zarautz - ¿Cómo surgió la idea de fundar la asociación Hitzez?
-De nuestra propia vivencia. Por diferentes situaciones que teníamos las mujeres, un día a la semana nos juntábamos en Aia con una psicóloga gracias a una subvención de ese Ayuntamiento. En ese momento, yo hacía trabajos de ayuda domiciliaria y por eso supe que había un servicio para las personas cuidadoras. Y ahí nos dimos cuenta de que el caserío nos repercutía bastante en la salud, tanto psíquicamente como físicamente, y que nos ayudaba mucho el tener un sitio donde compartirlo. Nos sentíamos más fortalecidas. El poder abrir esos temas era como una pequeña liberación. Y vimos que no había ninguna asociación de mujeres baserritarras. Esa es la base.
Usted nació y vivió en una zona urbana y, tras contraer matrimonio, se estableció en el caserío familiar de su marido. ¿Qué diferencias hay entre los problemas de una ‘kaletarra’ y una baserritarra?
-El problema principal es la dedicación al caserío; eso en el medio urbano no existe. En el trabajo, tanto el hombre como la mujer necesitan hacer un sacrificio, pero todavía más en el caso de ella. Lo haces a gusto pero, claro, tienes que estar personalmente fortalecida porque, en el día a día, hay muchas situaciones difíciles. Empezando por las personas mayores. Por tradición, vivimos cuatro generaciones en el caserío y, ya solo por la distinta edad, tenemos inquietudes y vivencias diferentes. Luego está el trabajo que da el caserío, los animales... no paras. Si quieres puedes estar activa las 24 horas del día.
La mujer del caserío no tiene tiempo para ella...
-No nos damos cuenta, pero las baserritarras dejamos nuestras cosas, nuestra vida y nos dedicamos a los demás, a llevar el caserío adelante. Y hace unos años, más todavía. Estamos cambiando de mentalidad y nos hemos dado cuenta de que no es saludable. Queremos tener buena calidad de vida. Y se están dando pasos.
¿Se encuentran en una etapa de transición entre la tradición y los nuevos tiempos?
-Estamos en un proceso. Tengo 48 años y, cuando me casé, en el caserío todavía vivía la abuela de mi marido con 94 años. Eran cuatro generaciones distintas, cuatro ideas de llevar la vida adelante totalmente diferentes. Era un sacrificio, una manera de vivir. No tenían luz, no tenían agua, no tenían tractor... En 30 años ha cambiado esto radicalmente. Pero cuesta más cambiar la mentalidad. Es un proceso y en eso estamos, las mujeres y los hombres, pero, sobre todo, nosotras. Nos hemos dado cuenta de que tenemos que adaptarnos a los tiempos. No es lo mismo la dedicación de antes a la de ahora. Tenemos a mano otras herramientas para poder llevar adelante nuestra vida y de eso trata la asociación Hitzez. Y nos ayuda mucho: salir de casa y compartir, aprender.
¿Cuáles son los problemas más comunes de las baserritarras?
-Por un lado, el cansancio físico. Tienes que levantarte temprano: ir a la cuadra a ayudar con los animales, dedicarte a los niños y trasladarlos del caserío a los colegios... Por otro lado está el cansancio psicológico: cómo llevar adelante el día a día. Además, hay labores de administración para llevar el caserío que antes no existían. Ahora todo es papeleo, informática... y, a ciertas edades, no estamos preparadas. De eso también nos estamos preocupando en la asociación. En asuntos de igualdad, los hombres se dedican a las labores de fuerza y las mujeres estamos como antes, nos dedicamos más al cuidado de los niños. Intentamos que haya una igualdad. La sociedad está dando pasos y los baserritarras vamos un poco más despacio, pero la mentalidad está cambiando. Antes si íbamos a una asociación teníamos que dar explicaciones, ahora ya es más normal que la mujer salga de casa. Antes no estaba bien visto.
¿Cómo recibieron los hombres la creación de la asociación Hitzez?
-En ningún momento se vio mal. Los hombres han estado un poco inquietos. Al principio, nos preguntaban: ¿Dónde vais? ¿Qué hacéis? Y les decíamos, mira, vamos a hacer una cena y hablaremos de nuestras cosas. Ellos lo han respetado en todo momento. Como han visto que nosotras nos hemos ido fortaleciendo y eso es por el bien de la mujer y, al final, mejora la familia y el caserío, creo que va bien.
¿Qué le gustaría que cambiasen los hombres?
-Me gustaría que dejaran un poco aparte el orgullo que tienen, el machismo de “aquí estoy yo y soy el hombre de la casa”. Que se dieran cuenta y dijeran abiertamente, sin miedos, que las mujeres también estamos ahí y que podemos llevar adelante las labores del caserío igual que ellos. Incluso, muchas cosas mejor. Este camino hay que hacerlo a la par. Los hombres tienen que cambiar un poco la mentalidad, que hasta hace algunos años ha sido muy cerrada, y abrirse. Las mujeres de caserío no tenemos por qué dedicar más horas a sacar nuestra vida adelante que una persona de zona urbana. ¿Por qué tenemos que hacer ese sacrificio? ¿No podemos tener también nosotras una buena calidad de vida? ¿No tenemos ese derecho? La gente se tiene que dar cuenta de que, si estamos calladas, no vamos a dar pasos. La aportación de cada mujer baserritarra es un paso adelante. Todo el que decida hacer cualquier movimiento por la igualdad, por mejorar la calidad de vida, bienvenido sea. Todas no vamos en el mismo nivel, pero sí en el mismo camino. No queremos enriquecernos pero sí tener una buena calidad de vida.
¿Qué debería cambiar en el día a día del caserío?
-Las tareas domésticas. No pasa nada porque los hombres se pongan un delantal y dejen un poco antes las tareas de la cuadra y estén con la mujer en la cocina. O que dediquen más tiempo a la educación de los hijos. Son temas sencillos y que, seguramente, pueden hacerlos mejor que nosotras en algunos momentos. No pasa nada si ellos están en el hogar y nosotras en la cuadra. A la hora de salir del caserío, a veces, tenemos que escuchar comentarios machistas, igual que en la calle. Eso no hace gracia. Igual a ellos les parece un chiste, pero a nosotras no. El mundo del caserío ha sido muy cerrado y los hombres tienen que implicarse más en las cosas de las mujeres.
¿Qué supone para la asociación el premio de Emakunde?
-Cuando nos lo dijeron no nos lo creíamos. Nos hemos dado cuenta de que estamos haciendo algo importante y que es por el bien de la sociedad y, sobre todo, por la mujer baserritarra. Creo que este premio va a abrir la mentalidad, así que bienvenido sea. Todas estamos muy contentas.