En el Estado español se produce menos leche de la que se consume y la situación no varía si nos ceñimos a Euskadi o Gipuzkoa. Si necesitamos diez litros, producimos solo 6,5 de esos diez, lo cual nos fuerza a importar los 3,5 restantes: un 35%. Esto se traduce en unos 2.000 millones de litros que llegan desde el exterior, principalmente de Francia -país de origen de la principal empresa del sector en España, Lactalis, y de grandes cadenas de hipermercados-; pero también de Alemania, otro país con excedente de producción, o Portugal.

¿De dónde procede, entonces, la leche que desayunamos? Este es, a día de hoy, un dato que el consumidor desconoce, ya que solo se le informa del lugar de envasado. Sin embargo, un reciente decreto del Gobierno español obligará en breve, durante un periodo experimental de dos años, a indicar en el envase el país de ordeño de la leche. La medida ha sido bien acogida por los productores vascos y creen que les ayudará.

Francia, precisamente, fue el primer país en adoptar esta medida; y las ventas de leche local subieron, pese a la presión que en el mercado galo ejercen a su vez los productores alemanes. Las importaciones en el país vecino descendieron un 45% en solo año y medio con esta medida. Los estudios y encuestas indican, además, que un 88% de los consumidores ven con buenos ojos que se les indique de dónde procede la leche que beben’.

¿Pero estamos dispuestos a pagar algo más por la leche con sello de cercanía? La nueva regulación no es la panacea, pero sí “un pequeño paso adelante”, dice Mikel Arteaga, un productor de leche guipuzcoano. En su caserío de Asteasu cuenta con una explotación de casi cien vacas lecheras que producen un millón de litros al año. Arteaga asegura que la medida anunciada es un avance en la buena dirección para un sector que lleva años luchando por sobrevivir con un producto de “calidad suprema” pero que las grandes superficies utilizan a menudo como producto reclamo, con ofertas que incluso se acercan peligrosamente al coste de producción.

“sangre de ganadero” La realidad del mercado lácteo es compleja, reconoce Arteaga. Solo dos céntimos de diferencia en el precio al que le pagan la leche, alterarían su cuenta de resultados anual en “dos millones de céntimos”, dice. Traducido: “20.000 euros”. Lo que está en cuestión no es la calidad de la leche, aunque hay diferencias, insiste. “Estoy convencido de que todas las que se comercializan, incluidas las que están a precio casi de coste, cumplen con los estándares mínimos de calidad, pero yo suelo decir que lo que nosotros hacemos, más que leche, es sangre de ganadero, porque la calidad de nuestro producto es suprema. Máxima”, indica Arteaga en referencia al colectivo de 400 productores de leche profesionales vascos, entre ellos 120 guipuzcoanos. La mayoría de ellos asociados a Kaiku.

“Así lo indican los análisis diarios que se realizan a nuestro productos. La leche del 99% de los productores de Kaiku arroja los parámetros más altos de calidad. Por eso se cobra un poco más cara. Es de lo mejor que puedes encontrar”, defiende.

La pregunta, añade el coordinador de la organización agraria Enba, Xabier Iraola, es ¿por qué es más barata la leche francesa que se vende a este lado de la muga, si el mismo producto se vende más caro allí? “Lo es porque su marca la cuidan bien, con precios altos y cooperativas fuertes. Vas a Donibane Lohitzune y a Oiartzun y la misma leche con la misma marca, allí la venden 20 céntimos más cara, algo que no tiene ninguna justificación”, precisa.

Y esto es posible porque “Francia tiene un excedente de producción y lo que les sobra, lo venden a precio de burra. Exportan leche en polvo a Asia y África, pero también leche líquida a España e Italia a través de su industria y grandes superficies de distribución”, añade Iraola.

Desde su día a día entre vacas frisonas, pienso y leche, Arteaga ahonda en esta idea. “Francia y Alemania, por ejemplo, producen más leche de la que consumen. Francia consume siete y produce diez; y España consume diez y produce 6,5. Y el excedente de Francia entra. Si tienen una planta de envasado en Galicia, por ejemplo, y allí llega la leche concentrada, luego le meten suero y la reconstituyen. La leche en polvo, por ejemplo, es más barata de transportar, porque ocupa diez veces menos y luego se reconstituye. Esas cosas se hacen y están reguladas y controladas, pero bueno, ahí están... Y el consumidor no lo sabe. Y eso no quiere decir que esa leche sea mala. Lo que pasa es que luego en los envases ves etiquetas que no tienen nada que ver con la procedencia de la leche”, lamenta este productor.

¿Qué supone este decreto, entonces? “El riesgo para algunos es que si la gente sabe de dónde viene la leche, luego vayan a lo seguro y esto a menudo es lo más cercano. Lo del origen, que no tiene nada que ver con la calidad, puede provocar que, ante la duda, la gente se tire a lo conocido. Tener información siempre es bueno y, en este caso, esperamos que a los productores vascos esta medida nos beneficiará algo”, indica Arteaga.

un paso hacia el origen Hasta la fecha, las etiquetas muestran dónde se envasa la leche, pero el origen hay que intuirlo. “Por ejemplo, un caso muy claro: hay una marca que emplea una marca francesa: Lauki. A mucha gente le parece euskaldun, y no lo es. Se envasa en Santander o Asturias, pero a saber de dónde viene. Puleva, Ram... son de Lactalis, que es francesa. Desde el momento que falta leche aquí para abastecer el mercado interno, es difícil saber de dónde es la leche y este decreto supone dar un paso hacia el origen”.

