as gasolina al fuego. El esperpento madrileño desborda la insensatez. Las víctimas incesantes de una pandemia devastadora siguen siendo inocentes monedas de cambio de un descalificante trilerismo político de ínfima estofa. Las últimas horas del vodevil orquestado arteramente durante demasiados días entre los gobiernos de Ayuso y Sánchez provocan una profunda indignación y alientan la creciente desconfianza en la capacidad real de unos mandatarios para encauzar la crisis sanitaria más dramática de la historia reciente. Este indecente pulso por ganar míseramente un relato de corto alcance en el mismo epicentro de un país asesta también un descalificador golpe bajo a su imagen internacional, precisamente en el momento más inoportuno para granjearse la confianza de los mercados en la apuesta por la recuperación. Un clima atormentado por una cruel batalla política y mediática que se libra absolutamente parcial y sesgada. Un desprecio miserable a toda esa ciudadanía absorta en una angustiosa incertidumbre. Que alguien pare este alarmante desatino.

Es fácilmente demostrable que Ayuso y Sánchez arrastran la misma dosis de soberbia. Y que su propensión al entendimiento es decididamente nula. Incluso que comparten las mismas ansias de revancha mutua. Que una estaba esperando el estado de alarma para proclamar inmediatamente a los cuatro vientos su victimismo y el atropello de Madrid y que el otro no acababa de encontrar el momento para implantarlo de una vez para propinarla así una sonora bofetada. En medio de semejante despropósito institucional tampoco resulta falso asegurar que la cohorte de la presidenta madrileña tiene muchos más pirómanos que se deleitan con las llamas. Ni tampoco es incierto afirmar que el equipo jurídico del ministro Illa acusa sensibles lagunas jurídicas en el momento menos adecuado y que propiciaron horas de caos y perplejidad. Un cántico a la necedad que no resistía más dilación. Así es como llega el mismo confinamiento que había tumbado el Superior de Justicia de Madrid aunque ahora aparezca envuelto en la legalidad que nadie se atrevió a utilizar cuando debía para evitar el ridículo. Al tiempo, queda abierta la puerta a la guerra cruzada de interpretaciones y titulares grandilocuentes -el 155 del alcalde Almeida lidera de entrada el hit parade- en un puente dinamitado para la operación salida pero paradójicamente abierto a la movilidad. Vaya, nada comparable con la mano dura de París después de tan ácidas polémicas y enconos personalistas.

Aquella Corte del establishment de brillo poderoso languidece preocupada y en silencio por un futuro inmediato que ya no domina, que se le escapa a sus dominios tradicionales. Tampoco se ha echado en brazos de Ayuso como hubiera deseado Pablo Casado, aunque las distancias con el Gobierno de coalición se agrandan. Ocurre que más allá de ese acotado ramillete de empresarios, aquella variopinta troupe de los lobby de hoteles de lujo nota cómo poco a poco pierde pie, con su influencia mermada, en un escenario tan cambiante como inestable, azuzado además por los estrategos económicos que tambalean sus previsiones. Temen que la actual situación política puede consolidarse mucho más tiempo del que intuían por la debilidad parlamentaria del PSOE, el mal sueño del presidente con Iglesias y la mayoría intermitente de la última investidura. Quizá por este desasosiego han puesto toda su esperanza en la mala suerte judicial del líder de Unidas Podemos.

La sombra de los jueces sigue amenazando peligrosamente la acción política. Todo se jodió en Catalunya, en lenguaje peruano, pero la escalada ha seguido imparable. Mientras la afrenta del indomable Carlos Lesmes sigue su curso favorecido por el pertinaz bloqueo del PP a la renovación en instituciones del Estado, la apuesta al todo o nada de García Castellón contra Iglesias quita el aliento. El mismo magistrado que va colocando las piezas corruptas del caso Kitchen para tormento de Mariano Rajoy y su fiel escudero Fernández Díaz entiende que algunas actitudes del actual vicepresidente segundo son merecedoras de una investigación. Más allá de las retadoras reacciones de la guardia pretoriana de Podemos en lenguaje mitinero -Echenique, inigualable en la vejación- se juega una partida de altos vuelos. Si no hubiera causa, el patinazo de la instrucción reabriría la caja de los truenos de la intromisión intencionada de la Justicia. La petición del suplicatorio, en cambio, desataría un auténtico estado de alarma política.