- Por primera vez desde la Guerra Civil, Iruñea se despierta hoy sin el blanco y rojo luciendo por sus calles y barrios, sin música, sin el sonido de txistus y gaitas ni el ambiente festivo único en el mundo que se organiza cada 6 de julio en esta ciudad. Va a ser un día especial para los pamploneses, muy triste y largo, porque no es sencillo hacerse a la idea de que este año no hay sanfermines, pero con el convencimiento entre la inmensa mayoría de los ciudadanos de que no quedaba otra opción y de que lo mejor, por el bien de todos, es esperar al año que viene para celebrarlos como hay que hacerlo.

Es imposible entender las fiestas de Pamplona sin las aglomeraciones y los espacios en corto, lo que hubiera puesto las cosas demasiado fáciles para un rebrote de la pandemia que nadie desea. Desde el principio, los cuatro grupos políticos del ayuntamiento tuvieron muy claro el riesgo irresponsable que habría supuesto no suspender los sanfermines. Como las peñas, que apoyaron la medida de forma radical y anunciaron además que no iban a abrir al público sus locales; o algunos bares y restaurantes, que pese a las graves pérdidas provocadas por el confinamiento, no dudaron en anunciar que no pensaban abrir sus locales.

Pamplona no será hoy la imagen de portada en periódicos y televisiones de todo el mundo por la presencia de miles de personas en la Plaza Consistorial con el pañuelo rojo en la mano esperando que el cohete encienda la fiesta.

No habrá Chupinazo, no este año, pero muchos ojos estarán atentos a lo que suceda alrededor de las 12 del mediodía en esta ciudad y ahí los pamploneses tienen que estar a la altura de las circunstancias y demostrar que por muchas ganas de fiesta que haya -y son muchas- la salud es lo primero.

La presidenta foral María Chivite y el alcalde Enrique Maya realizaron hace poco una comparecencia conjunta en la que apelaron a la responsabilidad de los pamploneses para que no se celebren actividades ni actos multitudinarios que nos puedan llevar hacia atrás en el lento y complejo proceso de la desescalada. También en la comarca se han adoptado medidas en el mismo sentido y con el mismo mensaje, como en Ansoain, donde su alcalde Ander Oroz ha anunciado que tampoco va a permitir hoy la colocación de mesas y sillas en espacios públicos.

El sentimiento de la ciudad va a quedar tocado y su economía también, con unas pérdidas que el alcalde cifró en 100 millones de euros (la mitad del presupuesto del Ayuntamiento para todo el año). Lo saben bien los dueños de los bares y de los restaurantes y de los hoteles, que por estas fechas tenían las reservas cercanas al 80%. Ahora rondan entre el 15 y el 20%, en su mayoría vinculadas a empresas, no de turistas que llegan a Pamplona para conocer esas fiestas que un tal Ernest Hemingway se encargó de divulgar.

Pese a todo existe preocupación ante posibilidad real de que no todos cumplan con lo estipulado y que puedan generarse aglomeraciones a lo largo del día, con el peligroso cóctel que supone el alcohol mezclado con las ganas de pasar un buen rato. El alcalde reconoció que es mucho más difícil organizar los no sanfermines que los sanfermines, porque cuando hay fiestas todo “va rodado, está todo en marcha, se van cambiando pequeñas cosas pero sabemos lo que tenemos que hacer”.

Para los que pese a la suspensión de las fiestas pretendan acudir a la capital navarra y apuntarse a lo que pueda organizarse, conviene que tengan en cuenta que el Ayuntamiento ha establecido un fuerte dispositivo de control de aforos y seguridad con el fin de evitar cualquier conato de aglomeración en la vía pública y los establecimientos hosteleros.

Se van a instalar controles de aforo en seis zonas del Casco Viejo que cuentan con un mayor número de establecimientos de hostelería, así como en la Plaza Consistorial y en la Plaza del Castillo, para evitar aglomeraciones que incumplan la normativa de seguridad derivada de la crisis del COVID-19.

Se habilitarán catorce puntos de controles en las entradas y salidas de las calles Jarauta, San Nicolás, Pozoblanco, Espoz y Mina, Calderería y la zona de la plaza de la Navarrería. En cada una de ellas se ha calculado el aforo permitido en la calle, teniendo en cuenta la superficie de la vía y las medidas de distanciamiento social existentes: en Jarauta podrá haber un aforo máximo de 137 personas, en San Nicolás 160 personas, en Pozoblanco - Comedias 71, en Estafeta 344, en Calderería 287 y en el entorno de la plaza de la Navarrería 220 personas.

Se recuerda, además, que habrá también controles de aforo en la Plaza Consistorial y en la Plaza del Castillo. En la Plaza Consistorial se ha establecido un aforo máximo de 400 personas y controles en los accesos . La capacidad de la Plaza del Castillo, cumpliendo la normativa actual, es de 3.675 personas. Se instalarán controles de acceso y salida en las seis calles que confluyen en la plaza.

La Policía Foral, en coordinación con el resto de fuerzas y cuerpos de seguridad, participará en el dispositivo especial establecido en el Casco Antiguo. Lo hará con un total de 155 agentes. El objetivo es garantizar el orden público y el cumplimiento de las medidas preventivas sanitarias por el COVID-19, así como prevenir y reaccionar ante posibles incidentes, ya que sigue en vigor el 4º nivel de alerta antiterrorista. Otros objetivos específicos serán evitar las aglomeraciones y el incumplimiento de las medidas preventivas de distancia física y uso de mascarilla; y controlar el cumplimiento de la normativa de salud y espectáculos en locales de hostelería, tanto en interior como en terrazas. Se establece la obligatoriedad de mascarilla y no portar botellas, objetos arrojadizos y demás enseres. El plan se establece para las plazas del Ayuntamiento y del Castillo; las calles aledañas y las calles de acceso al casco viejo.

La suspensión de las fiestas va a ocasionar a la capital navarra unas pérdidas que el Ayuntamiento cifra en 100 millones de euros

Se ha organizado un plan de vigilancia para evitar aglomeraciones con catorce puntos de control, de acceso a las zonas calientes