el funambulismo político-terrorista del líder norcoreano Kim Jung Un con su arsenal nuclear y de misiles intercontinentales irrita más que inquieta. Pero si inquieta a Washington y al resto del mundo es ante todo por los muchos paralelismos que tiene la actual conducta del dirigente norcoreano con la del secretario general del PC soviético -Nikita Khrushtchov- a finales de los 50. El final de aquel regateo nuclear fue la crisis de Cuba, que en 1962 llevó al mundo al borde de la guerra nuclear total.

Dado que las dimensiones e importancia de la URSS de la Guerra Fría y las Corea del Norte actual no son comparables, no es de esperar otra crisis tan dramática como la de Cuba. Pero una muy posible crisis grave en el Lejano Oriente también tendría consecuencias globales. Y además, las semejanzas entre las dos situaciones son demasiadas para pasarlas por alto.

Sobre todo, llama la atención la similitud de los planteamientos comunistas. Khrushtchov pretendió a finales de los 50 frenar el despliegue militar anglonorteamericano en las proximidades de la URSS, alardeando de los galopantes avances de la tecnología nuclear soviética. Y al igual que Kim ahora, Khrushtchov ofreció en 1958, unilateralmente, una moratoria de las pruebas nucleares para llegar a un acuerdo internacional sobre la limitación del arsenal nuclear. Y al igual que Kim, quería la limitación, pero no admitía que nadie controlara in situ si la URSS cumplía lo acordado.

La gran diferencia -dimensiones aparte- entre la conducta del soviético y el norcoreano estriba en que Kim, cuyo país ha padecido repetidas hambrunas en los últimos lustros, quiere acuerdos pacificadores y, más aún, ayudas económicas para su país. Pero que le puedan investigar en Corea del Norte si cumple con lo prometido, eso no quiere ni oír.

En el tira y afloja rusoestadounidense de los 50 hubo cumbres de Nixon y Khrushtchov como ahora las ha habido entre Trump y Kim. Y entonces, como ahora, los encuentros acabaron en nada por la demasía de las exigencias comunistas, sin contrapartida de controles. Khrushtchov denunció la moratoria en 1961 y apuró su chantaje hasta provocar la crisis de los misiles de Cuba, que dio una serie de pequeñas ventajas momentáneas a la Unión Soviética, pero a costa de su prestigio. Y esto dolió tanto en el Kremlin, que poco después Khrushtchov fue echado de la secretaría general del Partido Comunista soviético. ¿Recordará Kim todo esto ahora?