o están por la labor de cruzarse de brazos, pegados al televisor todo el santo día como meros sujetos pasivos que reciben la dosis diaria de desgracias. Las cosas no están bien ahí afuera, pero reniegan de la visión que se ofrece de ellas como personas frágiles y especialmente vulnerables. Como si no pudieran salir al balcón a cantar, a bailar, a saludar a las sanitarias de la residencia de enfrente, o lo que se tercie. Ayer volvieron a hacerlo, y seguirán el tiempo que haga falta. No hay más que acercarse a sus viviendas y charlar un rato para recibir de inmediato ese chute de adrenalina que falta hace entre tanta apatía. "Nada de conversaciones por interfono, ahora mismo bajo". Inés Alonso, de 78 años y mirada vivaracha, no se lo piensa dos veces. Pega un brinco, deja el periódico que estaba leyendo en el balcón y baja para atender a este diario.

Ya en el portal, cuenta que la suya es una comunidad un tanto peculiar. Vive en un bloque de apartamentos que se construyeron hace quince años en Ategorrieta para personas mayores. La única exigencia para residir en estos pisos gestionados por la entidad Etxegintza es que sus inquilinos sean mayores de 65 años. El vecindario cumple de sobra con el requisito. "Eso sí, lo hacemos con mucha marcha", tercia Carmele Legardón, presidenta de la comunidad, la más joven del vecindario a sus 70 años, que baja las escaleras para sumarse a la conversación.

Vivir plenamente

Baila, ríe y canta

Aquí viven unas 90 personas, la mitad de las cuales participa cada dos meses en la comida que organizan para estrechar lazos de vecindad. Entre los inquilinos hay matrimonios, hermanos, y mujeres que viven solas, como Inés, que sonríe mucho, a pesar de su fibromialgia y de su evidente preocupación por lo está ocurriendo. "Hacemos lo que nos mandan los sanitarios, qué duda cabe, pero al final será lo que tenga ser, y mientras tanto hay que vivir lo más plenamente posible", dice nada aprensiva, mientras se gira sobre sí misma y se contonea por unos instantes para demostrar cuando sale al balcón lo que hace.

Baila, ríe y canta. Es su gran momento porque, salvo para echar la basura, no ha salido de casa desde hace tiempo. Desde que se impuso el confinamiento, la junta vecinal buscó alternativas. Había que levantar como fuera el ánimo, y son varias las citas diarias que han surgido de ese proceso de reflexión, siempre sin salir de casa. "Todo empieza a primera hora de la mañana, cuando brindamos la bienvenida a las empleadas de la residencia para mayores DomusVi Villa Sacramento, que viven enfrente".

Las sanitarias lo agradecen de veras, aunque a las vecinas les ha extrañado que últimamente dejaran de hacerlo. Han sabido finalmente el motivo. La normativa del centro exige no alterar la rutina de los usuarios más de la cuenta, lo que ha obligado a los entusiastas inquilinos a bajar el volumen de los equipos de música, sin dejar por ello de animar a quienes velan por el cuidado de los mayores.

Tras el saludo matinal, la siguiente cita es a las 12.00 horas. Salen todas y se saludan. "¿Cómo va todo?", vociferan. Utilizan tres aparatos de megafonía que reparten estratégicamente por toda la manzana para que todo el vecindario se sienta partícipe. Es el momento de socializar. "Llevo quince días que no salgo, y con la vecina de al lado sí que tengo algo más de contacto, pero con el resto me saludo de lejos. Es nuestro gran momento", confiesa Alonso.

Disponer de un balcón para airearse vale estos días su peso en oro. "Si no tuviera ese espacio lo pasaría fatal. De hecho, una amiga de Gros, sin balcón ni ventanas, todo a patio interior, me dice que está pensando en vender el piso y comprar otro que le permita ver luz del día. Ha quitado hasta los muebles para dar vueltas por la casa, contando con un metro el espacio que recorre". La vida bulle estos días en las fachadas.

Pero el animado programa no acaba ahí. A las 21.00 horas, con juego de luces incluido, cantan a pleno pulmón Resistiré. Incluso estos días atrás se ha sumado a la fiesta alguna patrulla policial. "Hasta ahora nunca he sido miedosa, pero hay personas con cierta psicosis, y están agobiadas. Yo rezo bastante, y pienso que será lo que Dios quiera", cuenta Alonso. "Durante estos días nos vienen muy bien este tipo de iniciativas para que sepamos unos de los otros. Saber que estamos ahí nos hace sentirnos mucho más tranquilas", asegura Legardón.

"Hacemos lo que nos mandan los sanitarios, pero, entretanto, hay que vivir plenamente"

Vecina de 78 años

"Nos vienen muy bien estas iniciativas; saber que estamos ahí nos hace sentir tranquilas"

Presidenta de la comunidad. 70 años