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Biziz, ‘la vie en rose’

Tras 3.550 kilómetros, a la Ruta Sexualidad del proyecto Biziz solo le faltan alrededor de 300 kilómetros para alcanzar Donostia

Biziz, ‘la vie en rose’Rubén Olveira

LIMOGES. Cuesta creer que llevemos 3.550 kilómetros. Más aún cuando en nuestras bicis está rotulado que la ruta completa consta de 2.846. Pero el cuentakilómetros no engaña. Y todavía nos quedan unos 300 más para llegar a Donostia. Eso significa que el final de esta odisea que es el proyecto Biziz está próximo. Lo que el 20 de junio nos parecía un viaje interminable está a punto de acabar y ello nos produce una sensación agridulce. Por un lado, tristeza porque esta fase de nuestras vidas llega a su fin. Por otro, alegría y euforia porque vamos a cumplir con éxito esta misión exterior de Donostia 2016 (DSS2016) y porque el domingo que viene nos espera una fiesta como recibimiento en el Parque Cristina-Enea. Una montaña rusa emocional, pero c’est la vie.

Pese a todo, estamos felices porque hasta ahora nuestra ruta avanza según lo acordado. Las bicis están un poco resentidas tras dos meses y medio dándole a los pedales sin descanso y nuestras propias fuerzas, sobre todo psicológicas, también. Totalmente recomendable perderse en bicicleta por las rues parisinas. Simplemente es una experiencia inolvidable. Fundirse con el tráfico de autobuses, coches, camiones, bicis y viandantes. A veces por la calzada y en otras ocasiones por un bidegorri. Sumergido en una desenfrenada carrera, empujado por la energía de ese momento que se apresura a escaparse y que te obcecas en atrapar. Y de repente la calma cuando la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, Notre Dame o cualquier otro edificio aparece ante ti y te deja extasiado, haciendo que ese segundo se detenga y todo transcurra a cámara lenta. Como en un sueño. Y más aún de noche, cuando las luces dirigen tu atención y la ciudad parece estar a tus pies, esperando a que te lances a descubrir los misterios de la ciudad del amor.

Del amor y también del erotismo. Al menos, esa fama tienen los franceses. Por ello, en esta ocasión nos hemos acercado al Museo del Erotismo, situado en el corazón de la noche de París: en el barrio de Pigalle, a escasos metros del Moulin Rouge. Es más, este mismo edificio antes de acoger la galería fue un cabaret llamado El placer. Allí hemos tenido la ocasión de hablar con Diouf, responsable del museo desde que se abrió en 1997. Aunque nada más entrar, más que con él con lo que nos hemos chocado es con la estatua de un mono con un pene gigantesco. Pasado el umbral del museo destaca la infinidad de figurillas que muestran relaciones eróticas en todas las posturas y fórmulas habidas y por haber. También nos ha llamado la atención un diablo en situación de transexualidad y vale la pena mencionar las fotografías en las que aparecen ancianos intimando y los dibujos en los que salen personas con diferentes discapacidades físicas manteniendo relaciones eróticas con otros cuerpos, con o sin hándicap.

En general, lo que realmente nos ha impresionado es la gran diversidad que se muestra en este museo sobre la sexualidad y el erotismo. Incluso a nivel corporal. Nos hemos encontrado con cuerpos gordos, flacos, altos, bajos, con mamas puntiagudas algunas, otras con ellas caídas, diferentes formas de vulvas, de penes, etc. Y sin embargo, lo mencionado no es más que la punta del iceberg. “Llevo casi 20 años en este museo y cada día veo algo diferente y aprendo algo más”, asegura Diouf. Y lo mismo deberían de opinar algunos redactores de Charlie Hebdo, puesto que antes del atentado pasaban por la galería mensualmente para discutir sobre la sexualidad.

‘cajones sospechosos’ Ya que hablamos de museos, también nos ha sorprendido nuestro recibimiento en la plaza del Louvre así como en el Jardín de las Tullerías. Aunque no por bueno, precisamente. En ambos sitios, mientras sacábamos fotos y vídeos a nuestros triciclos y explicábamos el proyecto Biziz a aquellos que se interesaban por él, se acercaron varios guardias de seguridad para indicarnos que no podíamos estar allí. No porque no se pudiera estar en bicicleta o en triciclo, no. Lo que no podíamos era estar allí con cajones sospechosos “que pudieran ocultar bombas”. Incluso después de mostrarles que en ellos solo llevábamos nuestro equipaje y material de repuesto insistieron que debíamos ir a otro sitio, porque allí “podríamos estar inquietando a los turistas”.

Salvo por estos pequeños incidentes, a grandes rasgos fuimos muy bien acogidos en París. Nuestros triciclos causaron furor -y no solo en el mal sentido- y en los tres días que anduvimos por las rues parisinas dejamos nuestra huella -sobre todo entre los bicitaxistas-, que nos miraban con asombro y envidia.

Las semanas que han seguido a París, en cambio, han sido mucho más tranquilas. Hemos pasado por pueblos y ciudades como Orleans o Limoges, aunque sin ninguna sorpresa o sobresalto. Los campos y las carreteras comarcales se han sucedido una detrás de otra, aunque esto también nos ha brindado la oportunidad de fotografiar a los espantapájaros de la zona. Después de todo, entre nosotros tenemos un amante de los txorimalos.

Aprovechando la Ruta Sexualidad, Mikel lleva recopilando imágenes de todos los espantapájaros que estamos viendo desde Rusia hasta Euskal Herria. La colección ya va tomando forma y si bien es cierto que ha habido momentos de sequía, esta última semana se ha puesto las botas en la región de Limousin. Sobre todo en una pequeña aldea donde había más txorimalos que habitantes. ¡Y qué txorimalos! Cada uno parecía una obra de arte. Los vecinos nos explicaron que organizan anualmente un concurso al espantapájaros más original del pueblo. Algo que a nuestro compañero le pareció una gran idea que anima a los ayuntamientos vascos a tomar.

Y así, como que no quiere la cosa, hace unos días llegamos a la San Sebastián francesa: Saint Sébastien, un pequeño pueblo con cuatro casas -literalmente-, pero con mucho encanto. Para la capital guipuzcoana todavía nos quedan 300 kilómetros en dos semanas, aunque casi podemos escuchar la música que sonará en Cristina-Enea a nuestra llegada el 18 de septiembre. Desde aquí, os invito a todos a acudir a esta celebración y no solo a conocer la Ruta Sexualidad, sino todas las rutas que conforman el proyecto Biziz. Mientras, nosotros aprovecharemos al máximo estos días para, como dice la canción insignia de Édith Piaf, vivir la vie en rose.