“Otro ejemplo claro lo tenemos aquí mismo, con Euskal Herria esnea, que está envasada en Soria. Allí envían la leche de Karrantza (Bizkaia) y sabemos que la leche de Karrantza va a Soria, sí; pero también va allí leche de otras partes del mundo, y los que sabemos cómo va esto, sabemos que la leche se almacena en grandes tanques y luego se envasa para cada marca en función de la demanda. ¿Euskal Herria se produce en Karrantza? Pues sí, pero se envasa en Soria. Demostrar que la leche Euskal herria es íntegramente de Karrantza, es ya otra cosa”, añade Arteaga.

Lo que la experiencia refleja, en todo caso, es que en Francia esta medida de indicar el origen evidenció que “la gente allí prefiere leche de Francia, aunque Alemania ejerza presión, con precio, y metiendo buen producto. Nosotros ahí también estamos peleando. Con este decreto tendremos que poner que el origen de nuestra leche es España, pero además esta medida te permite añadir el territorio y la zona de forma voluntaria”, señala.

Este decreto permitirá delimitar mejor la trazabilidad de la leche, ya que exige que “los operadores de empresas alimentarias dispondrán de documentos, sistemas o procedimientos adecuados que permitan demostrar, ante la autoridad competente, el país de origen de la leche”.

El sector lácteo en Gipuzkoa y Euskadi se encuentra desde hace años en recesión y las explotaciones disminuyen, pese al boom temporal que en 2007 y 2008 supuso la demanda de leche de vaca proveniente de Asia. Hoy en día, “en nuestros beneficios, hay una línea roja que se mueve en función de los costes. Esa línea roja marca el mínimo, pero hace tres años hubo una bajada de precios y desde entonces llevamos tres años congelados. Nos bajaron de 0,36 euros el litro a 0,34 de media y a los productores vascos que tenemos leche de máxima calidad, a 0,35. En el último año, nos movemos a la par de la línea roja y si siguen subiendo los precios de la energía (electricidad y gasoil), podríamos estar por debajo de la línea de supervivencia en un año”, concluye Arteaga.

35 céntimos para el productor. Los productores vascos de leche perciben de media 0,35 euros por cada litro de leche, frente a los 0,34 de media en el Estado español. Sin embargo, este montante cubre a duras penas los precios de coste de los productores, que llevan tres años con el precio congelado después de que se les bajase entonces de 0,36 a 0,35 euros.

5.000 kilos diarios de comida. Cada vaca necesita unos 50 kilos de comida diarios y unos 60 litros diarios de agua para bebida y limpieza, lo que en una explotación como la de Mikel Arteaga, en Asteasu, supone 5.000 kilos de alimento diarios y 6.000 litros de agua. Las aproximadamente 120 explotaciones de leche de vaca que hay en Gipuzkoa tienen un tamaño medio inferior a las 100 cabezas de ganado, mientras que en Caparroso hay una empresa con 5.000 animales y en Soria ha suscitado polémica un proyecto de una explotación de 20.000 ejemplares; volúmenes que chocan, dice Arteaga, “con los cuidados y prácticas de calidad de nuestras explotaciones”. “La alimentación y el cuidado de los animales tienen incidencia directa en la calidad del producto”, añade.

0,80

Según el productor guipuzcoano Mikel Arteaga, “el precio mínimo lógico” de un litro de leche, teniendo en cuenta los costes y márgenes de toda la cadena, “que son muy ajustados” -aclara-, sería de unos 80 céntimos de euro, que son 15 céntimos menos del precio al que se vendía el litro de leche Kaiku hace unos años. Solo el envase en formato Tetra Brik cuesta entre 0,12 y 0,14 céntimos, según los volúmenes. A ello hay que sumar el proceso de tratamiento, el transporte, el IVA y los márgenes del distribuidor.

Las marcas blancas llegan al 72%. Las marcas blancas han alterado el mercado en la última década. Hace diez años, el volumen de ventas de leche líquida de marca blanca suponía el 40% del total, y en la actualidad se ha disparado hasta el 72%. En muchos casos, con ofertas en torno a los 0,60 euros e incluso 0,49 euros, como recientemente ha ofertado una gran superficie en Gipuzkoa para indignación de muchos productores.

Leche light: el negocio de la grasa. Las exigencias del mercado han cambiado. En la actualidad, la leche recién ordeñada (vaca frisona) tiene un porcentaje de grasa del 3,6 o 3,7%; prácticamente la mitad del 7% que tenía la que daban las vacas de antaño (suiza), también debido a la alimentación. Aún así, a esta leche aún se le extrae un porcentaje de grasa, ya que la leche entera ronda el 3,2% de grasa, frente al 2,7% de la semidesnatada y tasas menores de la desnatada. Con esta grasa, explica Arteaga, la industria láctea está obteniendo importantes beneficios a raíz de la crisis del aceite de palma, ya que la esta ha sido sustituida en muchos casos por la grasa de leche, que ha triplicado su precio en unos pocos años.

“Al principio te da rabia, pero después de 20 años, ves que no tiene solución; la leche es uno de esos diez productos de referencia, y eso provoca ofertas de reclamo que luego tratan de compensar con otros productos”.