la sombra se codicia estos días en Alegia más cara que nunca. La ola de calor se ha cebado con la localidad guipuzcoana, con tres días en torno a los 40 grados que la han convertido en el municipio más caluroso de Euskadi. Por ello, las casas, los bares y hasta los árboles se han convertido en el mejor refugio posible. La calle se pisa poco, lo justo y necesario, y el río se convierte en un pequeño oasis para los más pequeños.

Las altas temperaturas están en boca de todo el pueblo y es fácil escuchar quejas, resoplidos y el aleteo de abanicos en cualquier terraza. “Aquí no refresca ni cuando se va el sol”, indica Amaia Arraiet, que con el resto de la familia trata de salir indemne de los rayos del sol a la sombra de la terraza de un bar. “Lo mejor para evitar la deshidratación es beber mucha agua, aunque se hagan excepciones”, añade la madre de familia sonriendo con una cerveza fresca en la mano. “Deberíamos hermanarnos con Écija”, bromea a su vez una amiga, Ane Tobar.

Lo de la comparación con Andalucía parece no tan exagerada estos días. “Tenemos que ser como los andaluces y empezar a vivir como ellos, prácticamente de noche”, señala Manex Balerri, protegido con una visera y que acompañado de su amigo Eñaut Zabala, pasea a su perro Whisky, quien con este tiempo “lo pasa aún peor que nosotros”. El joven opina que el problema de Alegia es que al estar entre montes no corre nada de viento y su compañero añade: “La única solución que se nos ocurre para llevarlo bien es beber cerveza fría”.

Caminar es un reto mayúsculo en el municipio y solo los más valientes se atreven con sus paseos diarios. Pakita Artola, de 84 años, es una de ellas. “Tengo que pasear un poco cada día para mover las piernas, aunque como me ayudan, me es más fácil”, indica señalando a su acompañante, quien no quiere identificarse y cuida de su silla de ruedas. Ambas descansan a la sombra de un árbol y aseguran que el objetivo al salir a la calle es “buscar el aire acondicionado, del que tiene el bar al de la pastelería y vuelta”.

Pilar Etxezarreta, con un gorro en la cabeza y gafas de sol, también descansa en un banco bajo otra sombra cercana. “Yo camino todos los días, pero así es casi imposible”, asegura, “aunque eso sí”, añade levantándose dispuesta a continuar su paseo, “dos kilómetros sí que me los hago”.

Si realmente hay alguien que desearía no tener que caminar en Alegia y está obligado a ello es José Antonio Pérez, el cartero del pueblo. “Voy sudado a todos los lados, este calor es infernal, y en cuanto llego a casa voy directo a la ducha”, indica. Extraña que cada mañana arremeta esta labor sin un botellín de agua encima, pero Pérez asegura aprovechar los paseos “para beber de fuente en fuente”.

Piscina y río

La piscina y el río se muestran como las principales alternativas para que los más pequeños puedan enfrentarse al calor. “Los niños no lo llevan tan mal, van encantados a la piscina”, señala Félix Giménez, que viene de recoger a su hija, Anari, del colegio. “Quienes realmente lo pasamos mal somos los adultos, yo he tenido que comprarme aire acondicionado porque no había quien estuviese en casa”, añade.

Las dos hijas de Amaia Arraiet, Une y Anboto, se refrescan con la manguera en la escuela, “aunque ahora esta rota” le avisa una de ellas a su ama. Por su parte, los que son algo más mayores optan por el río, “aunque solemos irnos hacia Amezketa, porque por aquí el agua está muy sucia”, añade el joven Eñaut Zabala.

“Lo que pasa es que aquí el río baja con fuerza y es peligroso”, indican desde una terraza una nieta y su abuelo, que prefieren no identificarse. Ambos dicen sentirse agobiados por el calor, que no ven normal para esta época del año. Para el que hacerle frente el secreto es, según el aitona, “ducharse mucho, para así sudar poco”.

“Lo peor son las noches”

La paciencia es la mejor virtud para los alegitarras de cara a poder superar la ola de calor. Así lo indican, deseando que las temperaturas refresquen aún siendo conscientes de que el verano no ha hecho nada más que empezar. “En julio y agosto seguro que volvemos a tener días así”, asegura Manex, agradecido por disponer de una botella de agua.

“Lo peor son las noches, no hay quien duerma con este calor y luego voy todo el día con ojeras por ahí”, expresa Arraiet justo en el momento preciso en el que aparece Pitu Vidal, la abuela de la familia, con más bebida. “Lo tenemos que llevar como mejor podamos”, indica.

“Donde realmente se pasa mal es en las casas antiguas, que se acumula mucho el calor y no hay corriente”, señala Etxezarreta, que se siente afortunada por vivir en una más moderna.

Las previsiones meteorológicas de Euskalmet para Alegia durante los próximos días traen descenso de temperaturas y hasta lluvia. Seguro que es un cambio que se agradece en el pueblo, deseoso de tener un respiro a tanto calor.