han sido tres años sin el bullicio de las txosnas, sin las luces de las barracas, la alegría infantil del Txikigune y, sobre todo, sin la sonrisa eterna y contagiosa de Marijaia. Demasiado tiempo. “Que sean unas fiestas que valgan por tres”, invitó ayer la pregonera, Itziar Lazkano, en un emotivo discurso seguido por una multitud nunca antes vista, apabullante, que superaba la plaza del Arriaga y alcanzaba la iglesia de San Nicolás, Ripa y todo El Arenal.

Marijaia se reencontró con Bilbao dos años después. | FOTO: OSKAR GONZÁLEZ

Una marea inédita. Y cuando con un “Gora Aste Nagusia, Gora Marijaia”! dio paso al txupin que se elevó al cielo de la mano de Iratxe Palacios, todo Bilbao estalló en un clamor unánime. Marijaia ya está aquí. ¿Cómo no va ser para gritar?

Radiante y emocionada, la pregonera puso voz a la larga espera de una Aste Nagusia que la pandemia ha suspendido durante dos ediciones, recordando todos y cada uno de sus momentos más característicos.

Dos años “sin sentir la alegría gritona del txupin, el fresquito de un katxi de kalimotxo en las txosnas, sin ese ritmo bailongo de Marijaia cantando entre las calles de la mano de Kepa Junkera, sin ver abrir la bocaza a ese gargantúa gordinflón que se pasa la semana cagando pitufos y pitufas, sin gigantes, sin oler a marmitako en El Arenal, sin el concierto en La Pérgola o un vinito dulce en El Baturro Pisauvas de las barracas”.

“¿No es para gritar?”, preguntó de forma retórica Itziar Lazkano a una marea enloquecida que respondía a cada una de las llamadas de la pregonera.

Incluso se acordó, con permiso del servicio de limpieza, de “la sagrada tradición de entrar entre dos coches, o entre dos contenedores, y mezclar tu agüita amarilla con la de miles y miles de bilbainas”. Eso sí, “no seáis cochinos y cochinas, que huele fatal”, advirtió. Y tiene razón; si como dicen los que saben la felicidad consiste en aprender a esperar a que los deseos se cumplan sin desazón, “nosotros hemos sacado un máster en paciencia”.

libre de agresiones

Enarboló la pregonera una fiesta libre de agresiones, “elegante y feliz”. Su grito se escuchó de Miribilla a Zorroza, de Uribarri al Peñaskal, de Otxarkoaga a Monte Caramelo, Betolaza, Arangoiti, Ciudad Jardín, Atxuri, Santutxu o San Adrián. “¡Que grite Bilbao capital!”, dijo mientras iba perdiendo la voz. “Que se enteren en el mundo entero, ¡por fin estamos de fiesta en Bilbao!”, enloquecieron los asistentes. No hizo falta más; el txupin al cielo de Iratxe Palacios y estalló la locura que se prolongará durante nueve días. l