n esas elecciones madrileñas, que tanto están dando que hablar, no sólo se la juegan los candidatos sino que el resultado que vamos a conocer en un par de días va a alcanzar una trascendencia por encima de lo autonómico. El martes día 4 arriesgan de verdad los que no se presentan, Pedro Sánchez y Pablo Casado. Al final va a resultar verdad la disparatada ocurrencia de la pizpireta Ayuso, aquello de que "Madrid es España dentro de España".

Si, como anuncian los pronósticos, gana el PP, Isabel Díaz Ayuso habrá logrado un éxito excepcional que ni siquiera podrá empañar el oportunismo de haber convocado elecciones cuando le soplaba el viento a favor. Podrá no sólo atribuirse el triunfo electoral, sino podrá alardear de haber devuelto al PP buena parte de los votos que se fueron a Ciudadanos y a Vox. Como contraste, podría suponer un problema para Pablo Casado que vería eclipsado su liderazgo. Conociendo al personaje, si fuera cierto que Ayuso vaya a barrer no dudaría en dar el salto para disputarle el puesto a Casado o, al menos, convertirse en una almorrana que le impusiera desde Madrid su línea política de confrontación abierta con el Gobierno central cuando, en el fondo, a lo que aspira el actual presidente del PP es a restablecer la institucionalidad bipartidista nacida del régimen del 78.

Bueno, esto si es que Ayuso gana. Porque si pierde, a Pablo Casado le abrumaría la sensación de derrota irreversible ante la unión de la izquierda, un resultado electoral devastador para las bases del partido que podría desmovilizarlas de cara a próximos comicios. Y eso hay que evitarlo como sea, y sería con Ayuso abrazada a Abascal, Vox como muleta y el fascismo campando en la Puerta del Sol. Pero con la candidata electa como figura principal, y no él.

En frente, Ángel Gabilondo y la posibilidad de gobernar Madrid después de 26 años. Un sueño, una quimera, una heroica victoria de la moderación en el escenario de fango y hostilidad que ha marcado la campaña. Ya le gustaría, ya, a Pedro Sánchez aunque para ello tuviera que tragarse el sapo de pactar con Pablo Iglesias, Iñigo Errejón y el lucero del alba, aunque le lluevan denuestos e incriminaciones de bolivariano, filoetarra y comunista. Un sueño, recuperar Madrid bajo la presidencia académica y manejable de Ángel Gabilondo, el líder moderado que supo superar la crispación y la polarización que desde Madrid se esparció por todo el país. Ganar en Madrid abriría a Pedro Sánchez unas grandes expectativas para aplastar al PP en futuros comicios porque, si nos descuidamos, también para Pedro Sánchez "Madrid es España dentro de España".

Pero si Gabilondo no gana, ya se cuidaría el PP de señalar que el derrotado ha sido Pedro Sánchez. Ya se ha ocupado de ello Isabel Díaz Ayuso durante toda la campaña, Una derrota contundente en Madrid instauraría la sensación de que la etapa PSOE-Unidas Podemos está en bancarrota, y a ello se aplicarían con fervor mesiánico los apéndices mediáticos del PP y esa nueva casta de intelectuales progres conversos al "ayusismo" como Savater y Trapiello. Si no gana la izquierda, a Pedro Sánchez le espera un calvario para lo que queda de legislatura. Si es que la acaba.