Arnaldo Otegi dice estar "convencido de que hay una gran parte de la población de este país que rechaza a la Ertzaintza". Afirmar esto en un momento en que parece intensificarse la campaña de hostigamiento contra la policía autonómica es echar leña al fuego a una animadversión que se remonta a la creación misma del cuerpo policial vasco. Este rechazo pasa por episódicos dientes de sierra que se traducen en arremetidas más o menos intensas que responden a situaciones de mayor confrontación política. Es el caso del momento actual, caracterizado por el enfrentamiento sostenido de ese sector social contra la Ertzaintza, que se recrudece cada vez que se hace presente la actuación policial.

Es necesario hacer constar que la Ertzaintza no fue bien recibida ni aceptada por la izquierda abertzale desde su creación en 1982, por más que fuera heredera de aquella Ertzaña constituida durante la guerra civil por el Gobierno Provisional de Euzkadi. Intentos baldíos hubo, según se ha publicado, por parte de Txomin Iturbe en su calidad de referente histórico de ETA de consensuar con el entonces consejero de Interior, Luis María Retolaza, la naturaleza del cuerpo policial sin que quedase claro si lo que se pretendía era resucitar el cuerpo de miqueletes o crear una copia de los bobbies británicos. El caso es que lo que el Gobierno Vasco decidió fue instaurar una policía integral de acuerdo al Estatuto de Gernika. Y eso suponía atribución para intervenir en la contención de todo tipo de delitos, incluidos los de alteración del orden público, terrorismo y, por derivación, acciones ilegales en las que pudiera incurrir el sector social vinculado a la izquierda abertzale.

Muy pronto llegó el enfrentamiento. Muy pronto la Ertzaintza actuó, y con contundencia contra una izquierda abertzale que se prodigaba en altercados callejeros, al tiempo que consolidaba sus servicios de información persiguiendo a ETA y sus apoyos. Muy pronto, algún ilustrado propagó el apelativo de cipayos a los efectivos de la policía autonómica, en alusión a los soldados indios que luchaban contra sus conciudadanos en el ejército del imperio británico. Muy pronto, también, la Ertzaintza fue objetivo prioritario de ETA y mientras centenares de detenidos acababan en los calabozos de las comisarías autonómicas, ertzainas comenzaban a engrosar las listas de víctimas del terrorismo. El peso de la historia, por desgracia, dificultó cualquier posibilidad de acercamiento. Los efectivos policiales ya son recibidos entre abucheos, insultos y, en el peor de los casos, hostigamiento real. Cargada la atmósfera, cualquier chispa enciende la hoguera y los agentes se emplean a fondo incluso llegando alguna vez al exceso.

En pura confrontación política y dejado atrás el tiempo de la violencia armada, para el universo de la izquierda abertzale, la Ertzaintza es una policía del PNV puesta al servicio del Gobierno español para combatir la disidencia política, una policía que actúa con saña contra esa disidencia y está desprestigiada por ello. "Herriaren etsaiak", "txakurrak", "PNVren morroiak" y lindezas semejantes alusivas a la Ertzaintza adornan las sedes jeltzales en pintadas firmadas por organizaciones de la izquierda abertzale. En lamentable espiral, para los efectivos de la Ertzaintza, todo lo que se mueve en los entornos del abertzalismo radical son agresores potenciales, y basta con repasar la historia para comprobarlo. No se le ve el fin a esta situación, mientras no se haga un esfuerzo pedagógico para limpiar de prejuicios e intereses partidarios la necesaria tarea de una policía al servicio de la sociedad, nacida de nuestra capacidad de autogobierno. Y cuando se demanda un cambio de modelo para la Ertzaintza, no estaría de más concretar cuál sería el modelo demandado.