema de cultivo permite el control preciso, tanto de la producción como de los recursos que consume.

El sol y el clima del sureste de la península ibérica, especialmente de determinadas zonas de la costa mediterránea de las provincias de Almería, Granada y Málaga, son los grandes aliados de este sistema, porque evitan la necesidad de calefacción y de otras fuentes de energía contaminante.

Control biológico

Escobar también es uno de los precursores del control biológico en este tipo de instalaciones agrarias, mediante la técnica de soltar en las mismas insectos adecuados para combatir plagas. Además, con los restos orgánicos que generan sus explotaciones, diseñadas bajo el sello del pensamiento en lo orgánico, obtiene compost de lombriz para desarrollar una bioeconomía sostenible.

Así mismo, ha implantado en sus invernaderos un sistema de cosecha directa con la que se consigue una frescura y vida útil del producto hasta tres veces mayor que la del resto de productores, ya que las hortalizas se recolectan y se envían refrigeradas a los clientes en el mismo día.

Su empresa, LQA Thinking Organic, se dedica a la producción de hortalizas ecológicas, fundamentalmente pepinos y calabacines, convencida, según Escobar, de que estas técnicas constituyen el futuro de la agricultura en el marco de las nuevas directrices de la Unión Europea, a cuyos países se dirige su producción prácticamente en exclusividad.

Con ello se logra mantener el equilibrio ecológico, la biodiversidad y la calidad del agua y del suelo, en el marco de una serie de prácticas que incluyen la rotación de cultivos para un uso eficiente de los recursos; la utilización de recursos in situ como fertilizantes naturales; y la prohibición del empleo de pesticidas químicos y fertilizantes sintéticos, así como de organismos genéticamente modificados.

La Comisión Europea, órgano ejecutivo de la UE, desveló el pasado 20 de mayo su nueva estrategia alimentaria, bautizada con el nombre De la granja a la mesa, que pretende sentar las bases de la transición hacia una producción y un consumo de alimentos más sostenibles. A la vez, también presentó una nueva estrategia sobre biodiversidad, para asegurar el uso sostenible de los recursos y combatir la contaminación. Sin ser propuestas legislativas, el objetivo de ambas iniciativas es abrir el debate sobre la transformación de la política alimentaria europea y las medidas para frenar la pérdida de biodiversidad, en el marco del Pacto Verde con el que la Comisión quiere lograr, en 2050, una economía neutra en emisiones de CO2.

La UE se plantea de esta forma abordar todas las etapas de la producción alimentaria a través de una estrategia que "cambiará la manera de producir, comprar y consumir, en beneficio de la salud de los ciudadanos y del medio ambiente", según la comisaria europea de Salud y Seguridad Alimentaria, Stella Kyriakides.